El sonido de la fina lluvia y de los relámpagos, habían
conquistado toda la ciudad. Bajo el cobijo del agua una figura negra avanzaba
lentamente en silencio. Incluso ella, ente de la naturaleza, sintió cómo su
aliento se helaba a medida que se
acercaba al puente de madera.
Tenía que admitirlo le sorprendió comprobar que se trataba
de un hombre, y más aún reconocer a dicho hombre. Cuando hubo llegado frente
ella se detuvo sin siquiera decir una palabra. Lo notaba extraño, no llevaba la
armadura del dragón, ni la túnica de capucha blanca. No portaba espada, ni
arco… nada salvo un atuendo de viaje negro.
-Hacía
mucho que no nos encontrábamos, ¿qué ha sido de ti? ¿Has aprendido a no
desaprovechar las oportunidades que te brindo?
-Bien
sabes que no era más que un fantasma, una sombra más con la que es imposible
luchar.
-Vaya,
vaya… así que al final si eres un hombre como los demás.
-No
siempre voy a ser ese que todos esperan ver –contestó él con frialdad.
-Ya…
según tengo entendido una de los nuevos capitanes te ha comenzado a buscar ¿no
piensas…?
-Me
voy… -dijo él interrumpiéndola mientras comenzaba de nuevo su camino.
-¿¡Cómo
que te vas!? –le espetó ella cuando le hubo dado la espalda- No puedes irte… la última guardiana ha
perecido y tú debes ocupar su lugar.
En ese momento, él se detuvo y se volvió para mirarla. Jamás
había visto tanta furia y frialdad en un rostro. Bajo sus ojos verdes pudo ver
la rabia del lobo, la fuerza del oso, el veneno de la serpiente, la paciencia
del halcón…
-¿Debo?-dijo
su contenida voz desgarrando el sonido de la lluvia- durante toda mi existencia
me he formado para ser un auténtico capitán, una persona íntegra que luche
contra la corrupción y la injusticia con lealtad y valentía, obteniendo a
cambio en todo momento decepciones y pérdidas. Durante siete años he llegado a
arriesgar mi propia vida en pos de la justicia y la verdad, he perdido a
muchísimas personas, sobre todo aquellos dos guardianes y fundadores de dicha
enseñanza, y cada vez que busco a ese ser lleno de luz del que tanto hablas, solo
me encuentro con fantasmas y oscuridad. Y ahora tú, que jamás me has dado
tregua… me dices que mi deber es
continuar luchando por un mundo que ni siquiera es capaz de dar las gracias y que
tengo que proteger a personas vacías que se dejan dominar por seres dañinos y
corruptos. No… mi deber ha concluido hace mucho tiempo, y por cumplir con él
prácticamente no he recibido más que dolor. Me voy… soy un dragón, nada ni
nadie me va a decir que tengo que hacer. Si te vuelvo a ver en mi vida acabaré
contigo para siempre…
-¡¡Cómo
te atreves a hablarme así, yo controlo tu cora…!!
Un trueno calló a su lado interrumpiendo sus palabras y la
garra se detuvo a escasos milímetros de su cuello. Ella por primera vez tembló
al ver su rostro demacrado por la oscuridad.
-¿Crees
que puedes hacer algo contra mí? No tienes más que un bloque de hielo… destrúyelo,
pulverízalo o cómelo, haz lo que quieras
pero no se te ocurra pensar jamás que puedes controlarme o será lo último que
pase por tu cabeza antes de que esta toque el suelo.
Y con el estruendo del rayo desapareció y ella al fin comprendió.
Había despertado a ese oscuro ser… aquel que nunca duerme, que jamás se
detiene, algunos le confunden con un fantasma, un vástago de la noche… alguien que jamás nadie podrá parar.
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