lunes, 30 de junio de 2014

Historia vieja



Miraba al horizonte, no sabía por qué, pero no podía evitar fijar sus ojos en él ¿Qué estaba buscando? ¿Se habría equivocado? ¿Cuál era el camino a tomar? Tan absorta estaba en sus pensamientos, que no hizo más que ignorar a la breve brisa marina que le acariciaba el rostro y jugueteaba con su pelo. Se sentía una tonta…
El joven capitán le observaba, allí sola en la proa… mirando al infinito ¿Qué o a quién esperaba? Lentamente sus pasos le llevaron a su lado, y apoyándose en la valla le miró a los ojos sonriendo. Su sonrisa sin brillo le hizo comprender.
                -No lo hagas…
                -¿Qué no haga… qué? –preguntó sorprendida.
                -Pensar…
                -No lo hago –dijo desviando la mirada.
                -No me mientas –el capitán sonrió, era tan inteligente y a la vez tan ingenua- a mí no me puedes mentir… conozco bien a mi tripulación.
                -Yo soy… -sus ojos, le estaban jugando una mala pasada, su corazón no dejaba de llorar, pero se negaba a expulsar toda esa fuerza, no quería hacer daño a nadie.
Lentamente los brazos del capitán le rodearon… hundió su rostro bajo la protección de su capitán… sus ojos desprendieron unas finas lágrimas… ¿Por qué le pasaba esto a ella? ¿acaso se lo merecía?
                -Continúa navegando como sabes, y nunca… jamás vuelvas a mirar al horizonte. Si lo haces… podrías terminar como yo. –ella levantó la mirada sorprendida, su rostro era diferente, pero al cabo  de unos segundos le volvió a sonreír- si sigues a nuestro lado, te prometo que algún día encontrarás la respuesta, lo se… triunfarás… quizá no ahora, o quizá no de la forma que esperabas, pero te prometo que triunfarás…

viernes, 27 de junio de 2014

Un final sin título



Entornó los ojos perplejo, se miró la manos… estaban llenas de sangre, sus ojos se posaron en el pequeño charco del suelo, su reflejo le mostró dos pequeños ojos verdes bajo una sombría capucha, una barba poblada, y unas ropas estaban llenas  de rasguños, roturas, manchas de barro… de sangre… habían perdido todo el orgullo y la belleza que antaño infundían.
¿En qué se había convertido la lucha? Años atrás habría luchado contra viento y marea en pos de justicia, y ahora… después de todo lo luchado, después de todo lo perdido… y después de ganar la guerra para las nuevas generaciones, su tripulación volvía a encontrarse sola… sin contactos, sin apoyos…
Era cierto… habían conseguido levantar los cuarteles tal y cómo debía ser, habían aumentado sus filas incluso superando los niveles que un día sus capitanes habían logrado. Pero ahora era todo silencio, el mar volvía a ser libre, y todo volvía a estar como debía. Había cumplido su promesa si… pero… a partir de ahora, pasara lo que pasara, mientras el mundo disfrutaba, su tripulación seguirían siendo piratas ¿por qué el que lucha hasta el final debe sacrificarse? ¿Por qué debían seguir navegando solos? Como un héroe tras haber exterminado a toda la maldad… solo que ellos no eran héroes.
Le habían ofrecido puestos… poder… efímero en su opinión, había decidido que no abandonaría a aquel que lo necesitara, pero que ya era hora de que persiguiera lo que su corazón más anhelaba.
¿Y qué era aquello? ¿Acaso quería seguir siendo capitán muchos más años? ¿Aceptar aquello que un día negó por proteger a los suyos? ¿O acaso necesitaba dejar todo atrás y embarcarse en lejanos mares inexplorados? ¿Necesitaba un beso o más espadas a su lado?
Se volvió a mirar sus manos… se había convertido en un superviviente, no le importaba más que los suyos y sobrevivir… ¿las circunstancias? ¿Las traiciones? ¿Cuál era la línea que separaba los sentimientos de la locura, el egoísmo de la supervivencia, la tiranía de la maldad?
                -Vamos… joven guerrero, completa tú camino…
La voz de la chaman le devolvió a la tierra. Sostenía un cuchillo, y ante él un hombre… maniatado, indefenso… había entrado en aquella isla y se había encontrado a toda la población nativa esclavizada. Días atrás ese hombre había sido tomado por un dios, cruel y despiadado al que le debían ofrecer alimentos, bebida, mujeres… había tomado la isla infundiendo miedo y había obligado a los nativos a levantar un templo en su nombre.
Acercó el cuchillo a su cuello, todos los nativos  le miraron con deseo. Sin duda aquel hombre merecía morir, pero… se había ocupado personalmente de sus hombres, ya no tenía con qué esclavizar, su fuerza estaba destruida. Entonces… ¿por qué su muerte era tan necesaria?
Su mano actuó con rapidez y eficacia. El cuerpo calló pesadamente sobre el suelo, el aliado del anterior gobierno mundial le miró incrédulo.
                -¡¿¡Por qué haces eso!?!
                -Él se viene conmigo… tendrá un juicio y seguramente acabe en una celda toda la vida.
                -Pero tú eres el famoso capitán, derrotaste al gobierno mundial… él debe morir.
                -¡¡NO,  YA BASTA!! –la voz del capitán silenció todo el templo- Qué ahora seáis libres no os da derecho a decidir sobre la vida de nadie, se acabaron las guerras, las hermandades, se acabaron las luchas sin sentido, el gobierno mundial fue derrotado por y para vosotros, es una nueva oportunidad para que cada pueblo de estos mares pueda crecer sin preocupaciones ni sufrimientos. Ya ha habido suficiente sangre derramada…
                -Deshonras a los guerreros… nosotros queremos matarle…
                -Sois libres de intentarlo… como yo soy libre de actuar en consecuencia –el viento comenzó a azotar la isla, la chaman miró al joven de capucha blanca, era evidente que él lo estaba controlando- ah y por cierto… no soy un guerrero… soy un pirata.

