domingo, 22 de diciembre de 2013

El descanso del guardián



Estaba aún amaneciendo cuando entró por la puerta del camerino. Su aspecto era lamentable, cortes, golpes, moratones, y apenas se mantenía en pie. Había estado toda la noche intentando salvar a sus camaradas, lo había logrado sí, pero había pagado arriesgando su vida hasta límites insospechados. Despacio, recorrió el camarote… se acercó al maniquí, y tras suspirar, le colocó sus brazaletes, y luego las botas. Solo quedaba su armadura con capucha blanca, el símbolo de su tripulación, la imagen de aquellos que luchan en pos de la libertad, la ayuda para quien lo necesite, el símbolo de la esperanza. Su capucha ocultaba la fina línea de sus lágrimas, esta vez se encontraba demasiado cansado. Su mente estaba hueca, y el pecho le dolía con fuerza, poco a poco se quitó la armadura, y con suavidad la colocó en el maniquí. Se retiró unos pasos, y observo su grandeza, su elegancia… su fuerza. 
Cogió una simple camisa blanca, se cubrió el torso, y salió del camerino...
                -¡Capitán! –Dijo su navegante al verle- ¿Siguiente destino?
                -A casa…
                -Pero capitán… no sería mejor que…
                -Dejar que por esta vez sea vuestro capitán quien se salve a si mismo… para que pueda seguir protegiéndoos... Rumbo a casa navegante.
                -Capitán –dijo este cuando el herido abrió de nuevo la puerta de su camerino –Gracias, por estar siempre a nuestro lado.

lunes, 9 de diciembre de 2013

El pulso del saber




La gran mesa estaba mostraba un festín digno de reyes. Todos y cada uno de los integrantes de la mesa, comían, bebían, y reían. Tal era la alegría y la confianza, que entre gracias y bromas, el capitán decidió compartir parte de sus recientes rumores con los comensales, pues quién mejor que los que considera como hermanos para tratar un tema tan fascinante. Poco a poco se levantó, se dirigió hacia su escritorio, y sacó las pequeñas notas de entre sus mapas. Tranquilamente se volvió a sentar en su asiento, y sin mediar palabra, colocó las notas sobre la mesa. Uno a uno los integrantes, las observaron… y en un segundo el silencio reinó en el camarote. “Algo va mal” pensó el capitán, todos lo miraban de forma extraña. Al cabo de unos minutos una voz burlona rompió el silencio.
                -¡¡Eso no son más que tonterías, estúpido!!
¡¡Porqué tiene que utilizar ese deje despectivo!!
                -En serio, ¿quién te crees que eres? No eres más que un necio por, plantearte estas cosas.
                -¿No crees, que sería un error, dar por seguro, algo que no ha sido demostrado? Quiero decir, no podemos desechar una idea por poco probable.
                -¿Y tú eres capitán? A ver si aterrizas y te dejas de tonterías.
Espero que no esté pensando lo que creo que está pensando…
                -Por eso, seguirás siendo tan simple… no tienes capacidades…
El capitán sintió que una bestia se alzaba desde su interior, y no sabía si esta vez podría contenerla.
                -¡¡Con quién te crees que estás hablando!! Soy alto mando, he viajado por tierras de leyenda que tú jamás pisaras, y soy capitán de esta tripulación desde hace cuatro años. Puede que yo no entienda tus experimentos y teorías, pero tú no podrías llevar este barco, no te dudaría ni un par de días… solo mostrando esa mentalidad… como capitán, la experiencia me ha demostrado que descubrir la verdad nos da el poder para desvelar este mágico mundo en el que ambos vivimos. Si nos negamos a posibles nuevas ideas o hechos, estaremos frenando nuestro propio progreso. Y que te quede claro no pienso tolerar ninguna falta de respeto, porque en esta mesa nadie es mejor que nadie… ni tu eres mejor que un par de novatos, ni yo soy mejor que mi tripulación… porque el mundo al igual que un barco lo hacemos navegar todos juntos… ¡¡nunca lo olvides!! Se acabó la cena…
Uno a uno los invitados salieron del camarote del capitán, y en silencio desembarcaron. Su segundo de a bordo se quedó a su espalda… observándole.
                -No podría tragarse el orgullo una vez más capi…
                -Esta vez el cariño no doblegará a la realidad, compañero… lo siento, pero… cuando ha empezado a calumniar, estuve punto de utilizar la peor de mis armas contra él… y eso nunca debe ocurrir, por eso esta vez… necesitáis reflexionar… así que por favor, por el bien de todos vuelve cuando tu corazón mueva más que tu orgullo.
Cuando su segundo de a bordo llego a la puerta, bajo la capucha blanca de su uniforme, preguntó:
                -¿Qué arma era capitán?
                -La que es mi enemiga y a la vez aliada, la información. –Contestó el capitán sin mirarlo.

miércoles, 4 de diciembre de 2013

La guardia de la reina



Las trompetas resonaban en el salón del gran castillo, cuando bajo su capucha blanca, el capitán entró con paso decidido. Allí estaba, la reina del pueblo llano, sentada en su gran trono atendiendo a nobles, sirvientes, escuderos, caballeros, mercaderes. Todos la rodeaban pidiendo ayuda, apoyo, y consejo.
Antes de adentrarse más en la sala, un viejo hechicero se cruzó en su camino. Su barba blanca era lo único que dejaba entrever su negro atuendo.
                -Aún no es el momento de encontraros…
                -¿Quién lo dice? –Dijo el capitán llevando su mano al mango de la espada.
                -El tiempo…
El capitán se quedó helado… uno de los legendarios magos se encontraba en ese momento en palacio. No se lo podía creer, es la primera vez que veía a uno, se suponía que no eran más que leyendas y supersticiones.
                -Tranquilo hijo, aunque tu objetivo sea noble, espera unas horas.
El capitán miró de nuevo a la reina. Su sonrisa era sincera, pero sus ojos mostraban cansancio y dolor. En ese momento, los marrones ojos de la querida reina se encontraron con los suyos verdes. Ella hizo un ademán de levantarse, pero se paró al ver al capitán darse la vuelta. Lentamente, volvió a sentarse, y componiendo su mejor sonrisa, volvió a sus deberes como reina.
Las sábanas de su cama estaban ya calientes, y la oscuridad ya había llegado a su tierra, pero la reina, no podía dejar de intentar responder los miles de “porqués” de su mente. Pero el que más le inquietaba de todos era ¿Por qué el capitán se dio media vuelta, si en su palacio es bien recibido?
En ese momento una ráfaga de viento abrió la ventana. La reina sobresaltada, se levantó de forma brusca. Se apoyó en la ventana, y observó las estrellas durante unos segundos, pero no tenía fuerzas para más, así que tornó su cuerpo de nuevo hacia su cama. Cuando su cabeza se apoyó de nuevo en su almohada, una brisa marina trajo consigo un susurro.
Estoy aquí a tu lado, como siempre alteza, descansa y no te preocupes que yo vigilaré por ti
Y la reina cerro los ojos… su compañero… su leal amigo… su capitán estaba ahora de guardia.