El mar azotaba la costa con fuerza. Tal era la furia de
Poseidón que cuando una ola golpeaba la roca, esta emitía un leve temblor. Sus
pasos, mudos como los de un león acechando a su presa, se fundían con la niebla
que asolaba el lugar. Pero a pesar de las olas, la niebla, y su habilidad, el
hombre de capucha blanca sentado en la roca, se giró y le saludo con una mano.
Lentamente el fantasma se acercó a él. En
silencio, el capitán se levantó, y tras una ráfaga de viento descendió a la
playa. El fantasma compuso una sonrisa irónica y lo imitó, pues junto al
capitán era el único ser capaz de utilizar ese poder.
-Es la
segunda vez que fallo mi promesa –comenzó cuando el viento le llevó a su lado.-
se supone que no volveríamos a vernos.
-Eso es
cosa tuya –respondió el capitán con voz gélida.
-Estos
dos últimos años has estado muy ocupado por lo que veo. Has entrenado muy bien
a tu tripulación, pero te rebelaste contra el gobierno central, construyendo un
nuevo barco y convirtiéndote en capitán pirata… es cierto que tras el ataque habías
caído, sí, pero para mí desilusión, decidiste seguir luchando y te levantaste con
más fuerza que antes, y lo que es peor empezando de nuevo desde cero. Puedo…
preguntar ¿Por qué? No les debes nada a tu tripulación (que por cierto cada vez
es mayor), pero lo que no logro entender es porqué luchas con todas tus fuerzas
solo en pos de la verdad, la justicia, y la…
-Si yo
hubiese abandonado –interrumpió el capitán- ¿Alguien habría ocupado mi lugar?
-No.
Un pequeño felino irrumpió entre ambos, mirándolos y
maullando. El capitán lo cogió en brazos y continuó caminando acariciándole la cabeza.
-Ahí
tienes la respuesta. Me levanto, porque simplemente es lo que hay que hacer,
porque he sido entrenado para eso, porque si yo no lo hago ¿Quién lo hará? En
cuanto a mi tripulación te equivocas, no son ellos los que me deben a mí, sin ellos
no habría sobrevivido ni al primer viaje. Son ellos los que me hacen tener un
sueño al que seguir.
El fantasma le miró incrédulo, mientras él sacaba de su
bolsillo unas galletas y se las daba al peludo felino. Su espectral figura se detuvo
bruscamente.
-¡¡Tú
no mereces ser capitán, eres débil, siempre lo fuiste!! ¡¡Libertad, justicia,
corazón, ESO NO EXISTE, pero tú, necio al igual que tus capitanes antes que tú,
te empeñas en demostrar al mundo que la lealtad, la bondad, la amistad, y
estupideces parecidas pueden hacer frente a tus enemigos!! ¡¡NO MERECES LLEVAR
ESA TÚNICA!! En realidad… me compadezco de tu tripulación… condenada a tener un
maestro y capitán débil e inútil.
El capitán se levantó, y con un rápido movimiento atravesó a
la fantasmagórica figura con su espada.
-Ya no
soy un novato, al que le viene grande el cargo –comenzó con rabia, manteniendo
la espada en el cuerpo del fantasma- La diferencia entre tú y yo, esta en que
yo solo me limito a hacer lo correcto pase lo que pase, y le pese a quien le
pese.
-Yo… es
imposible… no puedo morir…
-Tranquilo,
este maestro “débil e inútil”, te va a enseñar a conseguirlo.
Fue antes de que la espada le cortara el cuello, cuando el
fantasma lo comprendió. “Él no quería ser
capitán solo un marinero más en su antiguo barco, pero su adiestramiento le
obligó a convertir su lealtad en la vía para ser el más grande de los
capitanes, un simple puente del que saldrán los verdaderos y futuros mandos del
mar”.
Continuara...
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