Toda historia tiene un comienzo. En este caso el comienzo
fue sencillo, un bosque. Un bosque en el que todos importaban, desde el árbol
más joven hasta el lobo más viejo, todos, un bosque en unidad, donde el fauno
merodeaba sin miedo a ser reprochado, donde las xanas con su atractiva voz
alumbraban el cielo, donde cada uno era “bautizado” con un signo. El Trisquel, el
símbolo de las tres alas, el comienzo de un vuelo que aún tardará en acabar.
Tras el paso del tiempo, el bosque se convirtió en un lugar
de la mancha, donde nuestro querido Alonso Quijano valiente sin duda, se
enfrentó a multitud de peligros, junto con su “fornido” corcel Rocinante, y su
inseparable Sancho, la voz de la razón al principio, y la voz de esa
gratificante locura al final.
Todo esto ocurre, claro está, dentro de los dominios de ese castillo
llamado “Fantasía”. Un castillo cuyos dueños nos enseñaron ese niño que nunca
se va de nuestro interior, ese niño que lo único que quiere es soñar, y no perder nunca esa sonrisa. Un castillo construido
con la fuerza de un héroe, guardado con la lealtad de unos canes, rodeado por
la locura de una selva, habitado por un pueblo libre, y sobre todo, reinado por
el rugido del valor personificado.
No debemos olvidar que cada reino tiene su circo, lleno de
espectáculos, risas, y sorpresas, que sin darnos cuenta nos entrenó para
superar el más difícil todavía. Un lugar donde todos los sueños se cumplían.
Desde el deseo de alcanzar la magia más compleja, hasta el volar por los aires
como un colibrí.
¿Este mundo era perfecto? No todavía no, pues en las
regiones más calurosas y desérticas, un último pueblo de la región no tenía
constancia de lo que estaba floreciendo a solo unos días a caballo. Un pueblo,
que entre lagrimas, sudor, hambre y esclavitud, se levantó y resurgió con un
camino hacia la libertad.
Pero todavía quedaba una cosa por hacer, inmortalizar ese
momento, no siempre se logra un algo tan bello. Y sin más dilación comenzaron
la película de nuestra vida. Empapándonos de luces, y cámaras, cada uno de
nosotros por fin nos convertimos en los directores de nuestras vidas.
Con todo conseguido, ocurre algo que no estaba esperado, ese
mundo lleno de risas, amigos, sueños, y fantasías desaparece. Tras este duro
golpe, nadie quiere saber nada, cada persona abandona toda esperanza y toma un
camino diferente. Todo parecía perdido, pero un grupo de soñadores nos alzamos en pos de los derechos de las
generaciones futuras. Con sudor, y lágrimas, al final solo conseguimos
recuperar mitad de ese sueño antes vivido por todos nosotros. Y así viajamos al
país de nunca jamás, donde la imaginación y la ilusión esta a la orden del día.
A pesar del poco tiempo, el sueño parece resurgir poco a poco.
Hoy, otro duro golpe (aunque no tan fuerte como el
anteriormente nombrado) derriba a ese
grupo de soñadores, que otra vez vuelven a ser menos, ¿podrá tal duro golpe con nuestro grupo de
soñadores? Nadie lo sabe con certeza, el final de esta historia es claramente
incierto. Solo puedo decir que el vuelo que un día tres alas me permitieron emprender
todavía no ha acabado.