miércoles, 25 de junio de 2014

El fracaso de las estrellas.



La lluvia caía tímidamente sobre la playa, en ella, el fuego de la pequeña hoguera se aferraba al mundo con su magnífico calor anaranjado. Las estrellas le observaban por encima de las nubes, él levantó su mirada y las observó. No las veía, pero sentía su presencia cerca, grandes aliadas en los viajes, guardianas de la noche, siempre habían tratado sus deseos con ironía e inoportunidad. ¿Eran aquellos deseos frustrados un capricho del destino? ¿Por qué las estrellas habían jugado siempre con él?
Con tristeza entornó su atención a su cálido compañero. Allí estaba… el elemento de su familia, el fuego… cálido, confiado, fuerte, apasionado… pero también frágil, y peligroso. Y allí estaba él, nacido con el poder del viento… Transparente, único, atento, a veces cálido otras frío, un buen aliado que siempre estará cerca para acariciar a quien lo necesite… pero también lleno de furia y poder.
Volvió a mirar a través de la lluvia, y las estrellas le observaron. Sonriendo abrió su mano y dejó caer el papel, “por aquello que un día os pedí y no supisteis cumplir”, cuando su cálido amigo se hubo alimentado del escrito, extendió su otra mano y abriéndola, dejó caer un segundo papiro “con la esperanza de que cumplas tu cometido”.
El anaranjado fuego tornó a verde, iluminando sus alrededores de un color esmeralda único. El capitán cubrió su rostro bajo su capucha blanca, y levantándose con tranquilidad  observó al mar. Le encantaba el agua… fresca, pura, inocente, caprichosa, curativa… pero también incontrolable y fuerte.
Una pequeña brisa marina le devolvió a la tierra. Debería volver al barco… debía seguir navegando. Y tras un sordo vendaval, su cuerpo desapareció, dejando atrás aquel árido suelo, firme, seguro, fuerte, lleno de vida… pero también seco, duro.
Y fue así y solo así, como las estrellas aprendieron a no jugar con los deseos y esperanzas de los hombres, pues… así lo único que conseguirían es que terminaran por dejar de mirarlas con el cariño que tanto les gustaba.

jueves, 19 de junio de 2014

Lágrimas del rey sol

El frescor del verde campo acariciaba su sonriente rostro, y el atardecer teñía el cielo de naranja, mientras que su rey, el sol, descendía más y más en el horizonte. Nadie se había percatado de la pequeña figura bajo el árbol… soñozaba hundiendo la cabeza bajo sus brazos.
Lentamente observó al joven que ahora se había sentado a su lado. Llevaba una armadura con capucha blanca, y estaba lleno de vendas y heridas aun por curar, pero aun a pesar de eso sus ojos verdes le miraron con ternura.
                -No hay esperanza… -dijo ella lanzándose a sus brazos.
                -Es cierto… -ella le miró sorprendida por la frialdad de sus palabras- ya nadie cree en la fuerza de los sentimientos. Los humanos somos así, nos aferramos a la comodidad, a la costumbre, ya no luchamos por lo que amamos, solo queremos seguir una vida en la que cosechemos poder, dinero, y disfrute personal.  En este mundo ya no hay cabida para personas que luchen por los demás, se persigue a los guardianes y protectores, a veces por envidia, otras por miedo, o simplemente por la falta de rentabilidad.
Sus lágrimas volvieron a brotar… él la abrazó con fuerza… ella se sonrojó, ¿quién era aquel extraño joven?
                -Pero… -comenzó él sin soltarla- siempre queda esperanza… solo tienes que saber dónde buscarla…
Cuando ambos se separaron, pudo ver a que se refería. Una niña estaba apoyada en el puente mirando el atardecer con una expresión perdida, había llorado, sus ojos estaban enrojecidos. Lentamente tras de sí, un joven de su misma edad se acercaba en silencio, él parecía dudar, pero al cabo de unos segundos se quitó su sombrero, y con una sonrisa en el rostro, sus labios besaron a su amiga. Ella sorprendida le miró, pero antes de que pudiera reaccionar, él ya la abrazaba…

