Es curioso como en las grandes tormentas en el mar,
encontramos la calma en el foco central. Un punto donde el sol atraviesa como
una espada a las negras nubes dando tregua a los pocos barcos capaces de
sobrevivir a la fuerza de las enfurecidas olas. Un lugar desprovisto de
cualquier tipo de sonido salvo los rayos y truenos que rodean ese oasis
desolado. Puede que parezca permanecer allí parezca la solución perfecta hasta
que la tormenta desaparezca, pero la alargada estancia en este insólito lugar
puede convertirse en el mayor enemigo a batir. El recurso favorito de este impredecible
lugar, es el propio silencio. Un gran aliado en montón de ocasiones, pero a fin
de cuentas un arma de doble filo, y lo más importante demasiado flexible. Su
multitud de caras pueden destrozar la mente más cuerda y ordenada. Silencios de
expectación, incomodos, previos al peligro, confusos, sepulcrales, vacíos, de
reflexión, de conjeturas, de planes, de recuerdos… silencios muertos. Su sola
presencia podía acabar con todos los miembros del barco superviviente en
cuestión de días, incluso de horas.
Como bien dije en una ocasión hace ya unos cuantos años, nadie
en este mundo podrá jamás decir qué es en realidad el silencio. Podremos
sentirlo, adaptarnos a él, utilizarlo, manipularlo, e incluso ocultarnos en él
y de él, pero nunca seremos capaces de dominarlo, como él nos domina a
nosotros.
No hay comentarios:
Publicar un comentario