Los mares de las ciudades libres, bosques oscuros, islas que
se mueven, ciudades aliadas de tormentas heladas, aldeas perdidas. El mensajero
había recorrido demasiado mundo para dos meses. En cada lugar una historia
diferente, un nuevo rumbo, y rumores cada vez más descabellados. El último fue el más inverosímil, “Una bandera negra que unifica a piratas, reinas,
caballeros, renegados, piratas, mercenarios, y desertores del gobierno central, y todos capitaneados
por un hombre con armadura de capucha blanca”. Era absurdo, con solo ponerse a pensarlo, la
guerra había terminado hacía un par de años, y una nueva era improbable. Pero
eso en realidad no importaba, porque al final, el mensajero al fin había
conseguido encontrarlo. El inmenso barco que hacía tanto tiempo buscaba, al fin
se encontraba ante él, anclado en el pequeño puerto de una aldea sin nombre.
Se llevó una grata sorpresa cuando con su pequeño monóculo divisó
la bandera negra hondeando en lo alto del barco. Puede que pareciera temerario
para muchos, pero había recorrido demasiado para dar media vuelta con el
mensaje, así que sin planteárselo mucho más el mensajero se acercó al gran
barco de madera.
-¡Al
camarote! – Dijo uno de los marineros nada más verle subir a bordo.
Al abrir la puerta, allí lo encontró bajo su blanca capucha.
Discutía futuros rumbos, y mejoras con su segundo de a bordo. Su voz se apagó,
cuando sus ojos verdes se percataron de su presencia.
-Traigo
un mensaje para usted. –Añadió el mensajero tembloroso.- Llevo dos meses siguiéndole
la pista, y puede que haya llegado tarde.
-¿De
quién? – Preguntó él.
-No lo
sé, no me dijo quién era solo me pagó una buena suma para que pudiera
entregarle esto.
El capitán abrió el sobre con decisión, y leyó en silencio
el mensaje. Al acabar se lo pasó a su oficial.
-¿Una
invitación para cinco personas a una
reunión en la gran isla? – Comentó incrédulo el oficial.- Acaba mañana. ¿Después
de todo han mantenido la reunión? Es un insulto.
-Sí,
pero hay que ir, eso nos dará la respuesta final sobre el futuro que nos
espera.
-Voy
contigo. – Dijo el oficial de inmediato.
-No amigo
mío, eres el segundo de a bordo, te necesito al mando en el barco durante mi
ausencia. Partiremos mañana. Has hecho muy bien tu trabajo. – Añadió el capitán
dirigiéndose al mensajero – Puedes quedarte a descansar un día antes de volver
si lo deseas.
-¿Qué
pasará ahora capitán? ¿Cómo acabará todo esto? – Comentó nervioso el oficial.
-Me
temo que esta vez no lo sé.
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