El más valiente y fuerte de los guerreros del rey lloraba a
lágrima tendida, la carta del rey no era sino otra jugada que demostraba su miedo
y su ineptitud.
Hacía años, cuando solo era un muchacho se alistó como
soldado en el ejército del rey que gobernaba en ese momento, allí dentro pasó
años difíciles pues el reino estaba en plena guerra, pero aun así lucho con
bravura contra todo obstáculo, y cumplió las órdenes a rajatabla. Con el
tiempo, los destinos y las órdenes se hicieron cada vez más inverosímiles… y llego
el momento en el que una orden del rey supondría sacrificar toda su
instrucción, todo por lo que había luchado. Él haciendo gala de un coraje del
que muchos hombres carecen, incumplió la orden. El rey enloquecido ante tal
osadía le dio dos opciones: Cumplir las órdenes y el destino, o el exilio de
por vida. El hombre con el corazón destrozado aceptó el exilio antes de cometer
ninguna atrocidad.
Todo parecía perdido para él y su amada, cuando de repente,
un pequeño grupo de rebeldes solicitó su presencia. No eran fuertes, no estaban
bien equipados, pero aun así el soldado se presentó ante su líder. Este de alta
cuna también, le mostró la verdad. Documentos, testigos, prisioneros, todo le
demostró al soldado el verdadero y atroz objetivo del rey. Acto seguido el
soldado jurando venganza al rey, decidió unirse al pequeño grupo de rebeldes.
Pasó el tiempo entre luchas y cruentas batallas, y poco a
poco el grupo de rebeldes comenzó a ganar importancia y aliados, hasta que por
fin, el pueblo podía hablar de un auténtico ejército rebelde. Un ejército que
en menos de cinco años, derrocó al rey, y restauró la paz, convirtiendo a su líder
en un nuevo rey, y proclamándose como ejército real. Fueron años duros de
batallas en los que nuestro soldado fue ganando una gran experiencia y puestos
de mando en el ejército. No eran grandes ni cómodos puestos, pero eran puestos
de honor. Puestos que le permitían cuidar de su ya formada familia.
Cuando definitivamente el nuevo rey gobernaba sin problemas,
esté comenzó a actuar de manera similar al anterior, y con el tiempo los ojos
del nuevo rey, se fijaron en los bolsillos del pueblo. Nuestro ya nombrado
general, se dirigió al rey directamente y le reprendió, pues un rey debería
velar por el pueblo y no quitarle sus pocos bienes. El rey, enfurecido, ante
tal dura verdad, decidió prescindir de su general. Podía haber sido su fin,
pero por primera vez en la historia del reino, un general de sangre plebeya,
fue apoyado por el reino, obligando al
rey a rectificar.
Tras esta disputa, el rey atemorizado decidió no tomar más
decisiones para el reino, y comenzó a dedicarse a una vida de lujo y caprichos.
Mientras tanto, todos los generales unidos mantenían el orden y salvaguardaban
al pueblo. El general, cumpliendo su obligación ganó aún más fama e
importancia. Todos le admiraban y respetaban. Tal era el gran apoyo que tenía
del pueblo, que el rey temeroso de perder su trono y sus lujos, optó por una
maniobra cobarde, boicotearle, descendiéndole de rango. Este aun fiel a su rey
y a su pueblo, continuó cumpliendo con sus obligaciones sin titubear.
El pueblo ante tal aptitud, tomó aún más cariño al guerrero,
y el rey acabo por tomar la más cobarde de las acciones. Dió dos opciones al
guerrero: Dirigirse al sur, a tierras en las que la única justicia era él para
cumplir sus órdenes como un simple soldado raso, o renunciar a todos sus
puestos de manera voluntaria y dejar su puesto a alguien más fácil de comprar.
…
La carta se encontraba en el suelo salpicada por las
lágrimas del guerrero. Su fiel amigo la recogió.
-Si te
vas, yo iré contigo, renunciaré a mi puesto y estaré a tu lado.
El guerrero aun con lágrimas en los ojos le miró.
-Eres
muy joven, no como yo. Estoy cansado… de reyes… de injusticias… de luchas…
llevo demasiado tiempo…
-Si tú
caes, los demás no tendrán ninguna oportunidad –protestó su amigo.
-Los
demás saben defenderse perfectamente solos, solo que deben recordarlo por sí
mismos… Tengo que pensarlo.
Señores lectores, esto no es más que una metáfora de las
injusticias que actualmente sufre el pueblo el cual se ve a obligado a tragar
con lo que dos o tres ricos digan, mientras ellos se siguen costeando sus lujos
y caprichos. El problema es que no todos son como el guerrero del cuento, y
prefieren estar de rodillas con las pocas migas que les caigan, en lugar de
reclamar lo que es suyo por derecho y unirse a los pocos que no consienten que
se les pise como perros. Deben recordar una gran lección que el guerrero nunca
ha olvidado:
“La unión hace la
fuerza”
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