jueves, 28 de enero de 2016

La travesía del viento




El sonido de sus precipitados pasos recorriendo la habitación interrumpió el silencio que durante semanas había reinado entre esas cuatro paredes. Sin dudar un segundo se puso el metálico peto, apretó los mortíferos brazaletes, ató sus botas con fuerza, colocó su cinturón y cubrió su rostro con su capucha blanca y la túnica de viaje. Sus pasos se detuvieron frente al espejo, nadie vería su armadura bajo ese atuendo de viaje…
Sin dudarlo abrió la ventana y cogiendo carrerilla se lanzó al vacío. Como si de la misma fuerza se tratase, su cuerpo se fundió con el viento y con una pequeña ráfaga sus pies tocaron el primer tejado y con otra el siguiente. Su paso era firme, simple, directo. No había nada  ni nadie que lo parara, la ciudad dormía… mientras él corría y corría.
La sonora explosión le hizo interrumpir su camino. Entre las llamas del cielo un fénix alzó sus alas imponiendo su luz en el oscuro cielo. Él sonrió, allí estaba de nuevo el mago del fuego, con su habitual resplandor, su fuerza, su seguridad.
                -Así que te vas… -dijo mientras su cuerpo humano salía de entre las llamas.
                -No por mucho tiempo espero… ¿qué tal ha ido por el pueblo llano?
                -No queda nadie… el gremio está tan disperso como aquí. Los generales han ganado la posición y aunque las tropas aún siguen en pié, no son ni la cuarta parte de los que eran. Cada día desertan más personas, esto ha muerto.
                -Habremos perdido la guerra –comenzó él mientras sus ojos verdes miraban el horizonte- pero al menos no han conseguido su propósito.
                -Por ahora… -dijo el mago con temor- aún queda una de ellos que campa a sus anchas.
                -Lo se… incluso en el último reducto del norte aún quedan personas leales y valientes que aun a pesar del control, luchan por una causa noble.
                -Pero…  has recuperado tus poderes ¿no podríamos…?
                -No –repuso de forma tajante- estoy cansado ¿sabes? Harto de luchas, de intentar lograr algo más grande que yo mismo, es cierto aún queda una en pie, pero esa ya no es mi lucha. Tres grandes guerras y cinco altos mandos fuera de combate, ninguna persona en tres generaciones ha conseguido eso. No… es el momento de dejar de luchar. He de cumplir una promesa que le hice a una persona que ha vencido al más fuerte de los enemigos dos veces.
                -Yo también lo dejo… -susurró el mago con tristeza- hay obstáculos más fuertes que debo superar. Necesito toda mi fuerza.
                -Míranos… -dijo riendo el joven de ojos verdes- nuestro cuerpo es joven y fuerte, pero parecemos dos viejos quejándonos…
                -Si…

                -Pero por muy viejo y gruñón que seas, tú siempre serás como mi hermano no lo olvides.
                -¡Cómo te…!
El graznido del halcón le interrumpió. El mago del fuego se sentó pesadamente en aquel tejado, y mientras observaba aquella majestuosa ave alejarse hacia el horizonte sonrió.
                -¿¡Será posible…!? -Él siempre había sido como el viento, libre, imposible de domar o controlar. Una fuerza a la que jamás un humano normal podría hacer frente.

domingo, 17 de enero de 2016

El regalo del mentor (parte II)



