El viento sopló haciendo crujir la vieja madera. La luna,
fiel madre de la noche, se alzaba voluptuosa como guardiana de todas las
estrellas del firmamento. Las olas, revolucionaban con su refrescante espuma la
vieja playa. Ella, una de las más poderosas diosas para los hombres, se acercó
lentamente y le observó. Parecía cansado, triste, solo… los verdes ojos de ese
joven reflejaban muchas cosas, y aun a pesar de todo él seguía allí, sentado en
la arena.... mirando el horizonte, con su pelo largo y su barba poblada. ¿Quién
podría imaginar que solo hace unos días ese hombre había osado exigirle
respuestas?
-Estás
muy callado, según tengo entendido alguien te espera esta noche.
-Ha
llegado un mensajero… nuestros enemigos vuelven a armarse una vez más.
-Bueno…
-contestó ella tras unos segundos
eternos- ese es tu cometido…
-No… mi
cometido es enseñar, no estar peleándome por el bien de las personas siempre. Estoy
cansado… cansado de alianzas que se rompen, de personas que cambian sus principios
como simples monedas, harto de resolver conflictos… por Dios compañeros son
ahora enemigos y el antiguo enemigo ahora es compañero, estoy cansado de este
mundo al revés, de injurias contra alguien que solo busca educar a la esperanza
de este mundo podrido, harto de ilusiones que se pierden, de personas que te
decepcionan… empachado de golpes que podrían arrancar de cuajo el corazón de un
hombre, de ver cómo aquellos por los que tanto luchaste y amaste son capaces de
volverse en tu contra. Ni siquiera… se me permite una noche de placer, una
comida tranquila, un sueño reparador, nada…
-Y ¿qué
piensas hacer para ser digno de ello humano?
-Nada…
-el cansado sonido de su voz le hizo temblar.
-¿Nada?
-Nada…
ya basta… puede que no sea tan bueno como todos creen, que no tenga el
potencial adecuado, el poder para hacerlo… que no sea tan especial como se
espera. No puedo… no quiero cargar con más… necesito sentir placer, alivio,
quiero poder dar un paso sin que medio mundo tenga que ponerme un punto de mira
entre ceja y ceja.
-¡¡Un mero
hombre no puede decidir eso!! –exclamó ella con rabia.
Permaneció en silencio... acariciando los restos de un viejo
barco destrozado. Sin mirarla... sin percatarse ni siquiera de ese rojizo tono lunar que ahora brillaba en el cielo nocturno y tantos años había esperado ver.
-Por
culpa de todo esto, yo ya no soy un hombre cualquiera…
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