domingo, 4 de octubre de 2015

La brecha del viento



El viento sopló haciendo crujir la vieja madera. La luna, fiel madre de la noche, se alzaba voluptuosa como guardiana de todas las estrellas del firmamento. Las olas, revolucionaban con su refrescante espuma la vieja playa. Ella, una de las más poderosas diosas para los hombres, se acercó lentamente y le observó. Parecía cansado, triste, solo… los verdes ojos de ese joven reflejaban muchas cosas, y aun a pesar de todo él seguía allí, sentado en la arena.... mirando el horizonte, con su pelo largo y su barba poblada. ¿Quién podría imaginar que solo hace unos días ese hombre había osado exigirle respuestas?
                -Estás muy callado, según tengo entendido alguien te espera esta noche.
                -Ha llegado un mensajero… nuestros enemigos vuelven a armarse una vez más.
                -Bueno… -contestó  ella tras unos segundos eternos- ese es tu cometido…
                -No… mi cometido es enseñar, no estar peleándome por el bien de las personas siempre. Estoy cansado… cansado de alianzas que se rompen, de personas que cambian sus principios como simples monedas, harto de resolver conflictos… por Dios compañeros son ahora enemigos y el antiguo enemigo ahora es compañero, estoy cansado de este mundo al revés, de injurias contra alguien que solo busca educar a la esperanza de este mundo podrido, harto de ilusiones que se pierden, de personas que te decepcionan… empachado de golpes que podrían arrancar de cuajo el corazón de un hombre, de ver cómo aquellos por los que tanto luchaste y amaste son capaces de volverse en tu contra. Ni siquiera… se me permite una noche de placer, una comida tranquila, un sueño reparador, nada…
                -Y ¿qué piensas hacer para ser digno de ello humano?
                -Nada… -el cansado sonido de su voz le hizo temblar.
                -¿Nada?
                -Nada… ya basta… puede que no sea tan bueno como todos creen, que no tenga el potencial adecuado, el poder para hacerlo… que no sea tan especial como se espera. No puedo… no quiero cargar con más… necesito sentir placer, alivio, quiero poder dar un paso sin que medio mundo tenga que ponerme un punto de mira entre ceja y ceja.
                -¡¡Un mero hombre no puede decidir eso!! –exclamó ella con rabia.
Permaneció en silencio... acariciando los restos de un viejo barco destrozado. Sin mirarla... sin percatarse ni siquiera de ese rojizo tono lunar que ahora brillaba en el cielo nocturno y tantos años había esperado ver.
                -Por culpa de todo esto, yo ya no soy un hombre cualquiera…

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