La fría caricia del invierno traída por el viento le hizo
estremecerse. Él, el mago del fuego, el domador de las llamas… estaba sintiendo
su aliento gélido cerca. Con la paciencia de un depredador apunto de atacar
fijó su vista en lo más profundo del bosque.
Durante unos segundos llegó a dudar de haber notado ese
helado soplo, pero entonces vio su sombra correr entre las ramas. No dudo ni un
solo instante y con una súbita explosión apareció tras él. Su oponente no
vaciló en su camino, cada salto en cada rama, en cada roca, cada punto de
apoyo, cada quiebro. Sin duda era hábil y conocía mejor el terreno, pero no
conseguiría disuadirlo.
Su primera barrera de llamas le hizo cambiar de dirección de
forma brusca y tras unos doscientos metros llegó a esquivar su bola de fuego
por los pelos. El mago del fuego sonrió para sí, estaba cayendo en su trampa,
el precipicio estaba al caer.
El joven corredor no aminoró el paso y sin siquiera mirar
atrás saltó al vacío. Trataba de engañarle pero no se lo tragaba pensaba el
maestro del fuego mientras saltaba también llamando al guardián de su poder.
El calor de su corazón se intensificó, su cuerpo tornó a un
mar de fuego, sus brazos desplegaron las doradas alas y el grito de batalla del
fénix retumbó en cada rincón del valle. No le hizo falta saber sobre que halcón
lanzar su ataque, conocía cada uno de sus poderes y facetas.
Tras un sordo golpe ambos cayeron en picado como un ardiente
asteroide. No tuvo piedad alguna al lanzar su cuerpo contra el suelo. De vuelta
en su forma humana esquivó su primer golpe y concentrando todo su calor en un punto,
le propinó un ardiente puñetazo en la cara. Aun habiendo retrocedido unos
cuantos metros… él, bajo su negra vestimenta llamó a su poder natural en una dolorosa
patada en el estómago. Irguiéndose al instante supo que ninguno de los dos iba
a ceder y cuando sendos puños chocharon entre sí, toda la isla tembló bajo la
sonora explosión, quedando bajo un silencio sepulcral.
-¡TÚ! –Exclamó
el mago con un sonoro gruñido mientras se levantaba y escupía sangre- ¡LEVANTANTE
NO PUEDES ENGAÑARME! ¡Esto no ha sido nada para ti!
-Sin duda,
me conoces demasiado bien… -le dijo él incorporándose y clavando sus verdes ojos
en él- parece ser que estás dispuesto a que te patee el trasero.
-¡JA!
¡Un salvaje de pueblo cómo tú jamás podrá ni siquiera rozarme un solo pelo!
-¿Te
das cuenta… de que no nos hemos podido librar el uno del otro jamás? –dijo el
caballero negro mostrando en su puño el azulado fuego de los guardianes.
-Es un
callejón sin salida, nuestro destino es aceptarlo… -le respondió el mago llamando
de nuevo a las llamas del fénix.
-¡¡SOMOS
HERMANOS IDIOTA!! –exclamaron al unísono mientras sendos guerreros corrían a
lanzar el más ardiente de sus ataques.
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