jueves, 29 de enero de 2015

In my mind



El frío contacto de su rodilla con la nieve fue el último atisbo de realidad, el bosque se había convertido en un auténtico desierto helado, llevaba días caminando, con ese insoportable dolor en el pecho… quién le habría mandado tocar la helada pared de hielo, parecía nuevo… era vergonzoso, él, que había recorrido ese bosque conociendo cada rincón, cada maravilla, cada matiz… conocía sus facetas, sus peligros, sus puntos débiles, sus rincones más admirables. Sabía todo, había luchado por protegerlo, por hacerlo parte de su vida, pero el bosque era pura naturaleza… y nadie podía controlarlo. Y aún a pesar de todo, se había perdido en su interior… qué solitario era así, frio, helado… echaba de menos sus aromas, su textura, su fuerza.
Su puño golpeó con rabia el suelo… el pecho le oprimía… ¡¡qué más!! Qué más tenía que hacer, estaba harto… cansado de ser el idiota que ponía su espada al servicio de todo… su respiración deceleraba, sintió el frio en su interior… ¿por qué? Se preguntaba una y otra vez… ¿acaso el hecho de luchar, de estar ahí… no valía? Había hecho más de lo que cualquiera hubiera hecho en cien años, y aun así allí estaba, perdido entre blancos árboles y con un desolador viento helado como única compañía.
El segundo puñetazo, fue el inicio de una marcha frenética, no podía parar, cada golpe… cada puñetazo aumentaba el ritmo del siguiente. ¿Su mente? Ya no existía tal cosa, solo podía oír el frenético murmullo de su corazón… “ya está bien”.
Un metálico estallido rompió con toda actividad… ante él se hallaba, negra como el carbón, brillante como la luna en la noche, y dura como aquella helada barrera… ponerse aquella negra armadura suponía dejar de ser él, conseguir todo  por lo que luchaba sí, pero volver su corazón más negro que aquello que pretendía combatir…
Proclamar lo que le correspondía por medios más que cuestionables, o seguir perdido en aquél helado bosque que tanto ansiaba proteger y que tanto costaba querer… ¿cuál era la decisión? Su mano se extendió… la decisión estaba tomada.

sábado, 17 de enero de 2015

Remind



Un leve escalofrío recorrió su cuerpo. La fría tormenta de nieve había cubierto todo a su paso, desde hacía horas no sabía dónde estaba, se había perdido… y para más inri, la fuerza de la tormenta aumentaba por momentos. Caminó durante horas, solo, perdido entre lo que supuestamente era un boque, con solo dos metros de visión, y la nieve hasta las rodillas. Podía ser el final para él… estaba calado hasta los huesos, tenía hambre y sueño, y no dejaba de titiritar.
Sus pasos se detuvieron ante la helada muralla. ¿Qué era ese lugar? ¿Acaso las leyendas sobre el límite del mundo eran ciertas? Alta, invencible, y transparente, la gigante pared de hielo surgió ante él. Su vista no alcanzaba a ver su verdadera altitud, pero si distinguió algo extraño a escasos metros. Lentamente y seguro de su inminente muerte, avanzó hasta el posible último descubrimiento de su vida.
Un grito de asombro escapó de su interior, una persona… ¡¡había un chico allí dentro!! Su pelo blanco como la nieve que le rodeaba, y su expresión no mostraba dolor, parecía como si durmiera. Pero aun a pesar de ello él sabía que ese chico había sufrido… no sabía porque, pero lo sabía. Había algo en él que le inspiraba lástima…
Al menos moriré acompañado” –pensó mientras su mano tocaba el helado cristal.
Su cuerpo dejó de responder, no podía separar la mano del hielo… pero pronto dejó de resistirse, pues él, el durmiente joven, abrió lentamente los ojos. Con cierta lentitud, observó todo a su alrededor, incluido a él. Su mirada era melancólica y vacía, no había sentimiento alguno en ella.
Lentamente el extraño joven, aún dentro de su helada prisión se movió hacia él. Pesadamente su mano salió del hielo como si de agua se tratase, y sin mostrar ni un ápice de duda, la posó en su pecho. 
El mundo se volvió frio, su respiración era cada vez más entrecortada, y su corazón comenzó a latir más despacio. Le dolía… el frio le quemaba por dentro… sin poder controlarlo emitió un aullido de dolor. Su cuerpo salió disparado un par de metros sobre el suelo, y allí tendido el líder rebelde tuvo miedo… miedo a equivocarse, miedo a perder, a perecer, miedo a no terminar, a no volver a sentir nada nunca más, a cerrar la puerta de su propia cordura, miedo a no volver a vivir…
Intentó llorar pero nada salió de su interior, intentó gritar pero sus entrañas estaban congeladas, lentamente se levantó e intentó correr, pero fue en vano, se sentía pesado, sentía la carga… y tambaleándose se adentró de nuevo en el bosque, solo, calado hasta los huesos, con solo dos metros de visión, y la nieve hasta las rodilla, pero eso ya no importaba…

