martes, 22 de abril de 2014

Lágrima de cristal



El sonido de las gotas de agua contra el suelo, le hizo levantar la mirada. Su capucha ya empapada le pesaba, la echó hacia atrás, y levantó su cuello cerrando los ojos. Cada gota era un golpe de frescura que acariciaba su cara. Tan absorto estaba allí en medio, sentado… disfrutando de aquel maravilloso tiempo,  que no se percató de la joven muchacha que paseaba por la empedrada calle.
Solo escuchó el sonido sordo de sus tacones, cuando la muchacha se encontraba casi a su lado. Sus ojos se abrieron lentamente y la analizaron automáticamente. Llevaba una gabardina negra con pelo aparentemente de animal, medias oscuras, zapatos negros, y un pequeño gorro negro de piel. Cualquiera que les viera… seguramente daría media vuelta asustado… él con su armadura de capucha blanca tirado en la acera, empapado, y ella con su piel blanca como la nieve y su negro atuendo de piel bajo un paraguas.
                -¿No te resguardas de este horrible tiempo? –preguntó ella.
Tenía una voz suave y tranquilizadora, pero a la vez… triste. Se notaba que había sufrido, o… ¿le habían hecho sufrir?
                -Este tiempo es fabuloso.
                -Ya veo… odias el sol…
                -¡¡No odio al sol!! –Exclamó el capitán con una carcajada- Pero jamás odiaré la lluvia.
                -¿Y eso porque? La lluvia oscurece el corazón de los hombres, es fría, es melancólica, desborda ríos, priva a la tierra del cálido abrazo del sol…
                -También nutre nuestra tierra, nos ayuda a camuflarnos, y da agua a aquellas personas que no suelen tenerla todos los días. La lluvia… salvó a mi tripulación hace muchos años, la lluvia… nos ocultó, la lluvia… la lluvia… hay momentos en el que solo la frescura de las gotas de lluvia me hace sentir que estoy realmente vivo. La lluvia es uno de nuestros bienes más preciados.
Sus ojos verdes buscaron y encontraron los azules de la muchacha. Le miraba sorprendida, y al tener contacto ocular tan evidente, se sonrojó.
El capitán se levantó, y sin guardar un segundo la abrazó con fuerza. Ella emitió un grito de asombro, se quedó rígida. Y así se quedaron durante unos largos minutos… abrazados… el paraguas en el suelo, y la lluvia cubriendo el abrazo más especial del mundo. 


                -Se quién eres, –susurró el joven capitán. La muchacha emitió otro leve gemido de asombro- gracias por todo. Ahora seré yo quien te conceda tu deseo más preciado.
Lentamente se separaron. Ella le seguía mirando sonrojada. El capitán desenfundó su espada… sus ojos verdes la miraron con tristeza. Su movimiento fue rápido, su brazo emitió un corte y  una ráfaga de viento ascendió al cielo. Una porción de nubes se desintegró haciendo entrar un cálido rayo de sol.
                -¡¡AHORA!!-Exclamó el capitán- ¡¡UTILIZA TU PODER PARA MANTENER LAS NUBES ALEJADAS DE ESE PEQUEÑO AGUJERO!!
La muchacha levantó sus brazos hacia el cielo. El azul de sus ojos se extendió por su cara, sus brazos… sus manos.
El capitán soltó una sonora carcajada… ella sonreía… un rayo de luz solar estaba iluminando su blanco rostro. Se mantuvo así durante unos minutos, pero su poder acabó por ceder frente a la fuerza de la naturaleza. Las nubes volvieron a cubrir la pequeña abertura en el cielo, había logrado controlar el poder de su corazón.
                -Lo he… ¿logrado?

