domingo, 20 de abril de 2014

El grimonio



El eco de sus pasos resonó por cada uno de los rincones del castillo. Su blanca figura se detuvo ante el frondoso y fuerte árbol del patio central. Tantos años habían pasado, y ese árbol seguía en pie. Sobrevivió al gran incendio, sobrevivió a la guerra, sobrevivió a la dejadez de sus dueños.  Aquel castillo no era sino el castillo de su familia, aquel del cual renegó junto a su sangre. En aquel momento solo se había entristecido de haber dejado atrás el árbol que ahora se encontraba frente a él. Había sido plantado a la muerte de su abuelo y maestro, justo en el lugar donde él siempre se solía sentar a disfrutar de la brisa marina.
Sus rodillas tocaron el suelo dejando caer su cuerpo pesadamente. El mago del tiempo tenía razón, desde que había tomado el mando de su barco no había podido centrarse en lo que su corazón quería. Solo se había centrado en ayudar a todo aquel que lo necesitara y cumplir con su promesa y su deber. Y ahora después de tanto tiempo, se encontraba como antes, con su pequeña tripulación, allí… perdido… ¿Cuál era el camino correcto?
Saco el pequeño reloj de arena y lo posó en el suelo. El tiempo pasaba… sus brazos rodearon el tronco del árbol, ¿qué haría él su lugar?
El viento sopló con fuerza, y un manto de hojas verdosas le rodeó. En ese momento entre el fresco olor de las hojas distinguió su olor. Hacía años que no sentía su presencia tan cerca. Un objeto pesado calló sobre sus manos, y el árbol comenzó arder entre llamas azules dejándole caer de nuevo en el suelo.
¿Qué había sido eso? ¿Cómo un árbol podía albergar el mismo poder del fuego que su maestro? El fuego del fénix en un árbol... miró el objeto entre sus manos. Un pequeño libro azul con el símbolo de un árbol en su portada ¿Qué significaba todo aquello?
El sonido de la verja del patio le hizo volverse. El mago del fuego… su propio hermano se hallaba ante él.
                -Dame ese libro…
                -Jamás… lo utilizarías solo para tu beneficio.
                -Yo soy el verdadero heredero de todo esto, controlo el elemento de la familia.
                -Me trae sin cuidado lo que heredes o dejes de heredar, no lo quiero. Pero como te dije la última vez que osaste enfrentarte a mí, no toleraré que hagas daño a más gente.
                -Tú me has obligado…
Sus manos lanzaron dos llamaradas anaranjadas. Era verdad… toda su familia controlaba el fuego, pero eso no era motivo alguno para permitir que alguien pudiera utilizar el poder de su maestro para la venganza o la corrupción, no lo consentiría.
Esquivar la primera llamarada fue fácil, y apagar con el viento la segunda aún más. Sin duda habían tenido el mismo maestro, pero era evidente quien había aprendido lo realmente importante de él.
                -Eres débil hermano, –dijo el capitán ya bajo su capucha blanca- tienes poder, fuerza, sí, pero hay algo que no supiste aprender a desarrollar… tu corazón.
                -¡¡DEJA DE DECIR ESTUPIDECES!! –gritó el mago del fuego mientras abalanzaba su cuerpo cubierto en llamas contra él.
Sin dudarlo abrió el libro y el tiempo se detuvo. Las hojas pasaban a una velocidad de vértigo, pero lo que más le estaba asustando es que era capaz de leer y entender cada grabado, cada signo… cada hechizo. Y sin previo aviso el libro desapareció tras leer la última de sus hojas.
El tiempo volvió a la normalidad, su enemigo avanzaba hacia él. Cerró su mano, y sin dudarlo su puño golpeó la cabeza de su propio hermano derribándolo contra el suelo. El suelo se resquebrajó, y el mago del fuego quedó inmóvil en el suelo.
                -Sobrevivirás, -susurró el capitán bajo su capucha blanca- pero hasta que no aprendas a amar no podrás vencerme nunca…
Lentamente se montó en su caballo, y tras volver la vista hacia el castillo que renegó heredar, encontró la figura del anciano en el tejado. Lentamente posó el pequeño reloj de arena en la palma de su mano, y tras alzarlo, el pequeño objeto ardió entre llamas azules produciendo un sonoro estallido en cuestión de segundos. 

El mago del tiempo no gritó, ni apartó la vista. Nadie había osado llevar la contraria a los designios de un mago elemental ¿qué tenía ese capitán para llevarle a cometer tal temeridad? ¿Acaso era el legendario poder del fénix? ¿O acaso esa fuerza del “amor” no podía ser controlada ni siquiera por el tiempo? Solo el propio tiempo lo dirá...

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