domingo, 19 de abril de 2015

Ronda final



La lluvia golpeaba la piel como si de flechas se tratara, el fangoso suelo dificultaba cualquier tipo de movilidad, y el sonido del choque de las espadas provocaba dolor de cabeza. El entrenamiento era duro incluso para él. Todos entrenaban como siempre, juntos…  pues la única manera de hacerte fuerte es llevando tu cuerpo y mente más allá de nuestros propios límites. Así era como sus compañeros en el entrenamiento, los más leales, por los que solo él apostó, aquellos que un día fueron sus pequeños alumnos, se habían convertido en los guerreros que ahora combatían frente a él. Con cada entrenamiento, con cada viaje, con cada lucha, se habían hecho más y más fuertes, estaban listos para la última prueba, sabía que de una forma u otra podrían afrontarla sin problemas.
                -¡¡Busco al dueño del castillo!! –la voz resonó en todo el patio.
                -Este castillo no tiene dueño,  tiene dueños… -respondió él saliendo del barro.
                -¿Tú eres el dueño? –preguntó con impaciencia el mensajero.
                -¿Yo? No… no soy el dueño de nada ni de nadie, yo solo soy uno de los maestros del pueblo.
                -Pues toma… una extraña mujer encapuchada me pago para traerlo hasta aquí -dijo entregando el sobre con cierto alivio, y dando media vuelta hacia su próxima entrega.
                -¿Qué es? –uno de sus compañeros había aparecido a su espalda.
                -Una carta con el antiguo sello… -dijo él abriéndola y leyéndola.
Dos finas lágrimas comenzaron a caer por su sudado y sucio rostro. Sus rodillas tocaron el suelo, sus dedos soltaron el pequeño mensaje, y su cuerpo calló pesadamente. Levantó su mirada hacia los futuros miembros, aun entrenando… no podía ser, no se lo creía…
                -“No solo te esperamos a ti, también a aquellos que más proteges…” –leyó su compañero tras recoger el mensaje del suelo- pero… eso quiere decir…
                -Sí, que nuestro último deseo se ha cumplido… -dijo él sin poder contener las lágrimas de emoción.
                -Nadie os puede separar amigo… es algo que se nota nada más veros. Felicidades compañero… has conseguido lo que nadie habría podido hacer.
                -Ellos, ellos son los autores de esta hazaña… están listos para la última prueba.
                -Si… y creo que van a arrasar -respondió su compañero con una sonrisa.


jueves, 9 de abril de 2015

All together



El tímido calor primaveral y la inocente caricia del viento abrazaban por primera vez al pequeño pueblo. El sol brillaba con fuerza pero sin intensidad, era un día perfecto para estar bajo la sombra de un árbol, para disfrutar y descansar. Incluso él, sentado en el tejado de la torre más alta del pequeño castillo se había permitido el lujo de dormir pequeños intervalos. Se estaba tan bien allí arriba…
                -A qué otro loco se le ocurriría subir aquí arriba más que a ti –su voz era inconfundible para él, su compañero, su amigo, siempre con esa sonrisa pícara, cuánto le admiraba- es la hora, ya solo quedo yo.
                -Es el sitio perfecto, se puede ver cada rincón del pueblo, toda la playa, y al mismo tiempo estoy en casa.
                -Sigues oteando el horizonte en tiempos de paz –repuso su amigo con una sonrisa.
                -No es una paz que me guste… hay algo que no me huele bien, lo sabes... ¿verdad?
                -Vamos… en cuestión de días has reunido a tu ejército, te has enfrentado a todos los invasores, y has podido evitar más de una lucha sin sentido. Además, ¡¡mira este sitio!! Hace meses era un lugar frio y abandonado, y ahora veo vida… joven sí, pero una vida fuerte. El pueblo prosperará rápido estoy seguro.  Puede que perdiéramos y perdamos cosas por el camino, pero gracias a la acción de todos  y cada uno, hemos conseguido que una vez más que lo que parecía imposible fuera real.
                -Ha sido real gracias a vuestro apoyo…  a vuestra confianza.
                -Para eso estamos hermano…
                -Si… -repuso él sonriendo.
                -Estarás bien, eres fuerte y has entrenado a los mejores compañeros de la tierra. Además a tu lado estarán grandes amigos.
                -Si… les debo la vida, y los quiero con locura…
                -¡Es hora de irme! –Exclamó levantándose- No olvides que estamos cerca si nos necesitas.
Y sin decir nada más se dejó caer. Una vez hubo llegado al suelo, emprendió su camino hacia la playa. No miró atrás, solo caminó seguro, y recto. Cuánto admiraba esa determinación, su confianza y lealtad, incluso con sus propias guerras, él, uno de sus mejores aliados, nunca había dudado en acudir a su llamada. Era cierto, habían ganado, quizá no habían conseguido todo, pero habían ganado y sin tener que sacrificar a nada ni a nadie. Todo había sido gracias a ellos, a todos y cada uno. Puede que aún quedaran muchas más cosas por llegar, pero todos juntos volverían a superarlo.
                -¡EEEEEEH, IDIOTA! –Le gritó él desde su tejado…

“Gracias por todo…”susurró mientras él le correspondía a su llamada.