El frio límite del mundo se mostraba ante él. Tras caminar
durante días en lo que quedaba del mundo, había llegado a su destino…
El muro de hielo se alzaba más allá de su propia vista,
atravesando las nubes, acariciando el cielo… separando el mundo de los vivos
con el de los muertos…
Su mano toco el frio hielo, seguía sintiendo que debía estar
allí, pero… a su alrededor solo había un helado desierto blanco, y ese frio
muro. Sacó su espada y lo golpeó… una y otra vez, sin parar… durante horas, y
aunque la robusta espada no quebraba, el hielo no recibía rasguño alguno.
Los latidos de su corazón, y su respiración comenzaron a
acelerarse. La desesperación le llevó a golpear con los puños… dolía, quemaba…
la sangre y las heridas le enfurecieron aún más. Sin aguantarlo más lo golpeó
con su frente.
Las gotas de sangre se deslizaban lentamente por la pared.
Quería romper, quería estallar en mil pedazos y llevarse todo consigo, pero lo
máximo que había conseguido era herirse. No lo entendía… ¿en qué había errado?
El muro de hielo comenzó a ceder el peso de su espalda… le
estaba absorbiendo, y una vez lo hiciera nada ni nadie podría volver del norte.
Sus ojos sin brillo miraron al nocturno cielo. Una estrella fugaz cortó con su
dorado filo el firmamento… una estrella fugaz… aunque sabía que nunca más iba a
pedir un deseo a las estrellas, la observó…
Sin saber porque tocó el mango de su espada… le encantaba esa
arma. Representaba la confianza, la justicia, la lealtad… sintió por un segundo
el cariño de sus forjadores. Todos y cada uno lo esperaban…
Un grito desgarrador rugió de sus adentros y su cuerpo salió
despedido por los aires.
Lentamente se incorporó… un ejército de estrellas fugaces
siguieron a la primera… las heridas curarían solas, y aunque no había sido
capaz de destruir el muro, sería el primero capaz de volver…
FIN
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