El viento soplaba con fuerza. La brisa marina acariciaba
como una madre todo cuanto encontraba a su paso, incluso a él... allí sentado en
aquel acantilado, podía disfrutar del amor de la naturaleza. El aroma de la
hierba, el olor del mar, la frescura de la noche, la mirada de las estrellas… hacía
tanto tiempo que no disfrutaba de aquello, y allí estaba él ahora, bajo su
capucha blanca observando el oscuro y azulado horizonte con una melancólica
sonrisa.
Ni siquiera el sonido del trote del caballo le hizo sentir
temor. Debía estar ahí, y él lo sabía. El jinete no tardó en llegar, él lo
observó. Portaba una humilde armadura negra, con elegantes bandas verdes. Él
sonrió, sabía que tarde o temprano
acabaría encontrándole.
-Perdona
–su voz era alta y clara, pero no infundía brutalidad o insensatez- Siento
decirte que estás en territorio rebelde, debes irte…
-El
viento es fuerte en ti, siéntate a mi lado joven maestro, tenemos que hablar…
-el líder de la rebelión, notó algo familiar en su voz. Nunca había visto a ese
misterioso encapuchado, pero aun así le inspiraba confianza.-¿Cómo
va la batalla? –le preguntó mientras se sentaba.
-Por el
momento los invasores están en punto muerto… no hay movimientos. Pero no creo
que deba darle más explicaciones… a no ser que se identifique.
-Buena respuesta…
-dijo él sonriendo y cerrando los ojos.
Durante unos segundos el silencio reino entre ambos, un
fuerte soplo de viento echó su capucha para atrás. El líder rebelde le miró
sorprendido ¿qué había sido eso? Había parecido como si ese hombre manipulara
el viento…
-No
puede ser… -sus ojos, sus cicatrices, su atuendo, sus armas… solo podía ser él-
usted… usted es el capit…
-Shh –le
interrumpió él llevándose el dedo a los labios y sonriendo- será mejor que no
lo digas en alto.
-Pero
usted… estaba muerto…
-Ciertamente…
tenían razón. Hubo un momento en el que yo mismo estaba convencido de ello, mi
cuerpo no se movía, mi mente estaba bloqueada, mi corazón estaba parado, si… estuve
muerto joven maestro. Tan muerto que ni el mejor médico de la tierra hubiera
sido capaz de salvarme. Dos guerras,
conspiraciones, traiciones, pérdidas, decepciones, injusticias, sueños
perdidos, miedo, tristeza, pena… ni siquiera controlando tres elementos fui
capaz de sobrevivir. Puede que venciera joven maestro, puede que mi tripulación
fuera salvada, y él mal fuera derrotado, pero incluso yo tenía un límite. Mi cuerpo,
mi mente, mi corazón, se quebraron… ¿sabes cómo morí? –él no habló, solo movió
su cabeza hacia los lados- Utilizando las últimas fuerzas de mi vida, clavé mi
bandera negra en una pequeña isla, proclamé mi victoria, y mirando al cielo,
hice frente a mi último reto… la naturaleza. Reté al rayo y este calló sobre
mí, y fue así como conseguí dominarlo después de meses. El viento me elevó al
cielo, y junto al rayo y el fuego azulado, intenté vencer a la naturaleza… ¿por
qué? Porque aun después de tanto sufrimiento tenía la esperanza de que si
vencía, podría entender la naturaleza humana, cambiar a las personas, salvar el
mundo… el último golpe me destrozó lo único que puede hacer que un hombre se
levante una y otra vez, me destrozó lo último que me quedaba sano… me destrozó
el corazón…
-Entonces…
¿no volverás a navegar?
-Muchacho
inocente… -respondió él con una carcajada- mi tiempo aquí ya se ha terminado.
Solo haré un viaje del que nunca retornaré.
-Usted
nunca morirá… su leyenda jamás se perderá.
-Vayamos
a lo importante… he venido para decirte algo joven maestro.
-A… ¿mí?
-Calla
y escucha… -dijo levantándose y cubriendo su rostro de nuevo con su capucha blanca-
No importa lo que digan, lo que hagan,
lo que ordenen, olvida todo… tú eres el único dueño de tu destino. No dejes que
nada ni nadie, cambie la pureza de tu corazón, si quieres luchar lucha, si
quieres reír ríe, si quieres llorar llora, no intentes llegar a lo más alto
porque es tu deber, llega hasta donde tu corazón te diga que llegues. Persigue
todo aquello que te propongas, pero… nunca olvides que la naturaleza y la
realidad nunca pueden cambiarse. Somos lo que decidimos ser, pero debemos aceptar todo lo que ello
conlleva. Protege, ama, y lucha, pero que tu corazón nunca olvide porqué lo
hace. Y sobre todo… vive… disfruta cada segundo de tu existencia, y enorgullécete
de ser tú mismo. Me alegro de haberte conocido joven maestro, aunque sea en mi
último viaje…
Y el viento se llevó a su más fiel compañero, un hombre cuyo
corazón logró dominar parte de la naturaleza, sabio, cariñoso, alegre, pero
sobre todo un hombre leal, que luchó contra una sociedad corrompida, que unió a
los pueblos, un hombre que demostró que la unión hace la fuerza.
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