                -Es evidente que sí. –Respondió el capitán- Te acabo de demostrar como tu corazón es capaz de controlar tu poder. Jamás estés triste preciosa, pues hasta tú tienes derecho a disfrutar de un poco de calidez.
La muchacha le cogió de la mano, y beso su mejilla sonriendo. Él la miró, y fijó su atención en el objeto que ahora colgaba de sus dedos.
                -Debo irme –dijo echando a correr y desapareciendo entre las gotas que caían del cielo.
El capitán se quedó observando el objeto durante unos segundos.
                -¿Qué te ha dado esa chica capitán? –preguntó la voz de su navegante.
El capitán se giró sonriendo, y le mostró la brillante lágrima de cristal.
                -¿Una joya? –preguntó ella extrañada.
                -No… su corazón.
El capitán miró al cielo, y aun sonriendo bajo las pequeñas gotas de agua, sus labios susurraron viento, un viento que decía: “Adiós y gracias mi querida… Lluvia”.

domingo, 20 de abril de 2014

El grimonio



El eco de sus pasos resonó por cada uno de los rincones del castillo. Su blanca figura se detuvo ante el frondoso y fuerte árbol del patio central. Tantos años habían pasado, y ese árbol seguía en pie. Sobrevivió al gran incendio, sobrevivió a la guerra, sobrevivió a la dejadez de sus dueños.  Aquel castillo no era sino el castillo de su familia, aquel del cual renegó junto a su sangre. En aquel momento solo se había entristecido de haber dejado atrás el árbol que ahora se encontraba frente a él. Había sido plantado a la muerte de su abuelo y maestro, justo en el lugar donde él siempre se solía sentar a disfrutar de la brisa marina.
Sus rodillas tocaron el suelo dejando caer su cuerpo pesadamente. El mago del tiempo tenía razón, desde que había tomado el mando de su barco no había podido centrarse en lo que su corazón quería. Solo se había centrado en ayudar a todo aquel que lo necesitara y cumplir con su promesa y su deber. Y ahora después de tanto tiempo, se encontraba como antes, con su pequeña tripulación, allí… perdido… ¿Cuál era el camino correcto?
Saco el pequeño reloj de arena y lo posó en el suelo. El tiempo pasaba… sus brazos rodearon el tronco del árbol, ¿qué haría él su lugar?
El viento sopló con fuerza, y un manto de hojas verdosas le rodeó. En ese momento entre el fresco olor de las hojas distinguió su olor. Hacía años que no sentía su presencia tan cerca. Un objeto pesado calló sobre sus manos, y el árbol comenzó arder entre llamas azules dejándole caer de nuevo en el suelo.
¿Qué había sido eso? ¿Cómo un árbol podía albergar el mismo poder del fuego que su maestro? El fuego del fénix en un árbol... miró el objeto entre sus manos. Un pequeño libro azul con el símbolo de un árbol en su portada ¿Qué significaba todo aquello?
El sonido de la verja del patio le hizo volverse. El mago del fuego… su propio hermano se hallaba ante él.
                -Dame ese libro…
                -Jamás… lo utilizarías solo para tu beneficio.
                -Yo soy el verdadero heredero de todo esto, controlo el elemento de la familia.
                -Me trae sin cuidado lo que heredes o dejes de heredar, no lo quiero. Pero como te dije la última vez que osaste enfrentarte a mí, no toleraré que hagas daño a más gente.
                -Tú me has obligado…
Sus manos lanzaron dos llamaradas anaranjadas. Era verdad… toda su familia controlaba el fuego, pero eso no era motivo alguno para permitir que alguien pudiera utilizar el poder de su maestro para la venganza o la corrupción, no lo consentiría.
Esquivar la primera llamarada fue fácil, y apagar con el viento la segunda aún más. Sin duda habían tenido el mismo maestro, pero era evidente quien había aprendido lo realmente importante de él.
                -Eres débil hermano, –dijo el capitán ya bajo su capucha blanca- tienes poder, fuerza, sí, pero hay algo que no supiste aprender a desarrollar… tu corazón.
                -¡¡DEJA DE DECIR ESTUPIDECES!! –gritó el mago del fuego mientras abalanzaba su cuerpo cubierto en llamas contra él.
Sin dudarlo abrió el libro y el tiempo se detuvo. Las hojas pasaban a una velocidad de vértigo, pero lo que más le estaba asustando es que era capaz de leer y entender cada grabado, cada signo… cada hechizo. Y sin previo aviso el libro desapareció tras leer la última de sus hojas.
El tiempo volvió a la normalidad, su enemigo avanzaba hacia él. Cerró su mano, y sin dudarlo su puño golpeó la cabeza de su propio hermano derribándolo contra el suelo. El suelo se resquebrajó, y el mago del fuego quedó inmóvil en el suelo.
                -Sobrevivirás, -susurró el capitán bajo su capucha blanca- pero hasta que no aprendas a amar no podrás vencerme nunca…
Lentamente se montó en su caballo, y tras volver la vista hacia el castillo que renegó heredar, encontró la figura del anciano en el tejado. Lentamente posó el pequeño reloj de arena en la palma de su mano, y tras alzarlo, el pequeño objeto ardió entre llamas azules produciendo un sonoro estallido en cuestión de segundos. 

