Miraba al horizonte, no sabía por qué, pero no podía evitar
fijar sus ojos en él ¿Qué estaba buscando? ¿Se habría equivocado? ¿Cuál era el
camino a tomar? Tan absorta estaba en sus pensamientos, que no hizo más que
ignorar a la breve brisa marina que le acariciaba el rostro y jugueteaba con su
pelo. Se sentía una tonta…
El joven capitán le observaba, allí sola en la proa… mirando
al infinito ¿Qué o a quién esperaba? Lentamente sus pasos le llevaron a su
lado, y apoyándose en la valla le miró a los ojos sonriendo. Su sonrisa sin
brillo le hizo comprender.
-No lo
hagas…
-¿Qué
no haga… qué? –preguntó sorprendida.
-Pensar…
-No lo
hago –dijo desviando la mirada.
-No me
mientas –el capitán sonrió, era tan inteligente y a la vez tan ingenua- a mí no
me puedes mentir… conozco bien a mi tripulación.
-Yo
soy… -sus ojos, le estaban jugando una mala pasada, su corazón no dejaba de
llorar, pero se negaba a expulsar toda esa fuerza, no quería hacer daño a
nadie.
Lentamente los brazos del capitán le rodearon… hundió su
rostro bajo la protección de su capitán… sus ojos desprendieron unas finas
lágrimas… ¿Por qué le pasaba esto a ella? ¿acaso se lo merecía?
-Continúa
navegando como sabes, y nunca… jamás vuelvas a mirar al horizonte. Si lo haces…
podrías terminar como yo. –ella levantó la mirada sorprendida, su rostro era diferente,
pero al cabo de unos segundos le volvió
a sonreír- si sigues a nuestro lado, te prometo que algún día encontrarás la
respuesta, lo se… triunfarás… quizá no ahora, o quizá no de la forma que esperabas,
pero te prometo que triunfarás…
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