El sonido del viento retumbó en el gran barco. El capitán y
sus cuatro elegidos habían vuelto bajo sus blancas capuchas. En silencio, los
elegidos se sentaron en el suelo con la tripulación expectante a su alrededor.
“No se moverán por lo menos en 24 horas,
esta vez sus heridas no son físicas, necesitan descansar” Pensó el capitán
mientras se abría paso hacia su camarote.
Allí, en la puerta aguardaba su mano derecha, el hombre a
quien había confiado todo en su ausencia. Al verle, le abrió la puerta y entro
tras él para volver a cerrarla. En cuanto el capitán oyó el sonido de la puerta
al cerrar se dejó caer sobre su segundo
al mando. Este, le ayudo a sentarse en su silla, y tras unos segundos de
silencio, habló:
-Sé que
estas agotado, pero quiero… necesito una explicación, ¿Por qué esos cuatro
elegidos? ¿Qué ha pasado en la gran isla neutral? ¿Por qué casi no podéis
moveros, si no mostráis ningún rasguño? ¿Por qué esas lágrimas en vuestros
rostros?
-Antes
de llegar a la isla neutral, -Comenzó el capitán- me encontré con la
tripulación del otro barco de guerra, les habían abordado el barco antes de la
batalla, no tuvieron nada que ver con el ataque. Al igual que nosotros
siguieron adelante, juntos de nuevo nos adentramos en la isla, sin sospechar que en la recepción
nos esperaban los jefes del gobierno central, y sus mejores capitanes de flotas
de guerra. La primera sorpresa llegó cuando los jefes del gobierno central, las
personas más importantes y poderosas de los mares se arrodillaron ante nosotros
pidiendo disculpas por todo el daño causado, y reconociendo su rendición y nuestra
libertad de mando. Puede que pareciera arriesgado, pero tanto mi compañera
capitana como yo, decidimos darles un margen. La segunda sorpresa llegó cuando
nos ofrecieron establecer una base naval para nosotros en la isla neutral, la
cual pasaría a estar bajo nuestro dominio. Me parecía todo tan imposible que
hasta que no vi cómo sus capitanes trabajaron a nuestro lado en la construcción
de la base no me lo creí. Los capitanes nos reconocieron en todo momento como
iguales, e incluso podría atreverme a decir que a partir de ahora los tendremos
a nuestro lado para siempre. La mejor de todas las noticias fue cuando me
ofrecieron aquello por lo que llevábamos tanto tiempo luchando: Seguir la senda
de mis capitanes en el pasado a su manera, a mi manera sin tener que dar
explicaciones a nadie, y todo eso junto a un puesto de mando como jefe del gobierno
central. El cuál supondría no comenzar una segunda guerra, cumplir nuestros
objetivos, y recuperar al 100% lo que habíamos perdido. Creo que lo voy a
aceptar.
El oficial le miró atónito, y tras unos segundos de
silencio, se quitó la capucha y con los ojos sombríos dijo:
-Pondré
pues la bandera del gobierno central en el barco.
-Un
segundo oficial – Dijo el capitán – Yo, no le he dado esa orden.
-Acaba
de decirme que aceptará la oferta del gobierno central y que volveremos a su
servicio.
-Como
también te he dicho que tenemos libertad de mando. Y no podemos olvidar todo lo
que hemos luchado para lograr la victoria final. Un título nunca hace a un
hombre, sino que es el hombre el que se gana su propio título. Así que nuestra bandera
negra se queda dónde está, donde debe estar. Pues nosotros somos los dueños de
nuestro propio rumbo, y eso y solo eso, hará que el gobierno central vuelva a
permanecer unido, y recupere el sentido y la grandeza de su existencia.
-SI MI
CAPITÁN – comentó el oficial con una sonrisa de orgullo y admiración en su
cara.
-PONGA
RUMBO ESTE MI FIEL AMIGO.
FIN
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