El fuerte golpe de viento le levantó bruscamente del suelo alejándole del árbol. El cielo bajo el influjo de la gran capa de nubes, tornó al negro más siniestro y frío jamás visto. Cómo si de una bomba se tratase, cada partícula de viento penetró por sus fosas nasales y su boca, abriéndose paso hacía cada extremo de su cuerpo. Lo sentía de nuevo en su interior, el fresco aroma de una brisa mañanera, la letal furia de la tormenta, la maravillosa capacidad de poder estar en cualquier rincón del planeta. A sus pies notó el calor del árbol ahora pasto de las llamas, el azulado fuego volvió a sus manos, poco a poco sentía como sus ardientes raíces se introducían en lo más profundo de su corazón.
Tenía de nuevo el control de aquello que había perdido hacía tanto tiempo. Sus labios susurraron al viento “gracias” y el cielo respondió a su llamada. Tan letal como rápido y fugaz, el rayo calló sobre él. Notaba su intensidad, su fuerza, su capacidad de destrucción…
El estruendo de la explosión y el sonido de las alarmas la despertó de forma repentina. ¿Un ataque? No podía ser posible… no había nadie ya que pudiera siquiera enfrentarse a ella. No pudo evitar emitir un grito de sorpresa al vislumbrar todo desde su ventana.  A un lado desde el mar, barcos reales se acercaban a cañonazos, a las afueras del castillo todos los jóvenes renegados a los que habían exiliado gritaban clamando justicia mientras más y más de sus tropas desertaban uniéndose a la multitud, pero lo que más temía se aproximaba con paso tranquilo entre el humo y las llamas de lo que antes había sido una gran puerta metálica.
Bajo su capucha blanca, él avanzaba caminando con paso firme y decidido. Antes de que el primer mercenario se diera cuenta de su fallido ataque, la garra del oso le abrió en canal. Con la habilidad del lobo esquivó a los dos siguientes, despedazando al instante el cuello de otro infeliz iluso con intención de atravesarle. Con la vuelta de su cuerpo humano, la furia del viento expulsó con fuerza a cinco más, el sonido de los disparos quedó ahogado bajo los gritos de terror cuando las balas sucumbieron ante las llamas azules que le protegían. Aun desde la más alta torre supo que justo en ese momento, entre el humo y las azuladas llamas del fuego fatuo, sus verdes ojos le habían encontrado.
Su puño golpeó con fuerza el suelo y la fuerza del trueno impulsó el cuerpo del halcón hacia su dirección. Antes de que pudiera reaccionar, la ventana de piedra estalló dejando que los rayos y las intensas llamas acabaran con todo a su alrededor. 

                -He venido a confesarme… -su voz sonaba completamente diferente, ya no era amable, ni tierna, ni prudente, sonaba fría y ardiente al mismo tiempo- confieso que perdí… que caí ante tus trucos, que perecí impotente bajo el poder de tu influencia, que supiste aprovechar la fuerza de todo lo que amaba como mi propia debilidad. Confieso que me has hecho perder mis esperanzas y mi objetivo de crear un mundo dónde vivir en paz todos juntos…
                -Eres un pirata… un rebelde.
                -No… soy libre, pero tú y los de tu calaña os habéis dedicado a intentar cambiarlo.
                -Tú y los tuyos no merecéis siquiera pisar por dónde nosotros pisamos. Sois parásitos que deben ser controlados.
                -Control… eso es lo único que os importa. Queréis una paz vacía, obligando a las personas a seguir un credo que solo lleva a un mismo camino, a vuestro camino. No apostáis por el respeto, por la ayuda, solo control… y para ello era necesario quitarnos de en medio ¿verdad? Llevarse por delante a más de cien personas… ¿y yo soy la escoria? Puede que me hayas vencido, cierto… lo has conseguido, pero eso no significa que no haya consecuencias…
                -¿Vas a eliminarme?
El frío filo de su espada tocó su cuello… el sonido de pasos acercándose le hizo sonreír.
                -No mereces otra cosa… pero la verdad, me das tanto asco que no voy a ensuciarme las manos por alguien cómo tú. Además creo que pronto se encargarán muy bien de ti.
                -Tú sacrificio no ha servido para nada… aún queda una de nosotros.
                -Créeme, tanto mal has creado que aunque no tenga el placer de ser yo el que termine con esto, esa persona fracasará. Sí tú tienes una persona, yo tengo más de cien, familias enteras dispuestas a levantar su voz en pos de la verdad… de lo correcto.
Y dicho esto su cuerpo desapareció bajo el paso de la brisa que traía la calma, la paz. Cuando las tropas de la armada real entraron en lo que quedaba de la estancia, la anciana general comprendió que por muy poderosa que fuera jamás podría destruir a un hombre libre.