El capitán se levantó, y ya bajo su capucha le habló:
                -Siempre queda esperanza… por mucho que se persiga, por mucho que se niegue, por mucho que se intente destruir, siempre habrá alguien que se guiará con su corazón…
                -Y… ¿Quién eres tú? –preguntó la joven rubia de ojos anaranjados.
                -Solo soy un simple capitán… mi pequeña y anaranjada amiga -dijo antes de iniciar su marcha.

Ella observó su figura alejarse, y sonrió para sí  antes de desaparecer, “Ahí va un digno guardián que no se digna a perecer”.

martes, 3 de junio de 2014

La nueva era


Las vendas recorrían todo su cuerpo tapado por las blancas sábanas, le dolía todo con solo moverse. Entre la oscuridad de su camarote pudo distinguir el contorno de una figura.  Un hombre bajo una armadura de capucha blanca similar a la suya colocada en la percha a pocos metros de su cama, se acercó. Mostraba una poblada barba y una larga melena, pero aun así, desde la cama pudo distinguir una expresión de lástima en su rostro.
                -He vuelto…
                -Yo no te he permitido eso –cortó su ronca voz entre las vendas.
                -¿Te puedo decir algo? –Tras el gesto afirmativo continuó- ¿No te avergüenza no dejar volver a la hermandad a bordo?
                -Pluma y papel… -pidió pesadamente.
El segundo de a bordo obedeció, y observó como el joven magullado se incorporaba lentamente. Su cuerpo emitió una pequeña descarga eléctrica mientras comenzaba a escribir, aun no era capaz de controlar ese nuevo poder. Durante unos minutos el capitán escribió, en silencio… sin levantar la vista del papel.
                -Toma esta carta, y haz lo creas oportuno –dijo entregándole el pequeño sobre.
                -He venido también a renunciar de…
                -Lo sé tranquilo… puedes irte tranquilo.
Cuando sus pasos tocaron la selva de la isla, el barco aún se veía entre los árboles, pero no pudo evitar pararse y abrir el sobre.
Escribo estas líneas como consecuencia de los acontecimientos recientes en mi tripulación. Largo tiempo ha pasado desde que llevé a cabo una de las más dolorosas decisiones como capitán de la tripulación, reducir el número de tripulantes. Como capitán del barco, máximo responsable de la tripulación,  y líder o maestro de este pequeño grupo, me guardo el derecho de decidir sobre cuál es el mejor rumbo a tomar. En ningún momento he dejado de luchar por mi tripulación, y créanme que estoy lejos de hacerlo. Pueden llamarme soñador, pueden llamarme iluso, o tacharme de impulsivo o de extremadamente honesto, pueden gritar a los cuatro vientos lo que les parezca, pero lo que nunca he consentido, consiento, y consentiré es que se cuestionen los resultados de mi esfuerzo, el cual sin ninguna duda ha levantado una tripulación que estaba prácticamente muerta. Como capitán jamás consentiré que se cuestione mi vocación o la formación de mi tripulación. Y por supuesto jamás consentiré que nadie se atreva a insultar o maltratar a mis tripulantes en mi presencia.
La hermandad cometió el error de cuestionar su formación, alegando la estúpida idea de dar mayor importancia al saber que al ser, no sin antes lanzar el peor de los perjuicios. Como humano suelo reconocer mis errores, y en este caso no he sido yo el que ha obrado erróneamente.
Por eso, sin avergonzarme ni lo más mínimo, mantengo mi posición, y la seguiré manteniendo hasta que los “grandes pensadores”, se den cuenta de quien ha sido realmente quien ha perdido la razón. No busco batallas, no busco daños, solo quiero que se nos de la justicia que sin duda esta tripulación merece…

Había comenzado a llover… pero sus ojos pudieron visualizar la joven figura del barco. El joven capitán miraba al cielo, mientras las gotas acariciaban su rostro, a sus pies, la armadura que su segundo de a bordo ya no quería portar. Del interior barco los jóvenes tripulantes salieron y observaban a su capitán, ninguno se acercaba, y él solo miraba al cielo lluvioso. En un instante, allí entre los árboles se sobresaltó, la lluvia había formado una figura… una figura que ahora abrazaba al capitán como símbolo de amistad…