miércoles, 19 de julio de 2017

El caballero del Dragón (Parte 1)


                -¿Entonces permaneciste en el castillo?
                -Durante unas pocas semanas más –contestó él asintiendo y mirando al horizonte en silencio.
La extensa pradera del castillo se extendía a su alrededor, él meditaba sentado, con los ojos cerrados, en silencio… notaba cada árbol, cada roca, cada brisa del viento. Percibía el peso de su armadura, el canto de los pájaros, el sonido de las cercanas olas del mar, el movimiento del castillo, todo parecía normal. Todo… hasta que los pájaros dejaron de cantar y un sepulcral silencio se adueñó de todo el palacio.
Abrió los ojos y esquivó el ataque de la sombra. Antes de que pudiera ni siquiera percatarse del negro atuendo de su enemigo, bloqueó el puñetazo de un nuevo atacante. La joven al ver fallido su golpe, usó su propio cuerpo y se impulsó junto a su compañero. Ambos comenzaron un segundo ataque, pero sin siquiera darse cuenta otras veinte sombras se unieron a la pelea. Eran demasiados incluso para él, quien solo podía esquivar los ataques y repeler a algunos atacantes, pero había algo en su estilo de lucha que no entendía. Algo familiar y extraño al mismo tiempo, agresivo y a la vez elegante, silencioso pero eficaz, coordinado pero individual. Llamó al viento y se dispuso a golpear el suelo para repelerles a todos con la onda expansiva, pero uno de ellos previó el ataque y con una patada desvió su mano desviando el ataque hacia el cielo. Intentó golpear con el fuego fatuo pero antes de que siquiera fijara un blanco un pequeño grupo le arrojó al lago. Gritó el nombre del trueno pero ellos fueron capaces de adelantarse y esquivar cada uno de los impactos eléctricos. Harto, llamó a la bestia y con la fuerza del oso intentó golpear, pero el más robusto consiguió bloquear su zarpa, con el lobo intentó morder pero los más pequeños y ágiles le sujetaron su hocico, intentó volar con el halcón pero con una impresionante patada lo lanzaron en picado contra el suelo. De dos en dos le sujetaron de pies y manos dejándolo indefenso boca arriba. Lo único que protegía su magullado cuerpo de la lucha, era su armadura del dragón. Se habían adelantado a cada uno de sus movimientos, ¿Cómo era posible? No… no podía permitirlo, daba igual cuantos o cuan fuertes fueran, nadie podría pararle. El dragón comenzó a rugir en su interior, y aún sujeto al suelo su piel comenzó a escamarse…
                -¡¡Vamos ríndete!! –Gritó uno de ellos. El joven dragón emitió un gruñido de sorpresa, esa voz le era muy familiar.- ¡¡Al fin lo hemos logrado, hemos sorprendido al maestro!!
El rugido del dragón se adueñó del lugar, todos y cada uno salieron disparados unos metros más allá de él. Habían dicho “maestro” estaba seguro, pensaba una y otra vez mientras corría hacia uno de ellos y retiraba la negra capucha dejando al descubierto su rostro.
Calló hacia atrás y sin poder reprimirse comenzó a llorar a pleno pulmón. Ahí estaban ellos, aquellos que hacía tanto tiempo tuvo que dejar atrás en aquel lejano bosque de su tierra. Dónde la maestra de maestros le había enseñado casi todo cuanto sabía, dónde por primera vez unos pequeños niños le llamaron maestro. Dejó aquel lugar con el corazón partido debido a no poder llevarse a sus jóvenes pupilos como había hecho anteriormente con su tripulación, eran demasiado jóvenes y él debía liderar toda una revolución junto a su flota. Y ahora allí estaban ellos mostrando las habilidades que él mismo les había enseñado pero con una destreza y adiestramiento individual.
Los demás dragones atraídos por su rugido, reían mientras él lloraba y les abrazaba sin parar. Ellos, sus niños se habían convertido en unos jóvenes maravillosos y ahora estaban allí en las filas delanteras.
                -¿Qué hacéis aquí? –preguntó él entre soñozos e intentando limpiar las lágrimas.
Una de ellos se acercó y tras abrazarlo de nuevo le dio un pequeño papel. Tenía el sello de su maestra, de su mentora… abriéndolo sin dudar lo leyó:
 “A ti mi mejor aprendiz, el capitán que venció en las dos grandes guerras, el exlíder rebelde, el caballero del dragón, el maestro sobre quien he depositado todos mis conocimientos y experiencia, te devuelvo lo que te corresponde por derecho, el mando de tus propios aprendices. Entrénalos para que como tú sean personas libres de elegir su propio camino, personas perseverantes y de corazón noble, que sueñen y luchen por un mundo sin corrupción ni maldad y por valores como la integridad, lealtad, libertad y el amor por la vida.
Hazme sentir orgullosa y nunca olvides que yo apuesto siempre por ti…
                -Así que… -dijo el dragón levando la mirada hacia sus pequeños ya no tan pequeños- volvéis a estar bajo mi mando –y sonriendo se levantó y colocándose en posición de batalla comenzó  su última lección para con ellos-. Regla número uno jamás dejes nada a la mitad. A ver de que estáis hechos cachorros…
                


CONTINUARA...

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