El sonido de las olas al romper en la arena era lo único
vivo en aquella playa. Una isla cambiante… allí es dónde le habían llevado sus
pasos, un lugar desierto, sin habitantes. Solo ellos cinco y sus más allegados,
un puerto y la basta naturaleza, y aun así el lugar era tan grande que podían
tardar días e incluso semanas en encontrarse.
-¿No
entiendes porque hemos venido aquí? –su voz le hizo sonreír.
-Ya
decía yo que había mucho silencio…
-Hombre…
-respondió el dragón una sonrisa burlona- un mago del fuego pensativo… eso es
menos común que una vaca carnívora. ¿Qué te preocupa?
-No
entiendo tus movimientos… durante años luchamos juntos en una guerra sin fin.
Había momentos en los que incluso con todo en nuestra contra fuiste capaz de cargar
con una responsabilidad que no te pertenecía y plantar cara y salir victorioso,
cada día luchando adquirías más y más poder y jamás dudaste en utilizarlo en el
bien común. Juntos creamos un gremio que venció al gobierno central. Tras eso
adquieres el poder del dragón y cuatro meses de batallas después, cuando
recuperas todo el terreno perdido decides desaparecer de la lucha y llamarnos a
los cuatro aquí. Cuando te vi arrancar el sello de los cuatro pensé que no ibas
a volver a levantarte y sin embargo, lo hiciste y ordenando crear un poblado a
cada uno en cada extremo de la isla, desapareciste en lo más hondo del bosque…
¿Para qué estamos aquí? ¿Qué buscas en ese bosque?
El sonido de los cañonazos le impidió contestar. Dos
explosiones cayeron en el agua, no dudo ni un segundo y con su llameante puño
destrozó una peligrosa tercera bala.
-¡¡Capitán
nos atacan!! –Gritó uno de los marineros desde puerto- ¡Es el gobierno central!
No lo dudo ni un segundo y llamando al fénix alzó el vuelo
en dirección al mar. Una vez encima del primer barco, de vuelta en su forma
humana descendió en picado y concentrando su poder en la pierna derecha golpeó
el suelo de cubierta. Tras una ardiente ola de viento, un cañón tras
otro comenzó a estallar y mientras el barco quebraba por la mitad una columna
de fuego ascendía por el mástil reduciendo a cenizas cualquier centímetro de
tela. Tras un fuerte salto, lanzó una de sus bolas de fuego contra el siguiente
barco y cayendo sobre un tercero concentró todo su poder. Desde el agua un
gran muro de flamas surgió cubriendo todo el barco. Ya eran suyos… pensó
mientras con otra bola de llamas lanzaba por los aires a los pocos marineros osados
que quedaban a bordo.
…
Cuando sus manos tocaron de nuevo la arena,
desplomó su empapado cuerpo boca arriba en la playa y respiró hondo. Ese último muro de llamas había agotado su
energía completamente. Una brisa de viento helado le hizo sentir un escalofrío
por toda la espalda y girándose de forma repentina la vio. Una hermosa y brillante
armadura plateada y roja con alas doradas, con la majestuosa forma de un ave
en cuyo pico había un papiro.
Acercando su mano comprobó que el propio metal irradiaba
calor, era como si la propia armadura tuviera vida. Como si ella misma le
llamara, cómo una conexión… era algo extraño de explicar. Lentamente abrió el
papiro y leyó reconociendo al instante su letra:
Dicen que cuando el
mundo fue al fin mundo. Sus habitantes poseían extrañas habilidades en función
de su lugar de nacimiento. Crear medicinas y curas que podían burlar a la misma muerte, controlar
el crecimiento de las plantas y el comportamiento de los animales, manipular el
tiempo e incluso utilizar el calor y la luz del sol para sobrevivir. Dicen las
malas lenguas que existían cuatro grandes ciudades, una dedicada al agua en las
tierras heladas del Norte, otra al fuego en las volcánicas y duras tierras del Sur,
una al Oeste en honor a las fértiles tierras y una última en el misterioso Este
a dónde nadie podía navegar debido a los intensos vientos.
Durante millones años
las cuatro ciudades convivieron en paz y armonía, y con los años las
habilidades de sus habitantes dejaron de ser necesarias. Décadas después la
naturaleza obligó a los humanos a trasladarse y comenzar a formar el mundo tal y como
lo conocemos hoy. Con el tiempo ese mensaje de paz y armonía se convirtio
en palabras vacías, en lemas… y esos pueblos en cuyo origen encontramos el amor
y la bondad quedaron consumidos en una pura leyenda.
¿Por qué estamos aquí?
Porque nosotros somos las leyendas de nuestra propia historia, porque hemos
comprobado que somos capaces de lograr imposibles, porque sabemos que nada es
verdad, que todo está permitido, qué solo nosotros podemos ser los responsables
de nuestra propia civilización. Estamos aquí porque sabemos que solos somos grandes, pero
juntos… imparables.
Por eso, a ti, el
protector... el guardián del fuego, te hago entrega del símbolo de tu poder.
Aquel al que nadie puede derrotar, aquel que se levanta de sus cenizas aún más
fuerte, aquel al que considero mi escudo y mi espada, mi grito en la batalla.
Aquel del que estoy seguro utilizará su poder para proteger lo que más ama aunque ello suponga agotar toda sus fuerzas.
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