domingo, 12 de enero de 2014

El origen



Todos estaban reunidos alrededor de la gran mesa. Grandes guerreros, famosos en todo el mundo por sus grandes batallas. Todos y cada uno eran los más fuertes, violentos, y poderosos. No había nada ni nadie que pudiera hacerles frente, lo tenían todo: dinero, poder, lujos, y más esclavos de los que podían llegar a contar.
                -¡Esto ya no es vida! –Exclamó el más veterano de todos- Logramos derrotar a los elementos, a la magia, e incluso a Dioses.
                -Ya no queda nada con lo que saciarnos, -comenzó el más rico- no hay nadie más poderoso que nosotros.
                -Necesito algo para saciar mi sed de sangre –dijo el más violento.
                -Opto por utilizarles a ellos –comentó el más fuerte con una sonrisa irónica.
                -¿A los esclavos? ¿Qué os parece una lucha a muerte entre todos?... y de premio nos inventaremos algo efímero –propuso el más cruel.
                -Rompería con su rutina de pobreza y servidumbre, nos divertiría, y podríamos extenderlo durante años. –Comentó pensativo el más poderoso- Sea pues.
Pasaron solo un par de semanas, y la capital se llenó de gente de todos los reinos del mundo. Unos querían ver el gran acontecimiento, otros querían probar su capacidad para ser uno de ellos. Todos querían saber qué era el gran premio, y quién sería el que se lo llevaría.
Las puertas de la gran arena se abrieron. Más de 5000 participantes armados con el arma elegida entraron, y miraron al palco.
                -¡QUÉ CIERREN LAS PUERTAS! –Exclamó el veterano.
                -SOLO UNO DEBERÁ QUEDAR EN PIE –Chilló el fuerte.
                -¡SOLO EL CAMPEÓN SERÁ DIGNO DEL GRAN PREMIO! –Exclamó el cruel.
                -QUE SE MATEN YA –Farfulló el Agresivo.
En cuestión de segundos, en la arena comenzó a sonar el sonido de la lucha. Espadas chocadas, gritos, flechas clavadas, el sonido de la sangre, tridentes clavados, el sordo golpe de los cuerpos al caer, tan cruenta era la batalla que durante horas, los cadáveres se fueron acumulando en la arena, hasta el punto de tener que luchar pisando sobre los desafortunados. Cuantos más caían más reían los dueños del mundo.
Todos reían, todos salvo el poderoso. No había sonreído en todo el día, solo observaba con una expresión seria en la cara. “Solo quedaban la mitad aproximadamente” pensaba sin mudar el gesto.
Entre tanta lágrima, gritos, y muerte, surgió el grito que silenció los palcos.
                -¡¡QUÉ ES EL PREMIO!!
Un joven, pelo castaño, y ojos claros, delgado, sin musculatura, sin apenas armadura. Solo una espada, y un escudo de madera. El silenció reinó en la arena, los esclavos dejaron de pelear, el palco dejó de hablar. El poderoso, se revolvió en su asiento “Un solo muchacho, ha detenido la lucha, y ha callado a todo un estadio”. El cruel, con su sonrisa irónica se adelantó.
                -El premio es el Coraje…
                -¿Qué es Coraje? –Preguntó el joven confuso.
                -Coraje es… -comenzó el fuerte pensativo, sin duda se lo iba a inventar- un valor que te hará incluso tan fuerte como yo.
                -Te hará ser temido por tus enemigos y respetado por tus amigos –inventó el más agresivo.
                -Con el tiempo te hará tan sabio como yo –dijo el veterano entre risas.
                -Te ayudará a luchar por tus deseos, y demostrarle a los otros que tú no eres un esclavo –inventó el cruel ansioso de ser partícipe de la treta.
El poderoso, se mantuvo en silencio, tenía un mal presentimiento, algo estaban haciendo mal. ¿Por qué un muchacho podía parar toda una batalla a muerte?
Todos los luchadores se miraron unos a otros. El muchacho pensativo, levantó su mirada al palco.
                -¡¡Vamos continua luchando, si quieres poseer este magnífico poder!! –Exclamó el más cruel de nuevo.
El muchacho miró a los luchadores, y volviendo a mirar al palco respondió:
                -Me acabáis de dar ese poder.
Todos y cada uno de los luchadores, saltaron hacia las gradas. Los grandes guerreros, hábiles y experimentaron fueron a su encuentro. El fuerte mataba a diez por segundo, el veterano esquivaba golpes, el cruel engañaba a unos pocos, el agresivo amenazaba y asustaba a otros tantos, pero él, el hombre más poderoso, se quedó allí sentado observando. El primero en caer fue el fuerte, después el veterano, el agresivo, el cruel, eran demasiados.
Ese fue nuestro error, no darnos cuenta de que somos iguales. Por mucho oro, joyas, fuerza, crueldad, o poder, siempre seremos iguales que ellos, HUMANOS. Nos hemos inventado un poder, vacío, no físico, un poder a nuestro entender ilógico. Sin darnos cuenta de que hemos sido creadores del principio del verdadero mundo, un mundo en el que existe algo llamado CORAZÓN, algo que nosotros no hemos sabido encontrar en nuestras vidas”
El hombre más poderoso de la tierra no se movió cuando el joven de ojos claros, y pelo castaño, le cortó la cabeza de un golpe. Sabía quién había sido el verdadero perdedor. Él MISMO. 

