Todos estaban reunidos alrededor de la gran mesa. Grandes
guerreros, famosos en todo el mundo por sus grandes batallas. Todos y cada uno
eran los más fuertes, violentos, y poderosos. No había nada ni nadie que
pudiera hacerles frente, lo tenían todo: dinero, poder, lujos, y más esclavos
de los que podían llegar a contar.
-¡Esto
ya no es vida! –Exclamó el más veterano de todos- Logramos derrotar a los
elementos, a la magia, e incluso a Dioses.
-Ya no
queda nada con lo que saciarnos, -comenzó el más rico- no hay nadie más
poderoso que nosotros.
-Necesito
algo para saciar mi sed de sangre –dijo el más violento.
-Opto
por utilizarles a ellos –comentó el más fuerte con una sonrisa irónica.
-¿A los
esclavos? ¿Qué os parece una lucha a muerte entre todos?... y de premio nos
inventaremos algo efímero –propuso el más cruel.
-Rompería
con su rutina de pobreza y servidumbre, nos divertiría, y podríamos extenderlo
durante años. –Comentó pensativo el más poderoso- Sea pues.
Pasaron solo un par de semanas, y la capital se llenó de
gente de todos los reinos del mundo. Unos querían ver el gran acontecimiento,
otros querían probar su capacidad para ser uno de ellos. Todos querían saber
qué era el gran premio, y quién sería el que se lo llevaría.
Las puertas de la gran arena se abrieron. Más de 5000
participantes armados con el arma elegida entraron, y miraron al palco.
-¡QUÉ
CIERREN LAS PUERTAS! –Exclamó el veterano.
-SOLO
UNO DEBERÁ QUEDAR EN PIE –Chilló el fuerte.
-¡SOLO EL
CAMPEÓN SERÁ DIGNO DEL GRAN PREMIO! –Exclamó el cruel.
-QUE SE
MATEN YA –Farfulló el Agresivo.
En cuestión de segundos, en la arena comenzó a sonar el
sonido de la lucha. Espadas chocadas, gritos, flechas clavadas, el sonido de la
sangre, tridentes clavados, el sordo golpe de los cuerpos al caer, tan cruenta
era la batalla que durante horas, los cadáveres se fueron acumulando en la arena,
hasta el punto de tener que luchar pisando sobre los desafortunados. Cuantos
más caían más reían los dueños del mundo.
Todos reían, todos salvo el poderoso. No había sonreído en
todo el día, solo observaba con una expresión seria en la cara. “Solo quedaban
la mitad aproximadamente” pensaba sin mudar el gesto.
Entre tanta lágrima, gritos, y muerte, surgió el grito que
silenció los palcos.
-¡¡QUÉ
ES EL PREMIO!!
Un joven, pelo castaño, y ojos claros, delgado, sin musculatura,
sin apenas armadura. Solo una espada, y un escudo de madera. El silenció reinó
en la arena, los esclavos dejaron de pelear, el palco dejó de hablar. El
poderoso, se revolvió en su asiento “Un solo muchacho, ha detenido la lucha, y
ha callado a todo un estadio”. El cruel, con su sonrisa irónica se adelantó.
-El
premio es el Coraje…
-¿Qué
es Coraje? –Preguntó el joven confuso.
-Coraje
es… -comenzó el fuerte pensativo, sin duda se lo iba a inventar- un valor que
te hará incluso tan fuerte como yo.
-Te
hará ser temido por tus enemigos y respetado por tus amigos –inventó el más
agresivo.
-Con el
tiempo te hará tan sabio como yo –dijo el veterano entre risas.
-Te
ayudará a luchar por tus deseos, y demostrarle a los otros que tú no eres un
esclavo –inventó el cruel ansioso de ser partícipe de la treta.
El poderoso, se mantuvo en silencio, tenía un mal
presentimiento, algo estaban haciendo mal. ¿Por qué un muchacho podía parar
toda una batalla a muerte?
Todos los luchadores se miraron unos a otros. El muchacho
pensativo, levantó su mirada al palco.
-¡¡Vamos
continua luchando, si quieres poseer este magnífico poder!! –Exclamó el más
cruel de nuevo.
El muchacho miró a los luchadores, y volviendo a mirar al
palco respondió:
-Me acabáis
de dar ese poder.
Todos y cada uno de los luchadores, saltaron hacia las
gradas. Los grandes guerreros, hábiles y experimentaron fueron a su encuentro.
El fuerte mataba a diez por segundo, el veterano esquivaba golpes, el cruel
engañaba a unos pocos, el agresivo amenazaba y asustaba a otros tantos, pero
él, el hombre más poderoso, se quedó allí sentado observando. El primero en
caer fue el fuerte, después el veterano, el agresivo, el cruel, eran
demasiados.
“Ese fue nuestro
error, no darnos cuenta de que somos iguales. Por mucho oro, joyas, fuerza,
crueldad, o poder, siempre seremos iguales que ellos, HUMANOS. Nos hemos
inventado un poder, vacío, no físico, un poder a nuestro entender ilógico. Sin
darnos cuenta de que hemos sido creadores del principio del verdadero mundo, un
mundo en el que existe algo llamado CORAZÓN, algo que nosotros no hemos sabido
encontrar en nuestras vidas”
El hombre más poderoso de la tierra no se movió cuando el
joven de ojos claros, y pelo castaño, le cortó la cabeza de un golpe. Sabía
quién había sido el verdadero perdedor. Él MISMO.