El mago del tiempo no gritó, ni apartó la vista. Nadie había osado llevar la contraria a los designios de un mago elemental ¿qué tenía ese capitán para llevarle a cometer tal temeridad? ¿Acaso era el legendario poder del fénix? ¿O acaso esa fuerza del “amor” no podía ser controlada ni siquiera por el tiempo? Solo el propio tiempo lo dirá...

miércoles, 16 de abril de 2014

La promesa cumplida



Lo había visto. Uno de los más admirados hombres de los siete mares se había presentado en la pequeña isla, con su pequeña tripulación. Aún recordaba como hacía solo unos pocos años, había  estado a sus órdenes. Por aquel entonces, ella era demasiado joven como para comprender cómo una persona tan joven era capitán. “La guerra” pensaba, pero tras unos pocos días, acabó por comprender porque ese chico  poco mayor que ella, era el capitán. En solo cuestión de días les enseñó a defenderse…  a sobrevivir. Él era leal, competente, fuerte, astuto, cariñoso, y siempre ayudaba a cualquiera que necesitara ayuda, y todo esto con una sonrisa que no se borraba de su rostro. Pero llegó el día en que sus caminos se separaron, “Jamás nos separaremos, seremos siempre compañeros de armas” les dijo a todos antes de partir con su tripulación. 

Con el paso del tiempo, perdió la esperanza de volver a verlos… el mundo era tan grande. Pero se había alegrado de haber conocido a aquella prometedora tripulación. Pasaron los años, y siguió en el cuartel general, entrenándose… día a día, junto a sus compañeros,  tal como le había recomendado aquel joven capitán. Durante días se habló de guerra, batallas, se habló de enemigos, hasta que un día llegó el rumor de cómo un joven capitán pirata admirado por el pueblo  y su tripulación, descubrió y demostró corrupción y maldad en el seno del cuartel general, al cual venció de forma total él solo. Tras ese extraño rumor, su entrenamiento continuó sin apenas cambios.
Y ahora, a las puertas de completar todo su adiestramiento, allí estaban. Bajo sus capuchas blancas, y su negra bandera negra, la tripulación se unió a ellos en la isla, eran más jóvenes que ellos, pero estaban sin duda mejor preparados. Su capitán seguía manteniendo la misma sonrisa que le había enseñado a luchar… la misma seguridad... que había cumplido su promesa.
Sus ojos se encontraron, y este les miró. “¿Preparados para completar vuestra última prueba?” les dijo, mientras reía a carcajada limpia. Y así fue como seis barcos comenzaron su aventura. Y al ver al joven capitán de nuevo, recordó aquella pequeña conversación con su maestra.
                -¿Y ahora a dónde irán? ¿Volverán algún día? –le había preguntado.
                -Tranquila, -dijo está mientras mantenía la vista en el horizonte- volverán.
                -¿Cómo puedes estar tan segura de que cumplirán su promesa de volver? –le había preguntado con rabia.
                -Volverán cuando les necesitemos, estoy segura.