sábado, 16 de enero de 2016

El mentor




La fría brisa nocturna refrescaba su hocico, el silencio penetraba por sus peludas orejas, la tierra estaba fresca… el más feroz cazador de la noche aún con su manada dispersa, controlaba cada detalle a su alrededor. Era la primera vez que volvía por allí desde el ataque… pensó para sí mientras comenzaba su paso ya erguido. Todo estaba destrozado, pero la naturaleza de forma inusual embellecía de nuevo aquel magnifico lugar combinándose con las blancas ruinas del castillo. Parecía como si ya hubiera pasado toda una vida…
El sonido del canto de los pájaros atrajo su atención. Allí estaba… entre rocas destrozadas y basta naturaleza, el árbol de su familia, su tesoro más preciado, la base de todo su ser… sonriendo con melancolía echó atrás su capucha y se acercó. Sus rodillas tocaron pesadamente el suelo, había luchado con todo su corazón y había perdido… ¿qué pensaría de él?
Hacía ya diez años… diez años en los que había tenido que dejar de ser un aprendiz para ser el maestro, años de muchos enemigos, luchas y heridas. Diez años en los que él no estaba ahí, diez años de vida de aquel árbol, diez años sin ver su  rostro lleno de ternura y cariño.
Lo que más le dolía era no haberse despedido de él como se merecía. Diez años en los que cada día había pensado en él.
                -El árbol sigue en pie… -el sonido de su voz le tranquilizó. La llamada Garra de León se sentó a su lado.
                -Si… -repuso él con una sonrisa- lo echo de menos… cada día…
                -Lo se…  -y tras un momento continuó- yo… no le conocí, ¿cómo era?
                -No había nadie igual que él, siempre tenía la frase perfecta para cada momento, era increíblemente fuerte y valiente y los animales le adoraban. Recuerdo que mi madre solía contarme que en solo una noche y sin ayuda fue capaz de trasladar los ataúdes de un cementerio entero para que la expansión de la ciudad no lo demoliera y la gente pudiera seguir visitando a sus muertos, otra vez recuerdo que se enfrentó él solo a una banda de moteros que me atacaron cuando era un niño, llegó a jugarse su propia vida muchas veces sin dudarlo por proteger a los suyos. Él era mucho más que un solo hombre…  no había nadie más leal, tenía el corazón más grande que jamás yo hubiera visto. Era muy orgulloso y cabezota, y odiaba perder en cualquier juego o apuesta, sin embargo jamás vi flaquear su humildad. Todos temían enfadarle, pues cuando lo hacía, la mismísima tierra temblaba a su paso, aun así todos le querían y respetaban. No había nadie que no confiara en él, y aunque a veces si podía resultar demasiado soñador, siempre estaba ahí cuando lo necesitabas para escucharte y ayudarte. Su sola presencia me hacía sentir seguro. Él me enseñó a ver más allá de las apariencias, a luchar por mi libertad y mis ideales, a sacar siempre la mejor de mis sonrisas, él me enseñó a amar. No he conocido jamás un hombre como él… 
 So Happy!:
                -Me hubiera encantado conocerlo… -repuso abrazándolo mientras disimulaba no haber visto las lágrimas de su amigo- te dejaré a solas unos minutos.
Su mano acarició el viejo tronco, y rompió a llorar, echaba en falta sus lecciones, su entrenamiento, sus trampas, cuando se hacía el dormido, su forma de ser “corrompible”… echaba de menos a su maestro y mentor, a su confidente, y aunque sabía que a él no le gustaba que lo llamaran así, su corazón gritó al viento que echaba de menos a su abuelo y el viento le respondió…
CONTINUARÁ…

