El intenso sonido de los grillos cantando a la luna calló al
instante. Con la oscuridad como mantra, cada uno de ellos avanzaba rápido sin
romper el intenso silencio, para ellos no había final, no había límites que les
detuvieran. Eran hábiles sin duda pero no lo suficiente como para fundirse en
uno con la naturaleza, como para engañarle a él…
-Aquí
–dijo uno de ellos- estamos lo suficiente alejados.
-¿Estás
seguro? –replicó el más joven.
-Confía
en mí, aquí no nos verán tomarlo…
-Además
todo el castillo está dormido –añadió otro de los cinco jóvenes mientras sus
compañeros le apoyaban.
-Quizá
vuestros compañeros lo estén… -dijo el dragón desde las sombras- pero no
aquellos a quienes debéis mostrar respeto.
Dignos de sus habilidades los cinco aprendices comenzaron la
replegada en tres direcciones. El dragón silbó y el sonido del águila respondió
a su mensaje, sus compañeros estaban en posición. Caminando, comenzó a avanzar por
la dirección de aquel que huía en solitario.
El joven corría y saltaba de rama en rama y de árbol en
árbol, él solo caminaba. Oía su respiración, notaba las gotas de sudor frío
deslizándose por su cara, sentía los acelerados latidos de su corazón, cómo
había dicho antes, puede que su destreza física fuera sobresaliente pero aún
debían aprender que era la paciencia, la voluntad, la astucia, la sabiduría…
Lentamente se apoyó en un árbol, respiró y contó. Uno… dos…
¡TRES! Pensó para sí mientras extendía su brazo deteniendo al joven y
haciéndole caer al suelo bruscamente. Sin dudarlo, el muchacho se incorporó y
le atacó. Cómo si de una calmada danza se tratara el dragón esquivó la primera
y segunda estocada golpeando la libre espalda del aprendiz con la garra del
oso. Tras recibir el seco impacto el joven con furia lanzo su ataque de nuevo,
pero él ya lo había visto venir esquivándolo mientras le propinaba una suave
torta en la cara. El muchacho se tambaleó confuso y volvió a atacar aún con más
furia. El dragón le tenía dónde lo quería, no lo había herido, lo único que su
oponente tenía dañado era el orgullo y eso aun siendo tan joven le hacía menos
prudente todavía.
Tras esquivar unos pocos ataques más, con la garra del
dragón detuvo bruscamente su mano haciéndole soltar la espada y con un sordo
golpe de viento le hizo aterrizar dos metros más allá en el suelo.
-¡¡Está
bien!! –Exclamó el joven- Ya paro, ya paro…
-¿Sabes
por qué te has enfrentado a mí?
-Tú no
sabes nada… -contestó él mirando hacia atrás.
-Tus
compañeros no vendrán… los otros dragones no tardaron ni un minuto en
atraparlos.
-Pero…
¿Cómo?
-Mírame
a los ojos… -repuso el dragón buscando con sus ojos verdes su mirada - ¿Acaso
te crees que sois los primeros aprendices que han intentado hacer lo que
vosotros, que no han tenido las mismas dudas y miedos, que incluso han
pretendido superarnos?
-No…
-respondió el joven mirándolo avergonzado- tienes que entenderlo, tengo muchos
problemas que no puedo…
-Cuando
yo tenía tu edad, -le interrumpió el dragón con tono severo y melancólico al
mismo tiempo- tuve que hacerme cargo de toda una tripulación en medio de una
guerra que yo no había empezado. Ni siquiera había terminado mi adiestramiento
y ya estaba al frente de toda una ciudad, mientras aquella que me dio la vida
libraba una de las batallas más fuertes y tristes de nuestra historia. Los
enemigos no entendían de compasión o medias tintas, solo avanzaban masacrando
todo aquello que junto a mis maestros habíamos tardado años en crear. Perdíamos
apoyos y recursos todos los días y mi mentor no estaba en este mundo para
aconsejarme. Tantos frentes abiertos teníamos que tuve que ver como mis
maestros se rendían y huían dejándome solo. Pero de entre las cenizas supe
resurgir aún más fuerte y lograr mucho más de lo que aquellos que me enseñaron
habrían logrado nunca, y con el tiempo logre convertirme en un dragón. Puede
que no sepa a ciencia cierta cuáles son tus problemas pero de lo que si estoy
seguro que tomar esta mierda solo puede añadirte unos cuantos más o incluso
llegar a resultados mucho peores. Así que no me digas que entienda, se valiente
y afronta tu error. Demuéstrame que estoy entrenando a un verdadero hombre y no
a un cobarde.
-En mis
aposentos encontrarás el resto, -contestó tras unos minutos el joven mirándolo
a la cara- entiendo que informes a quien tengas que informar y acepto toda
responsabilidad así que no hagan nada a mis compañeros.
-Ve a
limpiarte un poco y lárgate a descansar. Mañana será otro día.
Sin duda el muchacho no era un cobarde, no muchos a su edad
son capaces de aceptar sus errores y mostrar lágrimas de arrepentimiento con la
cabeza tan alta.
-Si
mañana el procedimiento legal sigue adelante este muchacho deberá presentarse
ante su cuartel general de origen ante una vista y evaluación disciplinaria
dónde deberá justificarse, retractarse y disculparse públicamente. La noticia
se extenderá como la pólvora y todo su mundo será conocedor de una pequeña
metedura de pata como un grave error, la vergüenza y la decepción que hoy ha
experimentado contra mí será mucho más efectiva que todo ello. Con el proceso
se hace justicia, conmigo como maestro ese joven no solo será capaz de salir
adelante sino que habrá aprendido a cómo afrontar los obstáculos. Créeme cuando
te digo que por esta noche ha sido suficiente. Nuestra labor no es castigarlo
sino que ayudarle a encontrarse a sí mismo.
Y sin decir ni una palabra más, con un sordo golpe de viento el cuerpo del dragón desapareció, pues como muchos atrás él era el guardián del castillo, el protector del reino, el maestro y esta era su guardia.
No hay comentarios:
Publicar un comentario