miércoles, 4 de diciembre de 2013

La guardia de la reina



Las trompetas resonaban en el salón del gran castillo, cuando bajo su capucha blanca, el capitán entró con paso decidido. Allí estaba, la reina del pueblo llano, sentada en su gran trono atendiendo a nobles, sirvientes, escuderos, caballeros, mercaderes. Todos la rodeaban pidiendo ayuda, apoyo, y consejo.
Antes de adentrarse más en la sala, un viejo hechicero se cruzó en su camino. Su barba blanca era lo único que dejaba entrever su negro atuendo.
                -Aún no es el momento de encontraros…
                -¿Quién lo dice? –Dijo el capitán llevando su mano al mango de la espada.
                -El tiempo…
El capitán se quedó helado… uno de los legendarios magos se encontraba en ese momento en palacio. No se lo podía creer, es la primera vez que veía a uno, se suponía que no eran más que leyendas y supersticiones.
                -Tranquilo hijo, aunque tu objetivo sea noble, espera unas horas.
El capitán miró de nuevo a la reina. Su sonrisa era sincera, pero sus ojos mostraban cansancio y dolor. En ese momento, los marrones ojos de la querida reina se encontraron con los suyos verdes. Ella hizo un ademán de levantarse, pero se paró al ver al capitán darse la vuelta. Lentamente, volvió a sentarse, y componiendo su mejor sonrisa, volvió a sus deberes como reina.
Las sábanas de su cama estaban ya calientes, y la oscuridad ya había llegado a su tierra, pero la reina, no podía dejar de intentar responder los miles de “porqués” de su mente. Pero el que más le inquietaba de todos era ¿Por qué el capitán se dio media vuelta, si en su palacio es bien recibido?
En ese momento una ráfaga de viento abrió la ventana. La reina sobresaltada, se levantó de forma brusca. Se apoyó en la ventana, y observó las estrellas durante unos segundos, pero no tenía fuerzas para más, así que tornó su cuerpo de nuevo hacia su cama. Cuando su cabeza se apoyó de nuevo en su almohada, una brisa marina trajo consigo un susurro.
Estoy aquí a tu lado, como siempre alteza, descansa y no te preocupes que yo vigilaré por ti
Y la reina cerro los ojos… su compañero… su leal amigo… su capitán estaba ahora de guardia.

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