lunes, 23 de septiembre de 2013

Bajo la capucha.



Bajo su capucha blanca, sus ojos verdes observaban todo a su alrededor mientras sus piernas no cesaban de correr. Ella le seguía persiguiendo, con los dos mejores mercenarios que había conseguido, pero había cometido un error de principiante… estaban en su terreno. Se conocía cada rincón, cada escondrijo, cada baldosa suelta, cada tejado. El castillo blanco siempre le había dado cobijo, protección y entrenamiento, nadie podría destruirlo jamás. El sol perdiendo el pulso a la luna, se comenzaba a ocultar, era otro detalle a su favor.
Desde su primer escondrijo bajo el césped bien cuidado, pudo observar, cómo el primer mercenario pasaba por encima. Con una habilidad y destreza dignas de él, le agarró del pié y tiró hasta que calló en su escondrijo. Bastó con un movimiento de manos para dejarlo fuera de combate. Acto seguido trepó por la pared blanca a través de los balcones hasta el tejado. Desde allí, en el pequeño campo de entrenamiento pudo identificar al segundo mercenario. Sin dudarlo aprovechó el deslizante y resbaladizo suelo para caer a su lado. Antes de que pudiera articular palabra, un puñetazo le dejó inmóvil en el suelo.
Continuó fuera del castillo blanco, y salió hacia la playa. En ella, la encontró, allí sentada frente a su barco, seguramente esperando cumplir su objetivo. Al verle ella se levantó.
                -Tus hombres están inconscientes, podría haber acabado con ellos, pero no tenía razones para hacerlo.
                -¡Qué significa esta carta del gobierno! –Gritó ella con rabia.
                -No se dímelo tú.
                -El gobierno central deja el control político de los mares, -comenzó a leer-  y por orden internacional vuelve a adoptar su antiguo nombre, y valores, volviendo a utilizar el nombre la Armada.
                -Eso significa que se te acabo la tontería.
                -¡Y MÁS ABAJO DICE QUE TÚ ERES ALTO MANDO! ¡TÚ, UN EXPIRATA!
                -Un pirata sino te importa. Yo sigo siendo capitán.
                -A ver si lo entiendo –dijo ella nerviosa- tú, un pirata, te has convertido en mi superior en rango y méritos de guerra.
                -Cuando te uniste al gobierno central quisisteis destruirme, y no os parasteis a escuchar ni a pensar lo que el pueblo quería. Esa fue la razón que me hizo alzar la bandera negra. Todos y cada uno de los mandos del ejército, osasteis enfrentaros uno a uno a mí, y ni siquiera destruyendo el barco que tú un día prometiste proteger, pudisteis parar a la verdad y  la justicia. Destrozasteis todo lo que tus compañeros de armas (y a la vez mis maestros) habían construido, y cuando el pueblo se enteró, se alzó junto a mi tripulación. Tus superiores se dieron cuenta de dos cosas: La primera, fue que habían dejado de luchar por el pueblo, y la segunda, que yo siempre había estado del lado de los necesitados, pasara lo que pasara. Ahora los mares vuelen a ser un lugar libre, y la armada solo se ocupa de aquellos que intenten destruir dicha libertad. Y tú, ahora estarás bajo mi mando, y no creas que pondrás un pie en el nuevo barco, como superior tuyo te ordeno que te dediques a formar a los reclutas, pero manteniendo tu rango, para que todo el mundo recuerde que lo que hiciste hasta el final de tus días.
                -¡HABLARÉ CON…!
                -Habla con quien creas oportuno –interrumpió el capitán- Ahora solo respondes ante mí. 

Escrito el día 16/09/2013.

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