El gran salón estaba abarrotado. El nuevo castillo estaba
hermoso, los invitados comían y bebían a gusto, riendo, se sentían seguros…
felices. Un poco más abajo el pueblo era un caótico pero hermoso festival,
grandes dragones desfilaban por las calles persiguiendo a los niños, los cuales
corrían y disfrutaban sin parar de chillar alegremente, en cada taberna todos
brindaban a la salud de su gran capitana. Todo era hermoso aquella noche, los
fuegos artificiales, los juegos, la música, todo…
Incluso desde aquella colina el vigilante lobo podía notar
el calor de todas aquellas personas hacia un miembro de su manada. Pero ¿dónde
estaba ella? Se preguntaba una y otra vez mientras observaba cada rincón. De
pronto, como si de una brisa veraniega se tratase escuchó su risa. Su hocico se
giró de inmediato y la vio, allí estaba con la sonrisa más hermosa que jamás
habría visto el mundo, atendiendo a sus invitados del salón. No necesitaba
armaduras, ni armas, no necesitaba ejército, su mejor defensa era ella misma, su
confianza en sí misma, su palabra. Allí estaba ella, la nueva capitana de la
que tanto se oía hablar, la capitana de un barco llamado LIBERTAD.
Ya en su forma humana comenzó a recordar como aquella gran
muchacha se cruzó en su camino, joven, inocente, llena de inseguridades y
miedos, recordaba cómo sin proponérselo se convirtió en su consejero, en su
amigo. Y había que admitir que hasta él mismo quedó sorprendido con su talento
y la bondad de su corazón. Pasaron muchos años juntos, como si de hermanos se
tratase, él le ayudaba a ella y ella le ayudaba a él. Aprendía rápido, no había
obstáculo capaz de sobrepasarla, daba igual cual fuera el peligro, ella siempre
daba la talla, y sin darse cuenta a su lado se convirtió en una de las personas
más fuertes del reino, de norte a sur del país la respetaban a ella y a sus
compañeros.
Recordaba cómo su cariño y confianza le dio fuerzas para enfrentarse
a cualquier cosa. Esa dulce pequeña se había convertido en una de las personas
más valientes que conocía, alguien que
lucha hasta el final por aquellos a los que ama, alguien a quien puedes confiar
tu vida si se diera el caso, una persona que te alegra el día con solo su
presencia, responsable y atenta, alguien por el que cualquiera estaría
dispuesto a arriesgarse.
Qué irónico… ahora era él, quien echaba de menos esos
momentos… sin duda se estaba haciendo viejo. Con un suspiro, ajustó sus botas,
se cubrió el rostro con su habitual capucha blanca y sacando un pequeño
paquetito dorado, comenzó a descender la colina con la intención de
reencontrarse con la heredera de su título de capitán, con aquella que formó y
siempre formará parte de su manada, de su familia, de su gremio… con aquella
pequeña joven de la que un día fue brújula y que le enseñó que siempre hay esperanza para
luchar por nuestros sueños.
Para Sara por sus 17 añazos bien cumplidos, pero sobre
todo por enorgullecerme cada día y darme tu amistad. Yo sigo apostando por ti
no lo olvides.
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