La suave brisa le sobresaltó. Levantando una vez más la cabeza, aún de rodillas miró a sus oponentes. Había esperado muchos años para enfrentarse a tales enemigos. La última vez, aquellos espectros le habían dejado medio muerto. Le habían hecho dudar de qué estaba bien y qué mal, de qué era realmente la justicia e incluso de la propia condición humana. Aquellas sensuales sombras no eran más que los fantasmas del pasado que su propia contraparte había creado a partir de él.
Durante años había huido de ellas, las había evadido, evitado e incluso
llegados a un punto había llegado a esquivar sus ataques directos. Pero cuando ya las hubiera contraatacado, él
había cometido el error de escucharlas y dudar. Miedo, dolor, desesperación, y
odio. No les había puesto nombre, pero eso era lo que representaban. De forma
indirecta, existían por su culpa.
-Así que estás vivo –susurró
una voz a su espalda.
Sí, no necesitaba girarse para saber que ese oscuro dragón estaba tras de
sí. Limpiándose un poco de sangre de la
cara, el joven dragón se levantó lentamente y le encaró. Su cuerpo le dolía,
pero sus heridas no eran graves.
-Deja que adivine –comenzó
el dragón de las sombras mirándolo con una expresión de asco- los nuevos
guardianes de los elementos ¿verdad? No espera, has ido al castillo blanco. No…
los nuevos capitanes piratas o quizá los guerreros de la ciudad central. Da igual,
no importa cuánto aprendas o de quien lo aprendas, nunca podrás hacerme frente.
Cuanto más brillante seas tú, más oscuro seré yo.
-Eres repugnante –dijo
el dragón escupiendo sangre a sus pies-. Me avergüenzo de ti. Y es hora de que
te vayas para siempre.
Con la velocidad del rayo, el dragón de la sombra se puso tras él y le golpeó
en la espalda. Antes de que el joven guerrero pudiera siquiera gritar, las
cuatro sombras se lanzaron una andanada de flechas negras. Cayendo de nuevo sobre
una rodilla, el dragón de la sombra le propino una patada en la cara,
haciéndole caer boca arriba en aquella oscura calle de la ciudad de la luz. Sentándose
sobre él, el dragón oscuro comenzó a perder la paciencia. Sentía todo su dolor
y cansancio, nunca habían sido tan grandes, ¿cómo podía mantenerse aún ese
estúpido con vida? Apretando los dientes con más furia que nunca, comenzó a
propinarle puñetazos en la cara.
-¡Vamos! –Exclamó tras
un puñetazo-¡Muérete!-le espetó mientras le propinaba el siguiente- ¡Muere hijo de puta! ¡Muere de una vez! –aquel oscuro callejón quedó unos
segundos en silencio mientras el cada vez más furioso dragón asimilaba lo que
estaba viendo-. ¡¿¡POR QUÉ SONRÍES ESTÚPIDO!?!
El silencio dio paso a un suave sonido. Una melodía. Una música que poco a
poco aumentaba de volumen y comenzó a retumbar entre las paredes de los oscuros
edificios. El sonido de unos pasos se unió a los de la música, era increíble
como cada uno seguía el ritmo de la sinfonía. Con cada paso, una sombra emitía
un chillido infernal y estallaba convirtiéndose en una negra pasta en dirección
a la cloaca más cercana.
-Sonrío –comenzó el
joven dragón agarrando el brazo de su oscuro némesis con su garra-, porque por
mucho que me ataques jamás podrás volver a herirme. Sonrío porque he
descubierto tu debilidad.
Sin previo aviso, la melodía cesó y un par de cuchillos golpearon el pecho
del oscuro ser haciéndole caer de bruces. De entre las sombras una
hermosa joven bajo una capucha blanca, se acercó al joven dragón de ojos verdes
y le ayudo a levantarse.
-Se lo que estás
pensando –dijo el joven dragón antes de que su contraparte pudiera hablar-.
Quieres saber quién es y cómo conseguir ese poder. Te diré una cosa –continuó
él sonriéndole-, este no es ni un cuarto de su verdadero poder.
Al ver como las manos de la joven comenzaban a iluminarse y se acercaban al
joven guerrero, el dragón de las sombras no lo dudó ni un segundo y convertido
en bestia intentó lanzarse al cielo nocturno.
El trueno acudió a su llamada y paralizó al oscuro dragón. Con un sordo
golpe de viento se deslizó frente a él y agarrándole la cara con fuerza le
obligó a mirarle a los ojos. El oscuro dragón rió.
-Da igual que me derrotes,
yo nunca moriré. ¿No lo entiendes verdad? Yo no estaría aquí sin ti, y jamás me
iré sin que tú te vayas antes. Estamos destinados a luchar constantemente.
-Lo sé –y emitiendo un
rugido sus brazos se escamaron tornándose un verde esmeralda, mientras su
cuerpo emanaba las flamas azuladas que un día su maestro portó-, sé que no
puedo destruirte. Pero si dominarte.
Su oscuro némesis miró a la joven muchacha que sonriendo ahora posaba una
brillante mano sobre el hombre del joven dragón, y comprendiendo mientras su
cuerpo desaparecía, emitió su último rugido de furia.
-Ya no serás algo de
mí –susurró el dragón observando sus venas-. Serás parte de mí.
Dedicado a aquellas personas que nos quieren tal y como somos, y nos enseñan la mejor versión de nosotros mismos.