lunes, 11 de enero de 2016

El regalo de la reina



La fría noche había llegado. Su gran día había tocado a su fin. Estaba tan cansada, pensaba una y otra vez mientras se apoyaba en la cornisa de su ventana. Había recibido felicitaciones de todos a su alrededor, familia, leales compañeros, superiores, conocidos… no había faltado comida, regalos y sonrisas, había sido un día estupendo. “Todos querían mostrar sus respetos a la reina central” pensó suspirando cansadamente mientras observaba como su pueblo dormía tranquilo bajo la oscuridad de la noche. Sin embargo… no había recibido noticia alguna de su fiel compañero.
El batir de unas alas rompió el silencio de la noche. A lo lejos, un joven halcón surcaba los cielos con un porte elegante y majestuoso. Todas las aves de la zona alzaban el vuelo advirtiendo de su feroz paso, con cada movimiento de sus fuertes alas, el viento golpeaba los cristales, los grillos silenciaban su canto con el sonoro corte de su vuelo.
El halcón sobrevoló su torre en círculos durante unos segundos y tras un sonoro graznido descendió en picado hacia su ventana. Cualquiera en su lugar habría tenido miedo, habría cerrado la ventana, pero ella no… no se dejaba engañar.
La veloz ave entró con un sonoro estruendo, pero en el suelo se encontraba él, arrodillado ante ella… no portaba más que su espada y una simple armadura negra de capucha con el pequeño símbolo del gremio en el pecho.
                -Llegas tarde… -le repuso con desdén.
                -Nunca es tarde para hablar contigo… -le respondió levantando su mirada y sonriéndola.
Ella le dio la espalda con fuerza.
                -Eres un prepotente…  ¡has llegado tarde!
                -Es cierto… no soy nada bueno controlando el paso del tiempo, pero estoy aquí. Y si hoy me inclino ante ti no es para decirte las cuatro palabras convencionales y rendir pleitesía al decoro y los modales. Mi rodilla esta postrada en el suelo para recordar que hoy hace poco más de doce años supe que te convertirías en alguien esencial para mi vida. No recuerdo bien las palabras, pero si el momento en el que supe que tú estarías a mi lado por el resto de mi vida, desde entonces ambos hemos recorrido muchas cosas… al principio juntos, pasamos por tierras de caballeros a los que llamaban locos, vimos nuestras más tiernas fantasías hechas realidad en ese gran castillo que aún sigue en nuestros corazones, conocimos artistas y caravanas con personas pequeñas capaces de lograr sus sueños y alimentar los de los demás, conocimos músicos, magos, personas que te hacen reír y llorar hasta límites insospechados, visitamos pueblos que con su esfuerzo y sacrificio fueron capaces de cambiar su destino, pudimos plasmar grandes cosas en esas grandes pantallas que al mundo hipnotizan. Viajamos y aprendimos muchas cosas juntos, incluso mi lucha comenzó contigo a mi lado, pero con el tiempo nuestras vidas decidieron darnos viajes en los que ambos por separado aprendimos cada día más y más. Te he visto crecer desde que eras un renacuajo chillón y puedo ver orgulloso cómo te has convertido en la persona  que tú misma querías ser.  Ambos tuvimos guerras, luchas, ambos caímos y nos levantamos porque sabíamos cuál era nuestro juramento como caballeros y porque ambos siempre nos ayudamos el uno al otro. Por eso estoy aquí hoy y ahora, no estoy en tu vida para verte una vez al año, estoy aquí porque todos los días me siento seguro sabiendo que tengo una amiga cómo tú a mi lado, alguien al que nada ni nadie cambiará, una persona tan fuerte y libre que hasta el más poderoso de los enemigos teme enfrentar. Si hoy inclino mi rodilla no es para darte algo vacío, es para recordarte  lo orgulloso que me siento al saber que por muy lejos que nos lleven nuestros pasos, tú siempre me tendrás aquí, a tu lado, al igual que yo te tengo a ti.
Ella lo miró con ternura… allí estaba la reina central que tanto admiraba, su leal amiga, con ella había crecido, jugado, cantado, ella había sido su consejera y el su consejero, juntos habían llorado y juntos habían reído hasta llorar.
                -Antes de irme permíteme darte un regalo.
Sin esperar el consentimiento el joven se levantó y tras besarle en la mejilla, se precipitó por la ventana de la torre. Ella sonrió y tumbándose en su cama se durmió recordándo las razones por las que ese halcón que se alejaba en la oscuridad de la noche, le había visitado.

Para Alicia por esos 24 añazos, muchísimas felicidades y gracias por todos estos años de tu inquebrantable amistad.