El intenso hedor de la habitación le devolvió de entre sus
pensamientos. Cinco maestros, especialistas en cada uno de sus elementos,
técnicas y habilidades. Tan diferentes y parecidos al mismo tiempo, le miraban
con una mirada de ánimo, tristeza y al mismo tiempo cansancio.
La primera fase había sido dura, muchos habían quedado atrás,
pero él había decidido preparase durante un año. Retirado de intrigas y luchas
triviales que actualmente parece mueven el mundo. Él había decidido poner un
punto y final a cualquier relación con ese tipo de mundo. Durante un año había
tenido la oportunidad de entrenar su mente hasta niveles que jamás hubiera creído.
Y ahora allí estaba él, después de constantes fracasos,
aprendizaje y sacrificio, cometiendo un error elemental que podría retrasar
su sueño una vez más.
- ¿Preparando
para la última fase? –preguntó mirándolo seriamente el gran maestro y líder.
- Si –respondió
el joven dragón conteniendo su furia.
Estaba exhausto, triste y al mismo tiempo furioso consigo
mismo. Aquel simple error de concentración le había puesto sobre la cuerda
floja y ellos lo sabían. Sin embargo… no les guardaba ningún rencor, por
primera vez, se había topado con personas que no abusaban de su puesto o poder,
y él no había sido capaz de mostrarles todo lo que valía.
Sin mediar palabra, el gran maestro le lanzó una bola de
fuego. Llamando al fuego de su difunto maestro lo pudo controlar y lo sostuvo
entre ambos.
La segunda maestra le lanzó el rayo. Con su poder lo
recondujo uniéndolo a la llameante esfera que ahora emitía constantes y
acaloradas descargas azuladas.
El siguiente maestro le lanzó una gran esfera de pierda.
Concentrando el poder del oso emitió una fuerte patada a roca introduciéndola
en la esfera junto con el poder de la naturaleza. Eso formaría un núcleo que controlaría las descargas.
Cuando la anciana y cuarta miembro le lanzaba una gran ráfaga
de agua. La habitación se estaba comenzando a volver borrosa. Recordando por
qué y quien estaba allí y luchaba, llamó a su último e innato poder. El viento
creó una cúpula protectora y generó una corriente de agua que rodeaba la esfera.
Mientras el mantenía todos aquellos elementos en uno solo y
luchaba por no desmayarse, la última y más joven de los maestros se acercó.
- Estabas
acostumbrado a luchar alternando tus poderes –le susurró dirigiéndole una
sonrisa de ánimo- pero un gran maestro debe estar preparado para combinar todas
y cada una de sus habilidades en una sola que sea capaz de adaptarse a las
necesidades de sus alumnos. ¿Estás preparado dragón?
-
Adelante… -respondió él a duras penas mientras todo a su alrededor se volvía
cada vez más lejano y oscuro.
La joven maestra posó su mano en la cada vez más inestable
esfera y con un golpe sordo añadió el último elemento de la gran prueba.
Tras unos segundos la esfera comenzó a convulsionar agresivamente.
Él notaba el viento huracanado, pero ya no tenía más poder para controlarlo,
estaba utilizado todos y cada uno de sus poderes al mismo tiempo para
reconducir los anteriores elementos, pero cómo poder controlar una explosión
interna.
-Vamos
solo unos segundos más –le chilló el líder mirando su reloj- ¡¡Aguanta!!
-No…
voy a p…
Las sacudidas eran ya imposibles de controlar. Aquella
esfera iba a estallar y no habría vuelta atrás. ¿Y si él no tenía lo necesario?
Si su concentración fallaba de nuevo, no le darían ni una sola oportunidad más.
No, no podía fallar había mucho en juego. Ellos, aquellos en quien su corazón
siempre tenía, debían sentirse orgullosos.
- Vamos
solo un poco más –susurró la anciana.
Un rugido desgarrador se escuchó en cada rincón de la
antigua escuela, seguido de una atronadora explosión que hizo temblar el suelo.
Sus rodillas cayeron pesadamente contra el suelo, respiraba
con dificultad, solo veía sombras a su alrededor y al cabo de unos segundos
oscuridad…
El gran maestro le sostuvo evitando que su cuerpo inconsciente
chocara contra el suelo. El líder miró a sus compañeros.
- ¿Lo
ha conseguido?