El bosque estaba completamente en silencio. El sol, señor de los cielos se
alzaba fuerte y vigoroso, no había atisbo de agua, ni brisa alguna de viento
que aliviara el intenso calor que el duro rey de las estrellas generaba. Pero
él no cesó de correr, los pájaros habían cesado su canto, todo se alzaba
demasiado silencioso.
Sin previo aviso, el primer atacante se lanzó hacia él, “demasiado
fácil” pensaba mientras esquivaba con un
simple movimiento hacia la derecha, de entre los árboles un pequeño grupo saltó
a por él, pero con otro movimiento hacia la izquierda evadió el ataque sin
problemas. Sin siquiera girarse se agachó esquivando el ataque de otro de ellos
a su espalda, y rodando sobre sí mismo se libró de ser noqueado por otros dos
más. Una vez se hubo reincorporado otro nuevo grupo se abalanzó hacia él, pero
apoyándose con un tronco pudo esquivarles sin dificultad alguna. Todos y cada
uno de ellos le rodearon con un círculo… ¿de verdad pensaban que lo tenían
atrapado?
Todo ocurrió en un instante, cada uno de los integrantes del
círculo se abalanzó sobre él, y en cuestión de segundos una montaña de pequeñas
personas le cubrió por completo. Sin siquiera dudarlo comenzó a preparar su
primer ataque. Sería suficiente para que cada uno saliera disparado y le
dejaran vía libre… sin previo aviso de entre el tumulto de personas se abrió un
hueco, y una espada de madera toco su pecho.
-¡¡ESTAS
MUERTO!! –gritó uno de ellos con una carcajada, al tiempo que sus compañeros le
vitoreaban.
Todos se habían separado de él, y aún tendido en el suelo no
pudo evitarlo y comenzó a reír con una sonora carcajada ¿habían conseguido
burlarle? Le habían atacado todos a la vez para tenerle entretenido mientras uno
daba el golpe de la victoria… sencillamente le habían engañado completamente.
-¡¡Habéis
aprendido demasiado bien me temo!! –exclamó el líder rebelde aún en el suelo riendo-
¡Bravo chicos, habéis estado muy bien!
-Nada
mal joven maestro…
La voz de la guardiana del bosque a su espalda le hizo
sonreír y girarse. Allí estaba ella con su bastón, cuanto la admiraba… había
aprendido mucho de ella, aun en su estado era de las mejores maestras que una
persona podía encontrar. Estricta, recta, de férreos valores e intachables
convicciones, fuerte y resistente tanto físicamente como psicológicamente, también
cariñosa, educada, amable, y siempre sincera. Muchos la temían, y muchos más la
admiraban y respetaban… una auténtica maestra de maestros.
-Es la
hora… -dijo ella con una triste sonrisa.
-Está
bien… -dijo él levantándose y volviéndose hacia los pequeños.
Ellos le miraban con expresión asustada y confusa. Él como
siempre les sonrió… aunque en su corazón no quería hacerlo, volvió a hacer lo
correcto.
-Tengo
que irme… -comenzó.
-¿A
dónde? –dijo uno de ellos asustado.
-¿Hemos
hecho algo mal? ¿Te hemos enfadado? –dijo otra con lágrimas en los ojos.
-No… debo irme, lejos de este
bosque, durante mucho mucho tiempo, ni siquiera sé si podré volver algún día. Sabíais
que no era algo permanente, y que este día llegaría. Durante casi dos años, os
he enseñado con todo mi corazón a todos y cada uno de vosotros, me daba igual
vuestra procedencia o vuestro pasado, queríais estar aquí y eso es lo que
importaba y lo que importa. Durante este tiempo a vuestro lado habéis aprendido
mucho, y aunque aún os queda camino por recorrer, puedo decir que me siento
orgulloso de vosotros. Todos acabaréis saliendo de este bosque tarde o
temprano, y cuando eso pase estoy seguro que estaréis preparados. Quizás volváis
a mí con el tiempo, o quizás no ¿quién sabe…? lo maravilloso de este mundo es aprender
de sus sorpresas –ellos lloraban, era inevitable… aún les quedaba mucho por
aprender. Lentamente se arrodilló y extendiendo sus brazos solo pudo vocalizar-
dar un abrazo al que un día tuvo la suerte de ser vuestro maestro…
Su sonrisa no se borró, y sus ojos no desprendieron
lágrimas, hacía mucho que sus lágrimas se habían secado, pero mientras esos
pequeños le abrazaban, en su interior una garra le estaba arrancando una parte
del corazón. Lentamente se levantó y miró a la gran mujer que con lágrimas en
los ojos le sonreía.
-Gracias
por todo… -dijo ella abrazándolo.
-Quien
debería estar agradecido soy yo… jamás me olvidaré de vosotros, jamás… siempre
seremos amigos… lo prometo.
-Recuerda
que tú tienes otros muchachos a tu cuidado, sigue con tu revolución muchacho,
enseña a ese mundo podrido que el cariño, y los sueños son lazos más fuertes
que cualquier otro poder. Demuestra al mundo que siempre hay esperanza para
amar, para confiar, para aprender, para vivir. Y ahora… ¡¡VETE Y NO VUELVAS
HASTA QUE TÚ REVOLUCIÓN NO CAMBIE EL MUNDO, MI QUERIDO MUCHACHO!!
El líder rebelde, la volvió a abrazar y besando su húmeda
mejilla comenzó su partida, y mientras oía sus llantos y sus despedidas, fue dejando
atrás un lugar dónde se forman auténticas personas, mientras se prometía que él
lograría algo así…
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