martes, 23 de agosto de 2016

Demonios de la noche



El brusco golpe de viento le hizo abrir los ojos y levantarse de forma brusca. Algo no iba bien…
Sin dudarlo un segundo, sacó el cuchillo y se puso en guardia. La torre estaba tranquila, y no había movimiento entre las llanuras, pero notaba algo extraño en el ambiente. Su mente llamó al halcón y en cuestión de segundos su cuerpo alzó vuelo alcanzando el tejado.
El sol se alzaba rojo, alguien había caído. Había demasiado silencio, fuertes disputas habían tensado el ambiente y el viento estaba demasiado inquieto, algo malo se avecinaba.
                -Pareces algo perdido… -el sonido de aquella silenciosa voz le erizó los pelos de la nuca.
Lentamente se giró y el miedo le carcomió las entrañas al ver a aquel hombre frente a él. De aspecto amable y atuendo negro como el carbón, el legendario demonio negro se mostraba ante él.
                -Has sido tú… ¿verdad? –Su voz sonó más segura de lo que él mismo esperaba- Tú eres el responsable del mal en estas tierras…
                -Estás aterrado… -contestó el demonio con una sonrisa.
                -Entonces es verdad… debo matarte entonces.
                -Estás muy lejos de tu casa joven dragón. Te sientes solo… tus apoyos están lejos de ti, tierras exóticas, futuros proyectos, enemigos temibles, nuevos retos… todos y cada uno de ellos están ocupados, y tú estás lejos de tu hogar y tu armadura y tienes miedo… si… lo huelo. Tus poderes están a la mitad desde tu última prueba… no pasaste el corte y te sientes débil, cansado e inútil. Mírate… solo, en el medio de la nada, sentado frente a una torre que por lo que veo jamás te abrirá las puertas. Eres patético –le espetó con furia antes de propinarle una patada en el estómago.
Antes de caer al vacío con la garra del león pudo agarrar la última repisa del tejado. Llamó al viento y este golpeó en la ventana de la torre. Nadie respondió. No podía derrotarle él solo… tenía que salir. Volvió a golpear la ventana con un vendaval pero la respuesta no cambió.
                -Aún no lo ves… nadie acudirá en tu ayuda joven dragón –dijo el demonio con una sonora carcajada llena de odio- tus antiguos discípulos ya no navegan cerca de ti y no veo nadie de la torre muy interesado en ti.
Y tras pisar su garra con fuerza, sintió todo su poder desaparecer. Cuando su cuerpo chocó bruscamente contra el suelo apenas consciente, el joven caminante observó con decepción la torre y sin mediar palabra se arrastró hasta el árbol más cercano y lentamente se incorporó. Tenía un par de costillas rotas y se había dislocado el hombro. En esas condiciones no podría vencerle…
La sangre de su frente se le metió en el ojo y tiñó toda su visión. No habló, no gritó, no mostró dolor. Su corazón llamó al rayo, y golpeando con su puño izquierdo contra el suelo, este acudió y le impulsó contra su enemigo. 

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