sábado, 16 de enero de 2016

El mentor




La fría brisa nocturna refrescaba su hocico, el silencio penetraba por sus peludas orejas, la tierra estaba fresca… el más feroz cazador de la noche aún con su manada dispersa, controlaba cada detalle a su alrededor. Era la primera vez que volvía por allí desde el ataque… pensó para sí mientras comenzaba su paso ya erguido. Todo estaba destrozado, pero la naturaleza de forma inusual embellecía de nuevo aquel magnifico lugar combinándose con las blancas ruinas del castillo. Parecía como si ya hubiera pasado toda una vida…
El sonido del canto de los pájaros atrajo su atención. Allí estaba… entre rocas destrozadas y basta naturaleza, el árbol de su familia, su tesoro más preciado, la base de todo su ser… sonriendo con melancolía echó atrás su capucha y se acercó. Sus rodillas tocaron pesadamente el suelo, había luchado con todo su corazón y había perdido… ¿qué pensaría de él?
Hacía ya diez años… diez años en los que había tenido que dejar de ser un aprendiz para ser el maestro, años de muchos enemigos, luchas y heridas. Diez años en los que él no estaba ahí, diez años de vida de aquel árbol, diez años sin ver su  rostro lleno de ternura y cariño.
Lo que más le dolía era no haberse despedido de él como se merecía. Diez años en los que cada día había pensado en él.
                -El árbol sigue en pie… -el sonido de su voz le tranquilizó. La llamada Garra de León se sentó a su lado.
                -Si… -repuso él con una sonrisa- lo echo de menos… cada día…
                -Lo se…  -y tras un momento continuó- yo… no le conocí, ¿cómo era?
                -No había nadie igual que él, siempre tenía la frase perfecta para cada momento, era increíblemente fuerte y valiente y los animales le adoraban. Recuerdo que mi madre solía contarme que en solo una noche y sin ayuda fue capaz de trasladar los ataúdes de un cementerio entero para que la expansión de la ciudad no lo demoliera y la gente pudiera seguir visitando a sus muertos, otra vez recuerdo que se enfrentó él solo a una banda de moteros que me atacaron cuando era un niño, llegó a jugarse su propia vida muchas veces sin dudarlo por proteger a los suyos. Él era mucho más que un solo hombre…  no había nadie más leal, tenía el corazón más grande que jamás yo hubiera visto. Era muy orgulloso y cabezota, y odiaba perder en cualquier juego o apuesta, sin embargo jamás vi flaquear su humildad. Todos temían enfadarle, pues cuando lo hacía, la mismísima tierra temblaba a su paso, aun así todos le querían y respetaban. No había nadie que no confiara en él, y aunque a veces si podía resultar demasiado soñador, siempre estaba ahí cuando lo necesitabas para escucharte y ayudarte. Su sola presencia me hacía sentir seguro. Él me enseñó a ver más allá de las apariencias, a luchar por mi libertad y mis ideales, a sacar siempre la mejor de mis sonrisas, él me enseñó a amar. No he conocido jamás un hombre como él… 
 So Happy!:
                -Me hubiera encantado conocerlo… -repuso abrazándolo mientras disimulaba no haber visto las lágrimas de su amigo- te dejaré a solas unos minutos.
Su mano acarició el viejo tronco, y rompió a llorar, echaba en falta sus lecciones, su entrenamiento, sus trampas, cuando se hacía el dormido, su forma de ser “corrompible”… echaba de menos a su maestro y mentor, a su confidente, y aunque sabía que a él no le gustaba que lo llamaran así, su corazón gritó al viento que echaba de menos a su abuelo y el viento le respondió…
CONTINUARÁ…

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