Su cuerpo se levantó de forma repentina. Su camarote estaba
oscuro salvo por el brillo de la luna llena que penetraba por la ventana. El
hombre se quedó allí quieto absorto en el sueño… había visto lo que más ansiaba
su corazón, y ahora estaba de nuevo allí sentado.
-Señor…
-dijo una voz desde la puerta.
Lentamente se dirigió a la puerta, y la abrió con suavidad. Uno de sus marines
más experimentados se encontraba ante él.
-Ha
llegado una carta con el sello real –dijo mirándole.
-Llama
al otro capitán, y manda un mensaje a todos los guerreros fuera de servicio.
Al cabo de unos minutos, su leal compañero entró de forma
precipitada.
-¿Qué
pasa? Solo he entendido algo de una carta, y he visto a un marine mandando
palomas mensajeras.
El capitán, tiró la carta. Su amigo la cogió, y tras leerla
en silencio, le miró sonriente. El capitán se encontraba arrodillado ante su
armadura con capucha. El símbolo de su pasado, presente y futuro, la imagen de
la libertad. Poco a poco se la fue poniendo, como si el tiempo ahora estuviera
bajo su control. Lentamente se colocó su capucha. Cuando su mano abrió la
puerta del camarote, una ráfaga de viento frio acarició su cara, y recorrió
todo el barco. Toda la tripulación, se giró al verlo.
-Llegan
vientos hacia el norte… ¡SOLTAR AMARRAS, VAMOS A SEGUIRLO!
El rugido de felicidad desgarró el cielo. Ese día no había
tripulación más feliz en los siete mares. “Lo he conseguido” pensó orgulloso
bajo su capucha el capitán. Entonces sin previo aviso otra ráfaga de viento le
quitó la capucha, y el viento trajo consigo una voz “Estoy orgulloso, has superado a tu viejo maestro”.
Y así es como el “Tres
alas” comenzó su viaje como barco pirata. El barco de la libertad.
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