El frío contacto de su rodilla con la nieve fue el último
atisbo de realidad, el bosque se había convertido en un auténtico desierto
helado, llevaba días caminando, con ese insoportable dolor en el pecho… quién
le habría mandado tocar la helada pared de hielo, parecía nuevo… era vergonzoso,
él, que había recorrido ese bosque conociendo cada rincón, cada maravilla, cada
matiz… conocía sus facetas, sus peligros, sus puntos débiles, sus rincones más
admirables. Sabía todo, había luchado por protegerlo, por hacerlo parte de su
vida, pero el bosque era pura naturaleza… y nadie podía controlarlo. Y aún a
pesar de todo, se había perdido en su interior… qué solitario era así, frio,
helado… echaba de menos sus aromas, su textura, su fuerza.
Su puño golpeó con rabia el suelo… el pecho le oprimía… ¡¡qué
más!! Qué más tenía que hacer, estaba harto… cansado de ser el idiota que ponía
su espada al servicio de todo… su respiración deceleraba, sintió el frio en su
interior… ¿por qué? Se preguntaba una y otra vez… ¿acaso el hecho de luchar, de
estar ahí… no valía? Había hecho más de lo que cualquiera hubiera hecho en cien
años, y aun así allí estaba, perdido entre blancos árboles y con un desolador
viento helado como única compañía.
El segundo puñetazo, fue el inicio de una marcha frenética, no
podía parar, cada golpe… cada puñetazo aumentaba el ritmo del siguiente. ¿Su
mente? Ya no existía tal cosa, solo podía oír el frenético murmullo de su
corazón… “ya está bien”.
Un metálico estallido rompió con toda actividad… ante él se
hallaba, negra como el carbón, brillante como la luna en la noche, y dura como aquella
helada barrera… ponerse aquella negra armadura suponía dejar de ser él, conseguir
todo por lo que luchaba sí, pero volver
su corazón más negro que aquello que pretendía combatir…
Proclamar lo que le correspondía por medios más que
cuestionables, o seguir perdido en aquél helado bosque que tanto ansiaba proteger
y que tanto costaba querer… ¿cuál era la decisión? Su mano se extendió… la
decisión estaba tomada.
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