lunes, 3 de marzo de 2014

Plumas bajo el sol



La puesta de sol se fundía con el mar creando un intenso color rojizo en el agua. Las pequeñas olas coloradas golpeaban con suavidad el casco del barco que en ese momento de paz se deslizaba, como un padre acariciando a su hijo con ternura. Bajo su capucha blanca, él observaba el horizonte, con la soledad como única compañera, absorto en sus pensamientos. Se habían retrasado demasiado en su rumbo y aún quedaba mucha distancia por recorrer, así que podía permitirse relajarse. Su vista se centró en una de sus tripulantes, se encontraba allí con un pequeño libro y una pluma escribiendo bajo las últimas caricias del sol.
Sonrió con ternura, sin duda sus tripulantes habían crecido mucho. Aún recordaba sus miradas de niño asombradas en los primeros entrenamientos, les había enseñado muchas cosas, y él mismo había aprendido de ellos otro tanto. Se acercó lentamente a ella, y con suavidad la llamó:
                -¡Eh, novata! –Ella se giró con su habitual sonrisa- ¿Qué escribes? Siempre me lo pregunté.
                -Mi cuaderno de bitácora –respondió con una segura sinceridad.
El capitán asombrado, miró el cuaderno. Conocía su afición, pero jamás habría pensado que ella tuviera un cuaderno de Bitácora. Él escribía en el suyo siempre que le era posible, y sintiendo una profunda curiosidad volvió a sonreir.
                -¿Puedo verlo? –preguntó.
                -Es personal –respondió cortante.
                -Solo un vistazo… prometo no comentar nada a nadie si ese es tu deseo.
Dudó por unos segundos, pero al final aún con cierto recelo extendió el libro hacia él. El capitán se sentó junto a ella en el suelo y empezó a leer.
                -Si no le gusta, no me lo diga por favor capitán –comentó sonrojada tras unos minutos.
El capitán pasó cada página del libro, primero con curiosidad quería comprobar una vez más de que estaba hecha su tripulación.
El libro calló al suelo con un ruido seco… le temblaron las manos, bajo su capucha sus ojos se encontraban muy abiertos. No podía creerse lo que estaba leyendo.
                -¿Dónde has aprendido…?
                -No lo sé… -comentó con temor- me sale sin más, no sé explicarlo…
El capitán la comprendía perfectamente, él sentía lo mismo cuando la pluma tocaba sus manos. Lentamente apoyó la mano en su hombro y mirando sus ojos marrones le susurró:
                -Aún te queda mucho por aprender, pero… sin duda tienes mucho talento.
Ella incrédula sonrió, y tras dedicarle su gratitud le dejó allí sentado, mirando al horizonte con una expresión de orgullo. Esa era sin duda su tripulación, con fuerza, talento, ambición, y humildad. Todos y cada uno eran diferentes, y todos y cada uno le hacían sentirse orgulloso cada día. Qué rápido había pasado el tiempo.

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