Una pequeña gota de sangre recorrió su frente con lentitud. Una
vez se hubo deslizado a través de su pupila izquierda, se limpió y escupiendo,
volvió a mirar una vez más a los dragones que se hallaban junto a él.
-¿Por qué
un dragón de tu talento decide frenar su ascenso y apartarse del frente de
batalla? –dijo aquella que tiempo atrás le había abierto las puertas del
castillo.
-¿No se
supone que soy completamente libre para decidir cuándo entrar en batalla?
-Es un
cobarde, -intervino otra de las más experimentadas- un egoísta. Al no haber
conseguido el rango de dragón celestial a la primera, ha decidido abandonarnos.
-¡Al
cuerno con vuestros rangos! –contestó él bajo su capucha blanca- Me debéis la
mitad de lo que tenéis aquí. Y no tengo porque daros ninguna explica…
-¡NOS
ATACAN! –Gritó el guardia desde la almenara.
Una vez subieron a la torre más alta pudieron ver cómo una
impresionante serpiente llameante procedente de miles de antorchas se acercaba
desde las montañas. El dragón sonrió y sin dudar invocando unas pequeñas
esferas de fuego púrpura, encerró al resto de dragones, los cuales paralizados
le miraron con furia.
-¿¡¿QUÉ
CREES QUE ESTÁS HACIENDO TRAIDOR?!? –dijo la dragona celestial del fuego.
-Es un
poder muy similar al de uno de los nuevos capitanes piratas –intervino otro con
furia.
-
¿Quién crees que educó a ese pirata? Podemos seguir enfrentándonos durante
otros tres días y el resultado siempre seguirá siendo empate. Me llamáis
cobarde por abandonar las filas delanteras, cuando durante estos últimos años
he sido el único de todos vosotros que ha defendido el castillo y recuperado
todo el territorio perdido. Sé que algunos aun no habéis visto mi poder y
tacháis de cobardía el simplemente ser un hombre libre. Pues bien, aquí tenéis
una victoria más a mi cuenta antes de marchar, nos veremos pronto.
-¿¡¿QUÉ
HACES INSENSATO TU SOLO Y SIN LA ARMADURA NO PODRÁS CON…?!?
Su voz quedó interrumpida por el graznido del halcón
lanzándose en picado. Antes de tocar el suelo su cuerpo se tornó en lobo y se
internó en el bosque.
En cuestión de minutos, el ejército hubo llegado prácticamente
a los terrenos exteriores del castillo. Todas las tropas se hallaban en
silencio, alertas, pero confiadas por haber llegado tan lejos sin apenas
oposición. Sin dudarlo, salió de entré los matorrales y tornando su cuerpo al
del oso embistió a la primera línea de soldados. Ya en su forma humana, esquivó
la estocada del siguiente enemigo y llamó a la tormenta. En cuestión de
segundos, los huracanados vientos habían arrastrado a todo el ejército a sus
pies, formando un gran círculo de enemigos a su alrededor. Sonriendo bajo su
capucha, con un sordo golpe de viento en el suelo se elevó unos metros y sin un
ápice de duda, llamó al poder de su maestro y al trueno al mismo tiempo. Una
llama de fuego azulado cubrió su ahora escamado brazo izquierdo y una vez
comenzó el descenso de su salto, un implacable relámpago le alcanzó desde el
oscuro cielo. Emitiendo un desgarrador rugido, golpeó el suelo con ambas manos
y la tierra se resquebrajó. Acto seguido, una gran ola de flamas azuladas
combinadas de continuas descargas eléctricas, surgió de las grietas y barrió
todo a medio kilómetro a la redonda.
Cuando el dragón negro, uno de los más poderosos del
ejército revolucionario, apareció junto con el resto de dragones ya liberados
de la parálisis, no pudo reprimir un pequeño gruñido de asombro. Todas las
tropas enemigas se encontraban fuera de combate por quemaduras o paralizadas
por las descargas.
-¡Señor!
–Intervino uno de los dragones celestiales- ¿Le perseguimos?
-¿Por
qué? –Respondió sin mirarle con calma- Fuisteis unos estúpidos volviendo a
retarle. Ostenta esa posición por algo, quizá no tenga el rango pero sin duda,
tiene mucho más poder que muchos dragones celestiales. No… nuestro dragón
invicto ha batallado suficiente por nosotros, si quiere volver a las filas
delanteras algún día será bienvenido y si su camino le lleva lejos de aquí,
nadie bajo mi mando le pondrá un dedo encima. Él es nuestro mejor aliado.
…
Su decidido paso por los tejados de la ciudad de la luz era
imparable. Conocía cada salto, cada cornisa, cada atajo, cada tejado pero…
había una melodía nueva en el aire. Algo fuerte y elegante que le daba a la
ciudad un frescor que sin duda necesitaba.
Ella con un hermoso vestido blanco que dejaba entrever unos
hermosos hombros, tocaba aquel viejo piano tan concentrada y con tanta pasión,
que no se percataba de como su largo cabello castaño se balanceaba al ritmo de
aquella hermosa melodía.
-¡Guau…!
–exclamó el dragón una vez la joven hubo acabado- ¿podrías tocarla otra vez?
La joven sobresaltada miró con cierta curiosidad al joven de
capucha blanca sentado en la cornisa de la ventana. Sus ropas eran de viaje,
estaba armado con espadas, cuchillos, pistolas… sin embargo sus ojos verdes la
miraban con timidez. Había algo en su mirada que le inspiraba confianza y
curiosidad al mismo tiempo.
-¿Qué llevas
ahí? -dijo señalando al sobre que sobresalía de uno de sus bolsos.
-El
final de una historia, se la llevo a su destinataria en persona.
-¿Es
una buena historia?
-Ahora
creo que sí –respondió él sonriendo como un niño.
-No se…
-repuso ella con una sonrisa que hizo sonrojar al joven- ¿de qué trata?
-De un
dragón…
-¿De
dónde has salido tú? –preguntaron a la vez.
Ambos sorprendidos rieron y se mantuvieron en silencio
durante unos segundos.
-Si…
-comenzó la joven rompiendo el silencio con timidez- toco esa melodía otra vez,
me cuentas esa historia. ¿Trato?
El joven sopesó durante unos segundos y tras sonreír cogió
la mano de la chica.
-Mejor.
Te ofrezco una aventura.
¿FIN?
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