jueves, 13 de octubre de 2016

El sello



La madera se resquebrajó violentamente. El viejo barco de bandera negra rugió indicando el inicio de su muerte. Las olas, fuertes ataques de Poseidón golpearon el espolón  agrietando la columna vertical del barco. Antes de que el agua comenzara a entrar él sabía que era el final.
El crujido del fuerte contacto con la arena, le indicó el momento exacto para saltar. Una vez sus pies tocaron tierra firme, el barco emitió un último grito al mar pereciendo para siempre en la orilla de aquella playa solitaria.
Aun exhausto por el intenso viaje miró al sol y alzó la vista con decisión… su aspecto parecía joven, pero su mirada mostraba la sabiduría de un auténtico anciano. La había encontrado al fin, una isla alejada del mundo, salvaje… dura.
“Un lugar perfecto” pensaba con una sonrisa llena de determinación. Sus manos lentamente tocaron la árida arena y él apareció. El más sabio de sus elementos, aquel que alimentaba la semilla de su corazón, el guardián de la tierra. Sus labios llamaron al viento, y una suave brisa trajo al guardián que compartía el elemento de su nacimiento. Sus ojos miraron al señor del fuego y con una sonora explosión él, el guardián del fuego con su irónica sonrisa apareció. Antes de que pudiera siquiera continuar sonrió al notar su abrazo por la espalda, fresco, gratificante… espontaneo como el suave oleaje de la mar en una calmada mañana. Ella, la guerrera del agua, la guardiana del león había acudido también.
                -Gracias por acudir a mi llamada.
                -Cómo si tuvieras alguna elección de decirnos dónde debemos estar –contestó con una sonrisa el guardián del fuego.
                -¡¡El barco…!! –exclamó su compañera con un hilo de voz.
                -Es evidente que nos necesita aquí en medio de la nada –razonó el joven de la tierra.
                -Tiene poder suficiente como para volver –dijo el guardián de su elemento.
                -Es cierto… -les interrumpió el joven sonriendo- todo es cierto. Pero os he llamado por otra razón. Oficialmente la guerra se ha acabado como bien sabéis, nuestro objetivo se ha cumplido, la paz… se que todos hemos pagado costes muy grandes, pero al fin nuestro papel aquí ha concluido. Por eso os he llamado para liberaros de los elementos…
                -¡No! –Exclamó su amiga- tu corazón…
                -Y todo su poder… -completó viento.
                -¡¡OS LO DIJE!! ¡¡ESTA CÓMO UNA PUTA CABRA!! –exclamó el fuego avivando sus llamas.
                -No es lo más conveniente… -susurró tierra con voz tranquila.
                -Lo se… -dijo el joven tras unos segundos- pero por primera vez en mucho tiempo, confío en mi propia fuerza. El sello debe ser roto. ¡Tú hechicero del tres al cuarto! –el mago le miró con una sonrisa llena de orgullo- gracias por ser los ojos que había perdido, mi grito en la batalla, mi compañero… mi hermano. A ti guerrera del león –le dijo mirándole con dulzura mientras acariciaba su suave mejilla- gracias por haberme salvado del peor de los destinos, por ser mi apoyo más fuerte, por ayudarme a levantarme por mi mismo, por cuidar de lo más frágil en mi… mi corazón. A ti compañero del viento, -le dijo mientras las marcas de su piel comenzaban a brillar- gracias por ser el mensajero de mi voz, la humildad y la inocencia que había perdido, la libertad de hacerme volar como un dragón. Y a ti curandero­… -él joven guardián le miró con interés- gracias por ser mi curiosidad, el vendaje de mis heridas, la locura y la cordura al mismo tiempo, los sueños y la razón. Si… -continuó tras unos segundos de silencio- gracias por mantenerme con vida, por ser mi fuerza y mi armadura contra mis enemigos.
                -No lo hagas… -dijo la voz del mago del fuego mientras el joven clavaba la escamosa garra en su corazón- ¿Y si nos vuelven a necesitar? ¿Y si te volvemos a necesitar?
                -Gracias por ayudarme a convertirme en un auténtico maestro…
Y bruscamente lo sacó emitiendo un rugido. El sello de madera ardió tras haber entrado en contacto con la luz del sol, y sus rodillas cayeron pesadamente contra la arena. El mago del fuego y la guerrera del león detuvieron su caída.
                -Loco… -susurró el médico.
                -Si… -contestó tras escupir algo de sangre- Si nos vuelven a necesitar acudiré… si… un maestro debe estar siempre dispuesto a luchar por aquellos a los que ama ¿no? –y reincorporándose mientras se apoyaba en su compañera pronunció lentamente el inicio de una nueva leyenda- ¿Qué os parece empezar con esta isla?

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