domingo, 7 de abril de 2013

Recuerdos bajo las capuchas.



El silencio del gran barco fue interrumpido por el ritmo de sus botas al caminar. Su mano acariciaba la madera que en su día le protegió, y que ahora gracias a su esfuerzo protegía a la última esperanza. El mar en calma, dejaba a la vista una vista espectacular. El reflejo de la luna se imponía sobre las calmadas aguas.
Una de sus segundos de a bordo se acercó al descubrirlo allí, absorto mirando a la luna.
                -Veo que no soy el único que esta noche no hace más que recordar. ¿En qué pensaba capitán?
                -Estaba recordando la primera vez que me subí al barco tras nuestra preparación. Cuando puse un pie aquí, estaba desierto, todos se habían ido. Nos confiaron el barco por miedo a ser ellos los espectadores de su final. Cuando subí, no había nadie, ni siquiera vosotros mis compañeros. Y cuando creí que todo se había acabado, apareció ella, una de nuestras capitanas. Confié en ella, pero cuando me quise dar cuenta, el propio gobierno central estaba corrompido hasta la médula. Y así fue como ella huyó para inclinar la rodilla ante ellos. Y yo me quede solo, con una tripulación sin capitán,  una túnica con capucha blanca, y una guerra absurda que librar. Una guerra en la que perdimos más de lo que ganamos.
                -Afortunadamente ahora, estamos en paz, y contigo al mando. Has dejado crecer una última esperanza en lugar de dejar que el gobierno central la pisoteara,  no te corrompiste, ni te convertiste en un renegado. Te quedaste, y tú solo reconstruiste el barco, los puestos de mando, y conseguiste aliados.
El capitán sonrió.
                -Vete a descansar, acuérdate que mañana llega una nueva persona a bordo.
Tras oír la puerta cerrase a su espalda, el capitán susurró:
                -Todo eso, está muy bien, pero… ¿será suficiente? Y si todo se complica, entonces ¿quién se quedará con el barco? Esperemos ser lo suficientemente fuertes.

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