viernes, 28 de agosto de 2015

El sueño de un tonto que quería ser más tonto



Los sonidos del bosque fueron interrumpidos por el sordo sonido de las pisadas contra el suelo.  Ese suelo suave en el que poder caminar descalzo, como si de una verde alfombra blanda se tratara. Ella, sentada en su gran trono de piedra le observaba  con incredulidad… quizá también con algo de temor. Había que reconocerlo, no mostraba un porte adecuado, sus ropas estaban llenas de barro y sangre, cojeaba, su brazo izquierdo estaba muy malherido incluso parecía muerto, tenía el labio reventado y dos grandes hilos de sangre recorrían todo su rostro desde la cabeza.
                -Tú… líder de una rebelión, el hijo del viento, poseedor de grandes victorias, temido y odiado por muchos, seguido por otros cuantos a los que pretendes proteger… tú… no sé qué puede ofrecerte una servidora del corazón, de las miradas, de las palabras, de un beso bajo las estrellas y bajo el sol, de las sonrisas de confianza, de los abrazos por la espalda…
                -Una explicación.
                -¿Una explicación? –Preguntó sorprendida, ¿cómo osaba un humano cualquiera pedir tal cosa?- Y… ¿por qué crees que debería yo concederte tal…?
                -¿Por qué? –Interrumpió él con desprecio- porque siempre has hecho que pasara algo, ambición, dolor, miedo, confusión, obstáculos…  nunca he tenido la oportunidad de alcanzar aquello que con tanto orgullo dices amparar. Quizás en esto sea prácticamente un novato, incluso torpe no lo sé, pero al menos soy capaz de proteger y apoyar a las personas, de sacar una sonrisa en los peores momentos, de escuchar cuando parece que todo el mundo es demasiado ruidoso, de buscar una salida cuando todas las calles están cerradas, de tener el valor de luchar cuando ya nadie tiene esperanza, de sorprender cuando ya se cree haber visto todo, de conseguir enseñar aquello que nadie había sentido jamás, de sentir lo más profundo de las personas cuando parece que el mundo no es capaz de darse cuenta de lo que sienten, de dar ese abrazo en el momento que más necesitamos, de alcanzar los sueños, las esperanzas y los momentos que tanto nuestros corazones necesitan…
El silencio entre ambos se prolongó durante minutos. Ella no sabía que contestar, ¿quién era ese infeliz? ¿Por qué podía sentir su dolor? Y lo más importante, ¿por qué no le tenía miedo como todos los demás?
                -¿Quién eres?
El viento comenzó a acariciar las copas de los árboles, a pasar entre los troncos, a tocar la música de las hojas, a alborotar su cabello…
                -Soy aquel que siempre escucha, que siempre espera… soy aquel que ha tenido el valor que muchos otros no tienen, soy aquel que ha muerto por querer alcanzar lo que todo ser humano merece, soy aquel idiota que siempre estará ahí.

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