El sonido de su espada cortando el viento y su sangre
salpicando el suelo trajo por fin el silencio. Ella, furiosa ente del bosque
había atacado. A cada paso que había dado los árboles cayeron, los animales enfurecieron,
el viento sopló con tanta furia e intensidad que ni siquiera él, el nacido del
elemento pudo controlarlo. Había llegado como una tormenta de verano,
imprevisible e imparable.
-¡¿¡CÓMO
HAS PODIDO DEJAR PASAR LA OPORTUNIDAD!?! –le espetó con furia- ¡¡Lo tenías todo
a tu favor, solo tenías que haber tenido el valor suficiente para alcanzarlo!!
-Lo se…
-Lo
sabes… te pasas toda tu vida buscando para que en el último momento no puedas
ni pronunciar dos palabras o aunque sea, tomar lo que más deseas en el mundo. ¡¿PARA
ESO TE BRINDO UNA OPORTUNIDAD?! ¿Para eso te enfrentaste a mi tanto tiempo
atrás?
-No
pude hacerlo… no tengo escusa.
-Eres
un cobarde… -le dijo con asco mientras observaba como se arrastraba al árbol
más cercano.
Apoyó todo su peso sobre su pierna y levantando su cuerpo
con el brazo lentamente se incorporó. A través de sus ojos verdes pudo ver la
tristeza en todo su ser. Él, cómo siempre, intentando disimularlo miró hacia
otro lado y escupiendo sangre volvió a darle la espalda, sentándose de nuevo a observar
el mar desde el precipicio.
-He
sido un idiota…
-Puede
que no vuelva a concederte otra oportunidad jamás… ¿lo sabes verdad? –le respondió
ella ente tras un suspiro de decepción e internándose hacia la basta espesura del
bosque.
-He
sido un cobarde por una razón… -ella se paró en seco, el tono de su voz le
había helado hasta las entrañas- he sido un cobarde porque la última vez que
fui valiente una parte de mi murió para siempre. No he tenido el valor
suficiente, porque tengo miedo a que mi forma humana deje de existir, porque no
quiero convertirme en algo que no puedo controlar… no he avanzado porque
siempre que persigo este sueño las consecuencias siempre son nefastas. Tengo
que estar seguro de mi victoria. Espero que algún día puedas entenderme…
Ella suspiró con tristeza y sin pronunciar una palabra más,
dejó que el viento y el mar fueran los únicos testigos que recogieran las lágrimas
de aquel que por ser el más valiente de la tierra sufrió las consecuencias de
un mundo falto de amor y espíritu.

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