jueves, 13 de septiembre de 2012

El juego nunca acaba.


El legendario barco, había llegado por fin al puerto. De él desembarcaba un hombre de capucha blanca y sonriente. Había vuelto de la tierra de su padre, y del padre de su padre, y así muchas generaciones para atrás, como le gustaba ese lugar lleno de gente con corazones de oro y buenos recuerdos. No había hombre más feliz en aquel momento en la ciudad, todo había salido más o menos según lo previsto. Ahora un año más volvería a navegar con su tripulación, y esta vez con plenos poderes, si, como lo había deseado, quizá no tan pronto, pero no se podría decir que no se lo merecía, había luchado con todo y había sobrevivido sin apenas heridas, si, ahora un mundo increíblemente grande parecía abrirse ante él, lleno de rencuentros, retos, y por supuesto sueños. Ahora solo tenía ganas de ver a su gente así que sin más comenzó a correr, y corrió, y corrió, hasta que por fin llego a la cima de la montaña que tanto le gustaba, y de lo más profundo de su ser gritó. Un grito que dice “SOY YO”.

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