sábado, 24 de agosto de 2013

El maestro (cuento 2ª parte)



El bosque estaba cubierto por la niebla, pero el hombre continuó su camino sin dudar, había visto la fuente sin problemas. Sus ropajes blancos de seda cubrían todo su cuerpo, y  bajo a su capucha sus ojos verdes, se posaron sobre el agua.
                -Al final has caído en la tentación –Dijo una voz a su espalda.
El señor del bosque se acercaba con un ritmo pausado, sonriendo.
                -Soy humano –dijo él bajo su blanca capucha- comento errores.
                -Eras su maestro y te preocupas por él, a mí no me puedes engañar. Es natural que aun te preocupes por él, pero si tantas ganas tienes, adelante mira en la fuente.
Lentamente sus ojos volvieron a posarse sobre la pequeña fuente de piedra. Durante unos segundos lo único que vio fue su reflejo, pero con el tiempo su rostro comenzó a borrarse…
                -¿Qué ves? –preguntó el señor del bosque un tanto intrigado.
                -Veo… un mundo aún más negro del que yo conocí… guerras, enfermedades, muertes… veo traiciones, sufrimientos, disputas… pero…
                -Sí, continúa.
                -Pero… hay un joven… se enfrenta a todos los responsables uno a uno… cae… cae una y otra vez… sangra, tiene muchas cicatrices… pero se levanta y vuelve a atacar, jamás he visto tanta pasión en un hombre... ahora… ahora está llamando a alguien… le sigue… un grupo… no muy numeroso... son muy jóvenes pero parecen muy seguros de sí mismos, y muy preparados… ESPERA… hay otro pequeño grupo no superan de las nueve personas… son… son aún más jóvenes…. observan… tienen… tienen las ropas de mi aprendiz…
                -Pero… ¿y tú antiguo aprendiz? –preguntó el señor del bosque nervioso.
                -No lo sé… ESPERA… el primer grupo comienza un ataque… esto… esto... hay muchas figuras negras… pero  ellos… las están venciendo… ¡¡¡EL JOVÉN!!!
                -¿Qué pasa con él? ¿No habrá muerto?
                -No… ha… ha llegado ante el que parece el máximo responsable… se… se enfrenta a él… solo tiene… una espada… MÍ ESPADA… le está atacando… pero cae al suelo… le van a matar… el contrario se acerca corrien…
                -¡QUÉ! ¿QUÉ ESTA PASANDO? ¿POR QUÉ TE CALLAS?
                -El joven… se… se ha levantado y le ha desarmado… puede ganar… no lo va a matar... está loco… no… se llevan al responsable… y el joven… se va a una colina… su pequeño grupo… HA SOBREVIVIDO… y le aclaman… pero él busca a alguien… lo ha encontrado… buscaba al grupo con ropajes de aprendiz… deduzco que el joven sea su maestro… ellos… le abrazan… y él joven por fin sonríe… es feliz… un segundo… tiene… tiene… TIENE LOS OJOS VERDES.
El viejo maestro se giró, y se acercó bruscamente al señor del bosque, y le agarró de los cuellos de sus blanquecinas ropas.
                -¿Ese era mi aprendiz? ¿Qué he visto? ¿Tú sabías todo eso?
                -A la primera pregunta –dijo el gran señor, librándose de sus manos, y sonriendo- evidentemente no hace falta  responder, tú solo la has respondido, por supuesto que sí, él siguió tus pasos. Lo que has visto es nada más y nada menos que el presente y el futuro, pues el pasado ya lo conoces.  En cuanto a la tercera pregunta solo sabía parte de la historia, pues mis contactos sí me habían informado de un joven y apasionado guerrero que no cesaba de luchar por ayudar a aquellos que lo necesitaran. Deberías estar orgulloso de él.
                -Lo estoy, él solo se ha convertido en un hombre realmente admirable.
                -¿Solo? –Añadió el dueño del bosque- Mira la fuente de nuevo.
El viejo maestro volvió a mirar el agua de la fuente.
                -¿Qué ves? –preguntó el señor del bosque sonriendo.               
                -Veo… me veo a mí… quiero decir una estatua mía… y el joven la observa… día… tras día.
                -No ha llegado donde está solo, lo ha logrado gracias a ti. Gracias a tu cariño, confianza, paciencia, a tus lecciones. Lo has enseñado muy bien.
Sus ojos verdes comenzaron a desprender finas lágrimas, pero su blanca capucha las ocultaba. Lentamente se dio la vuelta, y poco a poco volvió hacia su descanso. Ya no necesitaba volver a mirar nunca la fuente de piedra.

