El brusco golpe de viento le hizo abrir los ojos y
levantarse de forma brusca. Algo no iba bien…
Sin dudarlo un segundo, sacó el cuchillo y se puso en
guardia. La torre estaba tranquila, y no había movimiento entre las llanuras,
pero notaba algo extraño en el ambiente. Su mente llamó al halcón y en cuestión
de segundos su cuerpo alzó vuelo alcanzando el tejado.
El sol se alzaba rojo, alguien había caído. Había demasiado
silencio, fuertes disputas habían tensado el ambiente y el viento estaba
demasiado inquieto, algo malo se avecinaba.
-Pareces
algo perdido… -el sonido de aquella silenciosa voz le erizó los pelos de la
nuca.
Lentamente se giró y el miedo le carcomió las entrañas al
ver a aquel hombre frente a él. De aspecto amable y atuendo negro como el
carbón, el legendario demonio negro se mostraba ante él.
-Has
sido tú… ¿verdad? –Su voz sonó más segura de lo que él mismo esperaba- Tú eres
el responsable del mal en estas tierras…
-Estás
aterrado… -contestó el demonio con una sonrisa.
-Entonces
es verdad… debo matarte entonces.
-Estás
muy lejos de tu casa joven dragón. Te sientes solo… tus apoyos están lejos de
ti, tierras exóticas, futuros proyectos, enemigos temibles, nuevos retos… todos
y cada uno de ellos están ocupados, y tú estás lejos de tu hogar y tu armadura
y tienes miedo… si… lo huelo. Tus poderes están a la mitad desde tu última
prueba… no pasaste el corte y te sientes débil, cansado e inútil. Mírate… solo,
en el medio de la nada, sentado frente a una torre que por lo que veo jamás te
abrirá las puertas. Eres patético –le espetó con furia antes de propinarle una
patada en el estómago.
Antes de caer al vacío con la garra del león pudo agarrar la
última repisa del tejado. Llamó al viento y este golpeó en la ventana de la
torre. Nadie respondió. No podía derrotarle él solo… tenía que salir. Volvió a
golpear la ventana con un vendaval pero la respuesta no cambió.
-Aún no
lo ves… nadie acudirá en tu ayuda joven dragón –dijo el demonio con una sonora
carcajada llena de odio- tus antiguos discípulos ya no navegan cerca de ti y no
veo nadie de la torre muy interesado en ti.
Y tras pisar su garra con fuerza, sintió todo su poder
desaparecer. Cuando su cuerpo chocó bruscamente contra el suelo apenas consciente,
el joven caminante observó con decepción la torre y sin mediar palabra se
arrastró hasta el árbol más cercano y lentamente se incorporó. Tenía un par de
costillas rotas y se había dislocado el hombro. En esas condiciones no podría
vencerle…
La sangre de su frente se le metió en el ojo y tiñó toda su
visión. No habló, no gritó, no mostró dolor. Su corazón llamó al rayo, y
golpeando con su puño izquierdo contra el suelo, este acudió y le impulsó
contra su enemigo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario