El banquete era espectacular. La gran cantidad de invitados
reían mientras comían y bebían. Todo era perfecto, la orquesta tocaba, los
niños jugaban, y lo mejor de todo, eran la envidia del reino. Tan absortos
estaban en la celebración, que no prestaron atención a las trompetas, a esas
horas pensarían que solo un noble de bajo rango podría llegar.
El silencio se fue extendiendo poco a poco por todo el
salón. El sonido de sus botas en cada escalón retumbaba con un fuerte y sonoro
eco. Entre el silencio pudo distinguir
diferentes susurros: “Pirata” “¿Qué hace
aquí?” “Él renunció a sus derechos…” “Sus
heridas…” Siguió caminando, no le importaban ninguno
de ellos, era verdad que aún no podía controlar el poder del rayo y que estaba
lleno de heridas, pero sus ojos verdes siguieron fijos en la mesa principal.
-Mi
querido capitán… has venido… -dijo la señora del castillo cuando este se
arrodilló ante ella, se notaba que le costaba sonreír, sus ojos mostraban pena
y miedo, pero a la vez ternura y cariño.
-Jamás
te dejaría sola… encontraremos la forma de seguir adelante…
-Sigues
siendo un orgullo como…
-Encárgate
de disfrutar… -interrumpió el capitán.
Poco a poco el festín
volvió a la normalidad. Desde la columna pudo observar a todos y cada uno de
los invitados. Nadie se acercaba a él… su atuendo, sus armas, su recompensa,
¿quién sabe por qué lo seguían odiando o temiendo?
-¿Por
qué estás ahí plantado? –preguntó el más joven de los niños.
-¿No
sabes quién soy? –preguntó el capitán sonriendo bajo su capucha blanca.
-Mi
papa me ha dicho que eras el heredero del castillo… pero te hiciste pirata, un
criminal que roba y saquea a sus anchas, que solo buscas tu propio beneficio.
-¿Y
entonces si sabes eso, porqué hablas con
un criminal?
-Porque
no me lo creo… tú eres bueno…
-Pues
es verdad… soy pirata…
-Me da
igual…
-No
debería…
-Tus
ojos no son los de un ladrón o los de un asesino –dijo con una inocente sonrisa
el pequeño.
-¿Y de
qué son mis ojos entonces pequeño?
El pequeño le miró con sus incorrompibles ojos marrones (no
había heredado la marca de su familia),
movió el dedo indicando que se acercara. El capitán se arrodilló, y
antes de que pudiera evitarlo el pequeño le besó en la mejilla y le abrazó con
fuerza. Antes de que pudiera decir nada, no pudo evitar ver al niño alejarse
corriendo…