miércoles, 18 de julio de 2012

La luna roja (Noche de las estrellas cuento 1)


Las noches como esta, me recuerdan a una historia que un viejo amigo me contó cuando estuvo preso. Su compañero de celda pasaba las noches entera en la ventana, con los ojos fijos en el cielo, en silencio, sin moverse, disfrutando de la brisa que entraba a través de sus barrotes, con una sola luz, la luna.
Una noche después de muchas siendo un mero observador mi amigo le pregunto ¿Por qué pasaba sus horas de descanso asomado a la ventana?
    -Estoy esperando-. Le respondió.
Mi amigo le miró extrañado:
   -Esperando ¿a qué? si aquí los días y las noches transcurren sin novedad.
   -Espero a la luna roja, sé que aún es pronto, pero tengo miedo a despistarme y perderla.
   -¿La luna roja?- Mi amigo le miró extrañado, empezaba a convencerse que tantos años de cautivo, le habían nublado el juicio a su compañero de celda. -¿Pero de qué estás hablando?- Podría estar loco, pero había despertado su interés.
   -Es un fenómeno extraño, por eso no quiero perderlo. Ciertas noches de verano, la luna sale, corona el cielo, redonda, brillante, pero en un preciso momento, algo cambia, su luz y su brillo se tornan a un color rojo intenso. Poca gente se da cuenta de tal regalo, sus vidas son demasiado ajetreadas, tú ya llevas aquí algún tiempo, sabes que aquí no pasa nada, por eso yo quiero verlo, sentirme libre, sin ataduras, esos sentimientos que hoy me niegan.
Hubo algo en su forma de hablar que lo conmovió, él quería ver la luna roja, y desde ese día, cada noche sus ojos pertenecieron a la luz de la luna. Juntos esperaban en silencio, expectantes, los muros y los barrotes no existían, solo estaban ellos, con la noche, con la luz de la luna. Pasaron las noches, pero nada cambiaba, la luna seguía blanca, algunas veces tímida solo dejaba ver su sonrisa, otras veces completa coronaba el cielo. Hasta que por fin un día ocurrió; Su luz blanquecina se tornó a anaranjada, y de anaranjada al rojo esperado. Inconscientemente contuvo el aliento, ahí estaba por fin, la luna roja.
   -¡MIGUEL! ¡MIGUEL! ¡VEN A VER ESTO!
Pero Miguel no contestó, hacía horas que su cuerpo inmóvil había perdido la capacidad de sentir, de vivir.
Pasaron los días, y por fin mi amigo salió de la cárcel. Poco a poco fue olvidando todo lo vivido, todo salvo a Miguel y la luna roja.

ESCRITO POR:
Inma y Pablo, monitores.

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