lunes, 12 de enero de 2015

Wind



El viento soplaba con fuerza. La brisa marina acariciaba como una madre todo cuanto encontraba a su paso, incluso a él... allí sentado en aquel acantilado, podía disfrutar del amor de la naturaleza. El aroma de la hierba, el olor del mar, la frescura de la noche, la mirada de las estrellas… hacía tanto tiempo que no disfrutaba de aquello, y allí estaba él ahora, bajo su capucha blanca observando el oscuro y azulado horizonte con una melancólica sonrisa.
Ni siquiera el sonido del trote del caballo le hizo sentir temor. Debía estar ahí, y él lo sabía. El jinete no tardó en llegar, él lo observó. Portaba una humilde armadura negra, con elegantes bandas verdes. Él sonrió, sabía  que tarde o temprano acabaría encontrándole.
                -Perdona –su voz era alta y clara, pero no infundía brutalidad o insensatez- Siento decirte que estás en territorio rebelde, debes irte…
                -El viento es fuerte en ti, siéntate a mi lado joven maestro, tenemos que hablar… -el líder de la rebelión, notó algo familiar en su voz. Nunca había visto a ese misterioso encapuchado, pero aun así le inspiraba confianza.-¿Cómo va la batalla? –le preguntó mientras se sentaba.
                -Por el momento los invasores están en punto muerto… no hay movimientos. Pero no creo que deba darle más explicaciones… a no ser que se identifique.
                -Buena respuesta… -dijo él sonriendo y cerrando los ojos.
Durante unos segundos el silencio reino entre ambos, un fuerte soplo de viento echó su capucha para atrás. El líder rebelde le miró sorprendido ¿qué había sido eso? Había parecido como si ese hombre manipulara el viento…
                -No puede ser… -sus ojos, sus cicatrices, su atuendo, sus armas… solo podía ser él- usted… usted es el capit…
                -Shh –le interrumpió él llevándose el dedo a los labios y sonriendo- será mejor que no lo digas en alto.
                -Pero usted… estaba muerto…
                -Ciertamente… tenían razón. Hubo un momento en el que yo mismo estaba convencido de ello, mi cuerpo no se movía, mi mente estaba bloqueada, mi corazón estaba parado, si… estuve muerto joven maestro. Tan muerto que ni el mejor médico de la tierra hubiera sido capaz de salvarme. Dos guerras,  conspiraciones, traiciones, pérdidas, decepciones, injusticias, sueños perdidos, miedo, tristeza, pena… ni siquiera controlando tres elementos fui capaz de sobrevivir. Puede que venciera joven maestro, puede que mi tripulación fuera salvada, y él mal fuera derrotado, pero incluso yo tenía un límite. Mi cuerpo, mi mente, mi corazón, se quebraron… ¿sabes cómo morí? –él no habló, solo movió su cabeza hacia los lados- Utilizando las últimas fuerzas de mi vida, clavé mi bandera negra en una pequeña isla, proclamé mi victoria, y mirando al cielo, hice frente a mi último reto… la naturaleza. Reté al rayo y este calló sobre mí, y fue así como conseguí dominarlo después de meses. El viento me elevó al cielo, y junto al rayo y el fuego azulado, intenté vencer a la naturaleza… ¿por qué? Porque aun después de tanto sufrimiento tenía la esperanza de que si vencía, podría entender la naturaleza humana, cambiar a las personas, salvar el mundo… el último golpe me destrozó lo único que puede hacer que un hombre se levante una y otra vez, me destrozó lo último que me quedaba sano… me destrozó el corazón…
                -Entonces… ¿no volverás a navegar?
                -Muchacho inocente… -respondió él con una carcajada- mi tiempo aquí ya se ha terminado. Solo haré un viaje del que nunca retornaré.
                -Usted nunca morirá… su leyenda jamás se perderá.
                -Vayamos a lo importante… he venido para decirte algo joven maestro.
                -A… ¿mí?
                -Calla y escucha… -dijo levantándose y cubriendo su rostro de nuevo con su capucha blanca- No  importa lo que digan, lo que hagan, lo que ordenen, olvida todo… tú eres el único dueño de tu destino. No dejes que nada ni nadie, cambie la pureza de tu corazón, si quieres luchar lucha, si quieres reír ríe, si quieres llorar llora, no intentes llegar a lo más alto porque es tu deber, llega hasta donde tu corazón te diga que llegues. Persigue todo aquello que te propongas, pero… nunca olvides que la naturaleza y la realidad nunca pueden cambiarse. Somos lo que decidimos ser,  pero debemos aceptar todo lo que ello conlleva. Protege, ama, y lucha, pero que tu corazón nunca olvide porqué lo hace. Y sobre todo… vive… disfruta cada segundo de tu existencia, y enorgullécete de ser tú mismo. Me alegro de haberte conocido joven maestro, aunque sea en mi último viaje…
Y el viento se llevó a su más fiel compañero, un hombre cuyo corazón logró dominar parte de la naturaleza, sabio, cariñoso, alegre, pero sobre todo un hombre leal, que luchó contra una sociedad corrompida, que unió a los pueblos, un hombre que demostró que la unión hace la fuerza.

