El silencio se había apoderado de la sala. Nadie hablaba… ni
siquiera se atrevían a mirarse… no podía ser, no se lo podía creer… ¿todo terminaba
así? ¿Sin despedida? ¿Sin explicaciones? ¿Es que acaso no quedaba nada ya de lo
que un día fue? ¿De todo aquello por lo que habían luchado durante años…?
-Esta
es la realidad muchachos… -comentó la más anciana rompiendo el silencio- no
penséis en más, no busquéis, no preguntéis… esas personas no merecen que os preocupéis
por ellas…
No podía aguantarlo… tenía que hacerlo. Solo era una
aprendiz, pero de ellos había aprendido que nada es verdad, que cada persona
tiene que buscar sus propias respuestas.
-Pero…
no tiene sentido… -su voz sonó temblorosa, tenía miedo- quiero decir… ¿por qué
nos han abandonado así…? ¿Por qué han desaparecido sin decir adiós? Ellos…
ellos siempre han estado ahí cuando los hemos necesitado, ellos nos ayudaron
cuando apenas podíamos hacer nada solos… ellos eran los compañeros más fieles y
valientes del mundo… ¿cómo puede ser verdad que nos abandonan? ¿Por qué
nuestros más experimentados compañeros están desapareciendo? Y… ¿por qué están apareciendo nuevos oficiales
que nunca han estado aquí? ¿Por qué no intentam…?
-¡¡BASTA!!
–Chilló interrumpiéndola- ¡¡Cumple la orden!! Solo os estábamos informando de
la situación. No hagas preguntas… solo escucha, asume y continúa con tu camino.
Jamás volveremos a verlos…
Una fría garra apretó todo su corazón, se sentía confusa,
triste, estaba hecha un lio. Apenas mostró atención a lo que hacía durante el
resto del día… al conocer aquella terrible noticia se sentía muy sola, como si
todas las sonrisas, las promesas, todo lo compartido no hubiera servido para
nada… se sentía traicionada, estafada.
Como un alma en pena caminó por la costera ciudad… apenas se
percataba por dónde iba, que le rodeaba… solo podía pensar en el chillido de su
superior. La brisa marina trajo consigo un pequeño susurro, apenas
imperceptible. Se paró en seco… ¿había escuchado su voz? Una segunda brisa le
revolvió el cabello… otro pequeño susurro… AHÍ, estaba segura que lo había
oído. Se apresuró a la vaya de piedra y cerró los ojos, y por fin llegó la
tercera ráfaga de viento marino “No
desesperes… recuerda que nada es verdad, que todo está permitido”. Sus
rodillas cayeron pesadamente en el rocoso suelo, y por fin sus ojos soltaron
todos aquellos sentimientos… ¿se estaría volviendo loca? ¿Se lo habría
imaginado?
Y todo a su alrededor se ralentizó, no escuchaba nada, ni el
sonido del ajetreo callejero, ni los ladridos de los perros, ni siquiera las
olas del mar… nada. Todo se quedó en silencio, todo salvo el sonido de unos
pasos… toc, toc, toc… miró a su alrededor pero no vio nada… toc, toc… cada vez
más cerca… y al fin lo notó… su mano sobre su hombro. Y todo se detuvo por fin…
y poco a poco comenzó a comprender.
Cómo arrastrada de un profundo sueño, volvió a la realidad…
seguía tirada en la calle, nadie a su alrededor le miraba. Con el corazón a
cien por hora se levantó, y miró a su alrededor… ni rastro, pero… no podía
estar lejos. Y entonces lo vio… entre el bullicio de la gran ciudad, una sombra
con capucha blanca se deslizaba con elegancia, como un fantasma en la nieve,
con el sigilo de una serpiente, con la agilidad de un águila, y con la
seguridad que tanto le caracterizaba.
…
Desapareció tan rápido cómo había llegado… se deslizó por la
primera callejuela a la derecha y luego por la siguiente a la izquierda, se
ajustó la capucha y continuó… dos veces más a la derecha, escaló el edificio
blanco, y una vez en el tejado se transformó para alejarse de ese lugar por una
temporada.
Su ventana seguía abierta… tal y como la había dejado. Con la agilidad y el sigilo de un gato entró,
y volvió en si…
-No
podías evitarlo verdad…
-¡¡POR
DIOS!! –Chilló él- ¡¡Me has asustado!!
-¿Es
esa manera de tratar a una reina?
-Si
cuando entras en mis aposentos con tal descaro, y por supuesto si cuando eres
mi amiga de la infancia… ¡¡MI REEEEIIINA!! –Exclamó con una exagerada e irónica
reverencia.
-¿Por
qué lo has hecho?
Suspiró… y lentamente acercándose de nuevo a la ventana, echó
su capucha hacia atrás dejando visible su pensativo rostro… no había una única
razón.
-Puede…
que para demostrar que nosotros no hemos abandonado a nadie, puede que por
mostrar la verdad de esta situación, o puede que quizás porque no tolero que
hagan daño aquellos que tanta lealtad han mostrado.
-¿Sabes
lo que puedes hacer? Bueno… más bien podemos…
-Unirnos
de nuevo… como en los viejos tiempos…
-¿No te
apetece? –preguntó sonriendo.
-¿Sabes
lo que conllevaría lo que propones? Apenas podemos mantenernos con lo poco que
tenemos…
-¡Sois
una centena entre todos!
-Apenas
tenemos materiales, no contamos con apoyos ni seguridad, no tenemos lugares a
dónde viajar sin que nos intenten sacar a cambio, no tenemos fondos… hacemos lo
que podemos con lo que ten…
-Repito…
-dijo interrumpiendo con su habitual sonrisa- ¿te apetece?
No hacía falta que le viera la cara, sabía que estaba
sonriendo. Ella… la reina central, junto a ella había comenzado hacía tantos
años, junto a ella había hecho su juramento, y ahora…
-¡Eh! –gritó
sonriendo- ¡MENSAJERO!
-¡¿Señor?!
–dijo un segundo desde la puerta.
-Convoca
a todas las tropas, y tráeme a todos los oficiales y los capitanes… -y mirando
de nuevo a la reina central sus labios pronunciaron un posible nuevo comienzo-
Juguemos una vez más compañera… bienvenida a mi humilde gremio.
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