jueves, 16 de octubre de 2014

El peón del desierto.



Cuenta una antigua leyenda medieval, que un día los cuatro jueces del mundo se despertaron de su más profundo sueño. Y en un rincón cualquiera, de una oscura sala en ninguna parte, se reencontraron. La primera en llegar fue la llama milenaria, quien con su fuerza e insuperable belleza iluminó la sala.
Segundos después, saltando de estrella en estrella sobre su gran zorro blanco, llegó el viento, quien con su poderosa y transparente brisa otorgó un clima adecuado. 
Haciendo retroceder unos pasos a la bella llama, sobre la reina de las olas, llegó la blanca y hermosa Agua,  quien con su frescura abrió las puertas al último juez, el sabio y longevo Tierra, quien con su eterna juventud y vida llenó la sala de árboles y animales, de vida… 























Todos y cada uno se sentaron en el suelo esperando a que alguien interrumpiera el silencio. Alguien les había convocado, pero la pregunta era ¿Quién?
                -He sentido un terrible dolor en el alma –dijo Agua.
                -Yo he sentido frio en la ardiente llama de mi corazón –dijo la hermosa Fuego.
                -Sopla tormenta al norte… –dijo Viento.
                -Y yo he recibido un impresionante golpe en mi piel –susurró el sabio Tierra.- Está claro que alguien nos ha maldecido.
                -¿Un humano? –Preguntó desconcertada Fuego- ¿Pero por qué?
                -Seguro que Agua nos puede ayudar a ver dentro de la tormenta ¿verdad? –dijo Viento sonriéndole con expresión inocente.
                -La lluvia me dice que un joven varón siempre la acompaña… -contestó cerrando los ojos, concentrándose.
                -¿QUIÉN ES? ¿QUIÉN ES? –preguntó impaciente Fuego.
                -Alguien que está soportando una gran carga en su corazón…
                -¿Hay que tirarle un rayo? –preguntó el juguetón Viento.
                -La lluvia me suplica lo contrario… -susurró Agua- pues su carga es… dura… un golpe le ha…
                -¿LE HA QUÉ? ¿LE HA QUÉ? –gritó con curiosidad Fuego.
                -Le ha… -los ojos de Agua se abrieron, dejando entrever dos finas lágrimas en sus blancas mejillas.
                -Le ha quitado los 4 elementos de su corazón, -se adelantó el sabio Tierra- es un corazón sin brillo.
                -¿Es eso posible? –preguntó viento acariciando a su blanco zorro con inquietud.
                -¿Y AUN SIGUE EN PIE? ¡¡ME GUSTA!! –Exclamó Fuego con expresión de enamorada.
                -No creo que resista mucho más… -dijo Agua sin poder controlar sus lágrimas.
                -Sigue en pie por algo… ¿Verdad Agua? –preguntó con expresión seria Tierra, mientras su compañera asentía lentamente.
                -¡¡DEBEMOS DECIDIR!! ¡¡VA A ESTALLAR!!
                -Opino que es mejor actuar después de que eso pase –dijo Viento jugueteando con su pelo.
                -Creo igual que tú Viento –contestó Tierra.- No podemos volver a despistarnos.
                -Cuan asombroso puede llegar a ser el ser humano ¿verdad?-susurró Agua.
Y en ese momento, a muchos kilómetros de esa sala en ninguna parte, de un rincón cualquiera, y bajo una constelación perdida,  el humano, antes que todo a su alrededor estallara susurró algo que paralizó a los cuatro jueces: “Lo asombroso no está en mí, sino que en lo que quiero e intento proteger”. 
Y así fue como un humano ahora plantado en un desierto de ceniza, esperó aun en pie, bajo la mirada de los 4 jueces. 
CONTINUARÁ

No hay comentarios:

Publicar un comentario