Todo el dolor había pasado ya. Aun de rodillas, recordaba cómo
cada partícula de su cuerpo había recibido la descarga eléctrica producida por el horror. Habían perdido a su
compañero, aparentemente fiel… sin duda no contaron con que su naturaleza
pudiera hacerle perder la partida, la vida…
La sangre del caballo aún manchaba la blanca arena cuando
ese brillante peón con su blanca coraza ocupó su posición. Habían vuelto su magnífica naturaleza contra
aquellas personas a las que debía proteger, un golpe que siempre recordaría…
con rabia miró a su rey. Allí estaba él, portando su blanca y dorada armadura
con capa, con maquillaje, coloretes, y esa perfecta melena blanca. Sonreía… era
despreciable, sonreír con el sufrimiento de sus contrincantes… ¿Qué interés había
para intentar eliminarlos así?
Todos lo miraban, sus compañeros desde los caballos, los
arqueros desde las grandes torres, los guardias desde las puertas, y el
ejército tras él, todos esperaban una respuesta…
Habían perdido apoyos,
el enemigo les cercaba poco a poco, podía notar sus dedos intentando
ahogarlos… si movían por la derecha les comían por la izquierda, si movían por
la izquierda les comían por la derecha… joder, esta decisión debían tomarla los
reyes. Pero… ¿qué reyes? Hacía ya tanto tiempo que habían tirado sus espadas…
-¡¡CAPITÁN!!
Sus ojos verdes la vieron enseguida… a unos cincuenta
metros, desde la línea de vanguardia, sus más experimentados guerreros
esperaban ¿A qué? ¿Acaso no se daban cuenta de la situación? Si adelantaba su
posición… no podía perdonarse jamás perder a aquellos que él mismo había
entrenado. Desesperados sus ojos buscaron otra opción, si atacaba con sus
compañeros por mucho que fueran a caballo, las torres… quedarían a merced de
sus relucientes armas… los guardianes reales eran grandes guerreros, pero muy
pocos… no podrían contener solos al enemigo, ¿y atacar desde las torres? No…
las flechas debían protegerlos a todos… ¡¡MIERDA, CUAL ERA LA SOLUCIÓN, NO
QUERÍA PERDER A NINGUNO!!
-¡¡CAPITÁN!!
Otra vez… sus ojos se posaron en la joven guerrera. Le
sonreía con confianza, sin duda se
habían vuelto muy fuertes, quizá jamás de lo que hubiera imaginado, pero… no
los enviaría al matadero. Se merecían aquel reino de paz… aquel de hace tantos
años, aquel que solo él protegió…
La espada se clavó en suelo, poco a poco sus piernas
levantaron su acorazado cuerpo negro. La
corona le pesaba… no le gustaba, la odiaba con todo su ser… pero no dejaría que
la portara el sufrimiento de los suyos… todos lo miraban, aun no entendía que
veían en él.
Quizás podría equivocarse, pero creía… aún a pesar de todo,
creía que ese mundo ideal se haría realidad.
Sus pies dejaron atrás la oscura piedra, y allí en el medio,
en la más blanca e iluminada porción de tierra, mientras dos finas lágrimas
recorrían su rostro, miró al perfecto rey invasor.
-¡¡JAQUE!!
–puede que no fuera el guerrero perfecto, pero su voz era la que ahora resonaba
en el campo de batalla.

Su perfecto maquillaje blanco escondió su expresión de desprecio.
Mostrando indiferencia, el rey invasor, ajustándose su blanca peluca y su
brillante y dorada armadura, le dio la espalda. Para él seguiría siendo inferior
hasta el resto de sus días, pensaba con temor mientras susurraba “pero no mate…”
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