miércoles, 31 de julio de 2013

La aventura pirata



El sonido del viento retumbó en el gran barco. El capitán y sus cuatro elegidos habían vuelto bajo sus blancas capuchas. En silencio, los elegidos se sentaron en el suelo con la tripulación expectante a su alrededor. “No se moverán por lo menos en 24 horas, esta vez sus heridas no son físicas, necesitan descansar” Pensó el capitán mientras se abría paso hacia su camarote.
Allí, en la puerta aguardaba su mano derecha, el hombre a quien había confiado todo en su ausencia. Al verle, le abrió la puerta y entro tras él para volver a cerrarla. En cuanto el capitán oyó el sonido de la puerta al cerrar se  dejó caer sobre su segundo al mando. Este, le ayudo a sentarse en su silla, y tras unos segundos de silencio, habló:
                -Sé que estas agotado, pero quiero… necesito una explicación, ¿Por qué esos cuatro elegidos? ¿Qué ha pasado en la gran isla neutral? ¿Por qué casi no podéis moveros, si no mostráis ningún rasguño? ¿Por qué esas lágrimas en vuestros rostros?
                -Antes de llegar a la isla neutral, -Comenzó el capitán- me encontré con la tripulación del otro barco de guerra, les habían abordado el barco antes de la batalla, no tuvieron nada que ver con el ataque. Al igual que nosotros siguieron adelante, juntos de nuevo nos adentramos  en la isla, sin sospechar que en la recepción nos esperaban los jefes del gobierno central, y sus mejores capitanes de flotas de guerra. La primera sorpresa llegó cuando los jefes del gobierno central, las personas más importantes y poderosas de los mares se arrodillaron ante nosotros pidiendo disculpas por todo el daño causado, y reconociendo su rendición y nuestra libertad de mando. Puede que pareciera arriesgado, pero tanto mi compañera capitana como yo, decidimos darles un margen. La segunda sorpresa llegó cuando nos ofrecieron establecer una base naval para nosotros en la isla neutral, la cual pasaría a estar bajo nuestro dominio. Me parecía todo tan imposible que hasta que no vi cómo sus capitanes trabajaron a nuestro lado en la construcción de la base no me lo creí. Los capitanes nos reconocieron en todo momento como iguales, e incluso podría atreverme a decir que a partir de ahora los tendremos a nuestro lado para siempre. La mejor de todas las noticias fue cuando me ofrecieron aquello por lo que llevábamos tanto tiempo luchando: Seguir la senda de mis capitanes en el pasado a su manera, a mi manera sin tener que dar explicaciones a nadie, y todo eso junto a un puesto de mando como jefe del gobierno central. El cuál supondría no comenzar una segunda guerra, cumplir nuestros objetivos, y recuperar al 100% lo que habíamos perdido. Creo que lo voy a aceptar.
El oficial le miró atónito, y tras unos segundos de silencio, se quitó la capucha y con los ojos sombríos dijo:
                -Pondré pues la bandera del gobierno central en el barco.
                -Un segundo oficial – Dijo el capitán – Yo, no le he dado esa orden.
                -Acaba de decirme que aceptará la oferta del gobierno central y que volveremos a su servicio.
                -Como también te he dicho que tenemos libertad de mando. Y no podemos olvidar todo lo que hemos luchado para lograr la victoria final. Un título nunca hace a un hombre, sino que es el hombre el que se gana su propio título. Así que nuestra bandera negra se queda dónde está, donde debe estar. Pues nosotros somos los dueños de nuestro propio rumbo, y eso y solo eso, hará que el gobierno central vuelva a permanecer unido, y recupere el sentido y la grandeza de su existencia.
                -SI MI CAPITÁN – comentó el oficial con una sonrisa de orgullo y admiración en su cara.
                -PONGA RUMBO ESTE MI FIEL AMIGO.


FIN

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