El sonido de sus alas al descender sobre la gran roca rompió
el silencio de la noche. Desde allí sus ojos de águila podían observar cada
lugar, cada rincón de la ciudad de la luz. Pudo ver al más temible de los
hechiceros del fuego consumirse en su mundo, a una hermosa joven asustada por
el desconocido futuro, veía sonreír de nuevo a una mujer que escapó por segunda
vez de las garras del mayor enemigo de la humanidad, la tumba del mayor de los
maestros y a una sabía maestra aterrada por el paso del tiempo, podía ver aún
vivo a un pequeño gremio disperso y dañado por la avaricia del hombre. Los
verdes ojos del joven ahora sentado en el lugar del águila podían verlo todo.
-Has
vuelto… -la voz del capitán le hizo sentir añoranza. Echaba de menos los
tiempos de la piratería, de la libertad, tiempos dónde los humanos luchaban por
hacer un mundo mejor.
-Siempre
volvemos… ¿recuerdas? –respondió el derrotado y herido rebelde.
-Si…
-comenzó el capitán sonriendo bajo su capucha- aunque nuestro cuerpo o mente
este herido. Nunca podemos evitarlo, siempre volvemos… la verdad jamás supe por
qué.
-Yo sí,
volvemos porque somos egoístas. Porque queremos poder levantarnos en un lugar
que nos pertenezca, dónde ser amado y poder amar sin temor a que alguien nos
dañe. Somos egoístas porque queremos un mundo dónde nuestros gobernantes no
roben ni estafen mientras millones de familias y personas mueren por el hambre
o por las guerras causadas por las ansias de poder y la corrupción de cuatro
personas trajeadas, somos egoístas porque no queremos ser movidos como fichas
de un tablero dónde cada creencia o ideología nos obliga a elegir quién y cómo
ser, somos egoístas porque no queremos
tener que apretar el gatillo ni que nos apunten con una pistola entre ceja y
ceja, somos egoístas porque queremos poder vivir como dueños de nuestro de
propio camino. También podemos decir que siempre volvemos porque somos
arrogantes, queremos derecho a poder pensar por nosotros mismos y que nadie nos
juzgue por ello, queremos hacer lo que nuestra vocación nos dicta, no queremos
ser juzgados por personas que carentes de cultura, motivación y bondad siguen
paso a paso lo que otros dictan. Si… volvemos porque somos unos canallas, no
nos importa levantar nuestra voz si con ello luchamos por nuestro propio
futuro, somos unos sinvergüenzas porque queremos aprender y viajar, queremos
conocer el mundo para poder abrir más nuestras mentes, somos escoria porque
queremos demostrar de qué somos capaces y poder transmitir nuestro saber en pos
de alcanzar un sistema más equitativo, somos escoria por no querer tener que
mantener las grandes riquezas de gente podrida. Somos salvajes por querer vivir
libres, sin miedo, sin atarnos a naciones basadas en la injusticia, la muerte,
y la falta de corazón.
-¿Por
eso siempre intentan acabar con nosotros? –preguntó el capitán con una sonrisa
irónica.
-No…
solo porque con nuestra voz pedimos lo que nuestro corazón egoísta más anhela.
-Que
canallas somos… ¿verdad? –repuso el capitán bajo con una sonora carcajada.
-Si…
-dijo él levantándose y mirando de nuevo a la joven de la ciudad con sus ojos
de águila- y cómo el mayor canalla y egoísta me voy a intentar conseguir lo que más deseo ahora.
Y sin más el joven desapareció. El fallecido capitán miró la
ciudad de la luz, y sonriendo volvió a las estrellas dejando que aquella fuerte
y majestuosa ave que sobrevolaba la brillante ciudad, fuera libre de intentar
ser feliz.
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