FIN

miércoles, 21 de agosto de 2013

El maestro (cuento)



De entre las llamas su cuerpo se levantó. Poco a poco y tambaleándose sus pasos le alejaron del círculo de fuego. Cuando estuvo a menos de un palmo de él, se dejó caer y el asombrado espectador se apresuró a evitar su caída sobre el suelo. Con la mayor suavidad que pudo le apoyó en una roca, sus heridas eran muy profundas y sangrantes, pero el herido no había perdido el conocimiento, y le miraba con una extraña expresión en su cara.
Cuando su boca se abrió para articular la primera palabra, la curtida voz del herido le cortó:
                -Calla, no digas nada…
Sus piernas temblaron cuando se incorporó, y poco a poco se fue irguiendo… pese a sus heridas, no había perdido ni un ápice de su noble y orgulloso aspecto. El valiente herido, giró la cabeza y le miró de nuevo, ¿quién sabe qué estaría pensando en ese momento?
Su cuerpo bailaba de un lado debido al cansancio, pero él seguía acercándose… su mano toco su hombro y de sus ojos verdes surgieron dos finas lágrimas, dos lágrimas que solo ese afortunado espectador pudo ver en todo el mundo… No pudo aguantarlo más y aun arriesgándose a hacerle daño, le abrazó.
                -Ahora te toca a ti ser el fuerte –dijo el herido con una sonrisa, y lágrimas aun en sus ojos.
                -No…
                -Llevas mi misma sangre, pero no olvides que eso jamás debe cuestionarte de hacer lo correcto. Lo harás bien, estoy seguro… tú nos superarás a todos.
                -No…
                -Hazlo a tu manera, y seguro que triunfarás en lo que te propongas.
De las llamas una negra figura surgió acompañada de un rugido. El herido se giró aun sonriendo, y sin dudarlo se adentró de nuevo en el círculo de fuego. No era el más inteligente, ni diestro en armas, ni siquiera resistente o fuerte, pero con una agilidad extrema la agarró con ambos brazos… las llamas se avivaron haciendo retroceder a todo humano cercano y convirtiendo en polvo negro todo lo a su paso.
Su metálica figura no podía representar toda su grandeza... y aunque el joven muchacho sentado en el banco lo sabía, siempre, cada mañana… dedicaba 5 minutos  a verla con sus ojos verdes. Solo 5 minutos bastaban antes de continuar. El alumno ahora era el maestro.

viernes, 16 de agosto de 2013

El aliado de la tormenta



Es curioso como en las grandes tormentas en el mar, encontramos la calma en el foco central. Un punto donde el sol atraviesa como una espada a las negras nubes dando tregua a los pocos barcos capaces de sobrevivir a la fuerza de las enfurecidas olas. Un lugar desprovisto de cualquier tipo de sonido salvo los rayos y truenos que rodean ese oasis desolado. Puede que parezca permanecer allí parezca la solución perfecta hasta que la tormenta desaparezca, pero la alargada estancia en este insólito lugar puede convertirse en el mayor enemigo a batir. El recurso favorito de este impredecible lugar, es el propio silencio. Un gran aliado en montón de ocasiones, pero a fin de cuentas un arma de doble filo, y lo más importante demasiado flexible. Su multitud de caras pueden destrozar la mente más cuerda y ordenada. Silencios de expectación, incomodos, previos al peligro, confusos, sepulcrales, vacíos, de reflexión, de conjeturas, de planes, de recuerdos… silencios muertos. Su sola presencia podía acabar con todos los miembros del barco superviviente en cuestión de días, incluso de horas.
Como bien dije en una ocasión hace ya unos cuantos años, nadie en este mundo podrá jamás decir qué es en realidad el silencio. Podremos sentirlo, adaptarnos a él, utilizarlo, manipularlo, e incluso ocultarnos en él y de él, pero nunca seremos capaces de dominarlo, como él nos domina a nosotros.