El intenso calor le irritaba los ojos, el sonido de las
llamas agitándose descontroladamente, el olor a ceniza, a carne quemada. Todo
estaba destruido… el castillo, el bosque, los barcos de sus compañeros y amigos,
los archivos, las pruebas, todo…
Sus piernas temblaban, su cuerpo pesaba, estaba lleno de
profundos cortes y moratones. Su boca le escocía, sabía a sangre… tenía el
labio reventado, no se había dado cuenta hasta ese momento, sangraba sin parar
por casi todo el cuerpo, era insoportable, jamás le había costado tanto
mantenerse en pie.
-Maestro…
-la voz de su compañera a su espalda sonaba cansada.
-¿Han
conseguido ponerse a salvo todos?
-Toda
la centena, sí. Solo faltamos nosotros dos.
-Ve…
-¿Cómo?
-Qué
vayas con ellos… ponte a salvo tú también.
-Pero
van a llegar en unos minut…
-Es una
orden… -interrumpió él- lárgate ya.
-No voy
a cumplir esa or…
El viento produjo un estruendoso golpe haciéndola
desaparecer, se había propuesto ninguna baja más y lo iba a cumplir. El sonido
de los cascos de caballo al galopar interrumpió de nuevo el silencio de aquel
escenario de muerte. Incluso él había venido portando una elegante armadura
negra, el señor de esas tierras…
-Pero
mírate… -miedo, confusión, sincera pena eso mostraba el sonido de sus palabras-
apenas te puedes mantener en pie. ¿Qué te han hecho?
-A mí
nada… no se recuperarán nunca de esto lo sabes, ¿verdad?
-Aunque
un día fuéramos enemigos, yo jamás habría querido esto…
-Lo se…
vete tranquilo y sigue gobernando como tú corazón mejor te dicte.
-Puede
que nuestra forma de ver el mundo sea distinta, incluso en ocasiones contraria,
pero… te deseo la mejor de las suertes.
Y se fue, dejando que el sonido de las llamas extendiéndose
volviera a ocupar su corazón. Hacía trece años que había entrado como aprendiz
allí… solo tenía once años, no era el más fuerte, tampoco el más inteligente,
pero aprendió de los mejores maestros posibles. Cada viaje, cada aventura le
ayudaron a llegar a convertirse en una joven promesa, un heredero… y con él
tiempo llegó la primera guerra. Recordaba que sus maestros le habían prohibido
tomar partido, era demasiado joven, perdieron… y todo empezó a derrumbarse,
ciudades enteras quedaron arrasadas y ellos, el mayor foco de fuerza libre
quedó casi devastado. Los pocos maestros supervivientes decidieron desistir,
vivir una vida tranquila y lejana, no volvieron jamás… y él resurgió de sus
cenizas, el más joven de los maestros, un joven pirata que se enfrentó al mundo
solo. La segunda guerra tardó años, supuso muchos sacrificios y lágrimas pero
consiguió la mayor victoria jamás vista en la historia. Él levantó de nuevo un
lugar libre de control, de adoctrinamiento, una ciudad dónde un gremio libre
era capaz de crecer a través del amor, la lealtad, y la libertad. Durante seis
años había sido el maestro de aquel lugar, el heredero de la causa…
-Hola
joven maestro… -la anciana mujer se plantó frente a él.
-Lo has
logrado… felicidades. Todos mis apoyos, mis contactos, todo el trabajo de
tantos años… todo.
-No es
culpa tuya, era cuestión de tiempo…
-Jamás
me arrodillaré ante nadie que no lo merezca.
-Qué
impertinente, -le espetó con asco- eres un iluso, y por eso vas a morir.
-No, iluso no… sois vosotros los
que no entendéis la naturaleza de nuestra labor, el fin de nuestro esfuerzo.
Pase lo que pase aquí y ahora, el único guardián que hay aquí soy yo… aunque en
el fondo estoy seguro que ya los sab…
El frio y doloroso contacto de la espada atravesándole el
corazón le hizo escupir sangre… el afilado puñal se clavó en su cuello como una
aguja. Le temblaban las piernas, su cuerpo le pesaba, las lágrimas de su rostro
solo mostraban una minúscula parte de la angustia que sentía. Ella se alejó
lentamente, no sin antes girarse para lanzarle un último mensaje en una flecha.
Cuando su hombro recibió el afilado golpe, arrancó el pequeño papiro y leyó: “Muere como lo que siempre pretendiste pero
nunca conseguiste ser”.
Y al fin, cuando todo hubo terminado todo su cuerpo calló
inerte en el suelo. Había sido él el heredero de la causa y solo él sería quien
la disolvería.
…
Habían buscado durante horas, entre todos habían conseguido
apagar las llamas, pero todo estaba destruido… no había forma de reconstruirlo.
Ella miraba aterrorizada a todos lados, ¿ya está? ¿Todo acababa así? Y entonces
vio su cuerpo… tirado en lo poco que quedaba de verde hierba.
-¡Lo he
encontrado! –Gritó mientras bajaba corriendo la ladera- ¡Está aquí!
¿Estaría...? No… en sus viajes había aprendido a apartar
esos pensamientos, era el momento de actuar, no de tener miedo. Su mano le dio
la vuelta y sus ojos encontraron su verde mirada. Apenas estaba consciente pero
compuso una sonrisa.
-Creyeron…
-tosió y tosió, la sangre de su boca salpicó la verde alfombra- creyeron que podrían
matar a tú guardián…
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