miércoles, 8 de enero de 2014

El lobo de fuego.



La pequeña ciudad amanecía con una belleza única. Desde la ventana, ya se percibía. Por primera vez en mucho tiempo, era una mañana tranquila, no más exigencias, no más problemas familiares. El noble, apoyó la cabeza contra el cristal, y suspiró aliviado. Si aún estuvieran en guerra, no habría podido dedicarse a los problemas de sus tierras y familiares.
Unos golpes en la puerta, le mandaron de vuelta al pequeño salón. De forma elegante, giró su cuerpo, sin esperar en absoluto, que él entrara por esa puerta. ¡ÉL! ¿Qué hacía de allí? Después de intentar negarle su derecho a heredar su legado, de tratar sus aspiraciones como burlas, después de haberle negado su ayuda cuando más lo necesitaba, después todo el daño que la familia le había hecho, se encontraba allí delante, sin ropas de viaje, sin uniforme, sin armas, con un simple atuendo.
                -Has venido…
                -Digamos que he querido darme un respiro. –Su voz y sus ojos habían cambiado con el paso de los años.
                -Después de todo… has vuelto… ¿Por qué?
                -Porque creo que esa quemadura que cubre vuestra cara, es suficiente castigo.
Lentamente, toco la arrugada piel rosada de su cara… era verdad, toda la familia había llegado a comportarse de una manera atroz con él, solo porque pretendía seguir su sueño. Le habían cargado con un peso demasiado grande para una persona, llegando a intentar destruir todo su esfuerzo. Aún podía recordar cómo el fuego les quemo sus rostros, tras dañarle. Esa noche, había sido la última vez que lo habían visto, herido, agotado, destrozado, pero decidido a continuar. Y ahora en cada rincón de la nación, se conocía al joven capitán que con su tripulación, lideró la rebelión contra un gobierno podrido.

                -Me he enterado que has tomado el mando de la situación aquí, y has ayudado a…
                -Sí, no podía dejarles a su suerte.
                -Gracias por…
                -No, –le cortó el noble, era absurdo que ÉL diera las gracias después de todo- los que tendríamos que darte las gracias somos nosotros, y pedirte perdón avergonzados. Gracias a ti estamos en paz. Debimos creerte, debimos apoyarte, debimos confiar en ti. Sé que ahora es muy tarde pero… vigilaré la ciudad por ti.
                -Yo, no soy de aquí, mi familia es mi tripulación. Soy un pirata. Pero admiro el gesto, y aceptaré de buen grado utilizar la ciudad cuando la necesite.
                -Sea pues… somos de la misma sangre.
                -Eso no dice nada… pero gracias –dijo dando media vuelta, sonriendo satisfecho, y centrando su futuro descansó en la blanca playa.