miércoles, 18 de abril de 2012

Supervivencia


Aún puedo visualizar, la desilusión que producía llegar a ese lugar por la mañana. Su aspecto gris, casi negro, te producía ese agujero en el estómago insoportable, todavía hoy lo siento cuando paso por allí cerca. No comprendía porque en tan solo unos meses, el simple hecho de desplazarme unos pocos edificios, podría afectar a la forma de labrarte un futuro.

En fin, tras un par de meses, ya sabía que no entraba para aprender, sino que para observar la injusticia, en plena cara. En poco tiempo descubrí, que los de la mesa grande, los que deberían dar ejemplo, eran los causantes de esta situación. A ellos, les daba igual como fueras,  lo que intentaras, lo que aprendieras,  a ellos solo les importa su paga mensual. Otros sin embargo inmersos en esa rivalidad de hace años, solo necesitaban saber de donde venias. Nada más. Unos pocos, contados con los dedos de una mano, ejercían su deber. Me hicieron dudar muchas veces de mi verdadero sitio, y de cual era mi lugar. Sus artimañas no pudieron conmigo, pero si con la gente de mi alrededor, la cual fue disminuyendo su respeto y confianza. ¿Qué podía hacer yo?

Solo una cosa, se mantuvo en mi mente como solución: seguir adelante, firme, con decisión, daba igual cuantas veces cayera, y cuantas me intentaran rematar, siempre me levantaba. No les daría la satisfacción de derrotarme, sin duda conmigo no pudieron. La lucha duro tiempo, quizá demasiado. Pero me levante triunfante, demostré quien era, de que pasta estaba hecho, y cual era la verdadera razón de mi situación.

Tras salir de ese sitio gris, todo empezó a mejorar poco a poco, y pasado un tiempo, decidí entrar de nuevo. No me recibieron, no se atrevieron a salir y mirarme a los ojos. Desde la puerta me comunicaron que debía marcharme. No fue como me esperaba, pero me marché con una sonrisa de satisfacción que hacía mucho que no tenía. Todo había acabado, era momento de empezar de nuevo en otro lugar en el que sin duda, todavía hoy me alegro de estar.


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