La constante y ruidosa melodía de los músicos y trovadores callejeros le
hizo apretar aún con más furia los dientes. Su cabeza, su cuerpo y su corazón
ardían. No podía controlar esa sensación, era como si un cuervo le estuviera comiendo
las entrañas poco a poco sin saciarse. Le estaba superando, en cada centímetro
de su cuerpo notaba su poder fluir con fiereza. Sin aguantarlo más se arrodilló
y encogiéndose sintió cómo en su interior el fénix se tornaba a su forma
primigenia.
Dos finas lágrimas precedieron al intenso grito de furia y a la enorme ráfaga
de fuego que silenció en un instante toda la ciudad central. Su mente quedó en
blanco al sentir un sordo golpe de viento y verle allí en medio apagando su
fuego con un brusco movimiento de su brazo. Portando su vieja armadura de
capucha blanca, la que él también había portado hacía tanto tiempo, él joven
dragón se lanzó contra él sin dudarlo un instante.
Cuando sus puños chocaron una intensa ola de viento ardiente se extendió un
kilómetro a la redonda sepultando la ciudad entera bajo una impactante nube de ceniza.
Absorbiendo el calor del ambiente lanzó un segundo ataque. El dragón
sorprendido por la fuerza del impacto al bloquear el golpe con su brazo, perdió
el equilibrio inconscientemente. En su caída pudo observar una serie de
lágrimas desprenderse del rostro de su fiel amigo. Concentrando toda la
intensidad del fuego que ahora salía de sus venas abrasándole, el caballero del
fénix acompañó un tercer puñetazo de un rugido aún más aterrador que el
anterior.
El golpe acertó de lleno en el pecho del dragón y el cuerpo del atacante
acabó por cubrirse por completo de llamas a causa de su intenso dolor.
Repentinamente el joven dragón agarró el brazo de su compañero y atrayéndolo
para sí, lo abrazó.
-Hazlo… -el
sorprendido caballero miró a su amigo, aún a pesar de las quemaduras él no le
soltaba y compartiendo sus lágrimas le sonreía.
-Debería haber sid…
-Hazlo.
-Tendría que haber sabi…
-Hazlo.
-Pero ¿y si…?
-Yo te llevaré a un
lugar seguro –le interrumpió el dragón por última vez.
Tras otro sordo golpe de viento, sin poder aguantarlo ni un segundo más un
tercer chillido daría paso al más fuerte y peligroso ataque. Una implacable
esfera de fuego surgió del cuerpo del fénix cubriendo todo a su paso,
produciendo la más potente de las explosiones en la tierra.
Tras unas horas bajo el sepulcral silencio de aquel desierto de ceniza, el
guerrero del fénix se percató de dónde se encontraba. Allí el dragón casi había
muerto hacía mucho tiempo. Las cenizas que él pisaba en ese momento no eran
sino el resultado de un incontrolable dolor del pasado.
-¿Ves hermano? –le dijo
a su espalda el dragón.
Al girarse lo vio allí a su lado, tendiéndole su magullada mano. Su atuendo
de capucha blanca estaba completamente destrozado y ennegrecido, su cuerpo
lleno de quemaduras y bajo el peto del pecho se podía ver una seria herida
sangrante. Sin embargo, en sus ojos verdes no había dolor, ni miedo, ni
resentimiento, había lealtad…
-Siempre juntos –repuso
el dragón sonriéndole.
-Siempre… -contestó el
fénix aceptando su mano.