jueves, 8 de enero de 2015

Game of thornes



Todo el dolor había pasado ya. Aun de rodillas, recordaba cómo cada partícula de su cuerpo había recibido la descarga eléctrica  producida por el horror. Habían perdido a su compañero, aparentemente fiel… sin duda no contaron con que su naturaleza pudiera hacerle perder la partida, la vida…
La sangre del caballo aún manchaba la blanca arena cuando ese brillante peón con su blanca coraza ocupó su posición.  Habían vuelto su magnífica naturaleza contra aquellas personas a las que debía proteger, un golpe que siempre recordaría… con rabia miró a su rey. Allí estaba él, portando su blanca y dorada armadura con capa, con maquillaje, coloretes, y esa perfecta melena blanca. Sonreía… era despreciable, sonreír con el sufrimiento de sus contrincantes… ¿Qué interés había para intentar eliminarlos así?
Todos lo miraban, sus compañeros desde los caballos, los arqueros desde las grandes torres, los guardias desde las puertas, y el ejército tras él, todos esperaban una respuesta…
Habían perdido apoyos,  el enemigo les cercaba poco a poco, podía notar sus dedos intentando ahogarlos… si movían por la derecha les comían por la izquierda, si movían por la izquierda les comían por la derecha… joder, esta decisión debían tomarla los reyes. Pero… ¿qué reyes? Hacía ya tanto tiempo que habían tirado sus espadas…
                -¡¡CAPITÁN!!
Sus ojos verdes la vieron enseguida… a unos cincuenta metros, desde la línea de vanguardia, sus más experimentados guerreros esperaban ¿A qué? ¿Acaso no se daban cuenta de la situación? Si adelantaba su posición… no podía perdonarse jamás perder a aquellos que él mismo había entrenado. Desesperados sus ojos buscaron otra opción, si atacaba con sus compañeros por mucho que fueran a caballo, las torres… quedarían a merced de sus relucientes armas… los guardianes reales eran grandes guerreros, pero muy pocos… no podrían contener solos al enemigo, ¿y atacar desde las torres? No… las flechas debían protegerlos a todos… ¡¡MIERDA, CUAL ERA LA SOLUCIÓN, NO QUERÍA PERDER A NINGUNO!!
                -¡¡CAPITÁN!!
Otra vez… sus ojos se posaron en la joven guerrera. Le sonreía  con confianza, sin duda se habían vuelto muy fuertes, quizá jamás de lo que hubiera imaginado, pero… no los enviaría al matadero. Se merecían aquel reino de paz… aquel de hace tantos años, aquel que solo él protegió…
La espada se clavó en suelo, poco a poco sus piernas levantaron su acorazado cuerpo negro.  La corona le pesaba… no le gustaba, la odiaba con todo su ser… pero no dejaría que la portara el sufrimiento de los suyos… todos lo miraban, aun no entendía que veían en él.
Quizás podría equivocarse, pero creía… aún a pesar de todo, creía que ese mundo ideal se haría realidad.
Sus pies dejaron atrás la oscura piedra, y allí en el medio, en la más blanca e iluminada porción de tierra, mientras dos finas lágrimas recorrían su rostro, miró al perfecto rey invasor.
                -¡¡JAQUE!! –puede que no fuera el guerrero perfecto, pero su voz era la que ahora resonaba en el campo de batalla.
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Su perfecto maquillaje blanco escondió su expresión de desprecio. Mostrando indiferencia, el rey invasor, ajustándose su blanca peluca y su brillante y dorada armadura, le dio la espalda. Para él seguiría siendo inferior hasta el resto de sus días, pensaba con temor mientras susurraba “pero no mate…